La página de Manolo Molés

Marcar la diferencia

Manolo Molés
domingo 03 de marzo de 2019

Tengo la buena sensación de que es el primer invierno en el que los taurinos no han copiado a la marmota y han estado despiertos, o dormidos pero con un ojo abierto. Eso es bueno. Hemos perdido muchos inviernos para la reflexión, y de ahí el largo estancamiento de la Fiesta. Sin embargo, ahora, Victorino me parece que en muchas cosas es el motor que hacía falta. Y tiene una dualidad curiosa. Una: mantener la ganadería como hizo quien fue todo un personaje, su padre, que, crió al tiempo el toro bravo y bueno en convivencia con el toro cabrón, que, o te llevaba de cabeza o te mandaba a la enfermería o al paro. No es fácil que el hijo mantenga esa gran altura ganadera. No es fácil pero es cierto. Hace poco, en el escenario de lo que fue la plaza de Vistalegre, le echó a Manuel Jesús “El Cid” un victorino de ensueño y a Emilio de Justo la otra cara de la moneda: la alimaña imposible, que, sin embargo, solucionó este torero con gallardía, cabeza, bragueta y torería.

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