LA PINCELADA DEL DIRECTOR

Las Fallas de los impactos

La de 2019 ha sido la culminación de los despropósitos mañaneros, con toros adelante y toros atrás, que nunca mejoraban las primeras versiones de las corridas y, lo que es menos comprensible, no obedecían a ningún criterio razonable
José Luis Benlloch
jueves 21 de marzo de 2019

El impacto de Roca, un trueno que recorre los despachos y los tendidos. El glorioso reencuentro de Ureña, desnudo de artificios a mayor gloria de la pureza y el toreo clásico. El descubrimiento de Pablo Aguado, que llegó y confirmó que Sevilla tiene otro torero del que presumir. El aldabonazo de Castella, que cuajó sobre la derecha un toro de indulto al que el presidente no indultó. Ese mismo toro, Horroroso se llamaba, vaya ocurrencia, al que cuesta encontrarle un motivo para justificar la insensibilidad presidencial. De Chacón ya hablamos la semana pasada y, visto lo visto, seguiremos hablando. La grey novilleril la lideró Borja Collado, pupilo de Carrión y Emilio Miranda jr., de los Miranda de toda la vida, que vive con indisimulada satisfacción la progresión del chico… Esos fueron los nombres propios de una Feria de Fallas que ha enfilado la recta final con un buen balance, con varias tardes de esas que quedan en el recuerdo de los aficionados y del gran público, tan necesario siempre y ahora más que nunca para mantener con vida la Tauromaquia y para quitarnos de encima cuanto antes cualquier complejo de decadencia y la bota inquisitorial de los dirigentes oportunistas, esos que igual posan en los callejones en tardes de feria que se llaman a andana cuando los vientos electorales vienen a la contra. Ya se sabe, por mucho que suene a simplista, si hay gente, hay votos, y si hay votos, hay atención. Y ya no les digo si hay gente activada.

El trueno de Roca, el reencuentro de Ureña, la pureza de Aguado, el golpe de efecto de Castella, la aparición de Collado, la insensibilidad de un presidente…

Ante ese panorama cada vez tengo menos dudas: contra las tormentas que ennegrecen el futuro no hay mejor antídoto que toreros que interesen y público, mucho público, que cuando se vaya de la plaza tenga ganas de volver. Eso mismo sucedió varias tardes esta feria. Era un gustazo comprobar la satisfacción final de la gran mayoría, ver que legos, turistas, guiris y doctos aficionados se felicitaban ante el toreo de Aguado. Lo bueno se entiende. Lo mismo pasó con Ureña. Y lo mismo diría de Roca Rey, no vayamos ahora, en nombre de ningún canon, a ningunear al fenómeno. O cuando Ponce, en su primera tarde, tiró de oficio y orgullo y defendió el pabellón patrio con algunas de las armas que guarda en el baúl de la experiencia de torero grande y si ese día los toros pedían oficio y disposición para taparles carencias, les dio oficio y disposición de tal manera que los que fueron a verle, que siguen siendo legión por estas tierras, se fueron de la plaza satisfechos de que el maestro siga indemne a la erosión de los años: la misma vergüenza torera, el mismo valor, la misma responsabilidad a la espera de que un toro medio le deje mostrar ese nuevo Ponce del regusto que le está convirtiendo en novedad cuando lleva treinta años de alternativa.

Hay algo que se olvida con demasiada frecuencia: los pases se deben comenzar y acabar, lo enganchas, lo llevas y lo sueltas, y lo vuelves a enganchar, a llevar y a soltar. Ese es el toreo… taparle la cara a los toros y que ruede solamente puede ser un recurso

Al hilo de los triunfos de Ureña, también de Aguado, quisiera poner en valor formas de torear, ellos lo hacen, que no se deben perder en la vorágine de las modas o en la necesidad de triunfar a diario. Hay algo que me obsesiona y me preocupa porque se olvida con demasiada frecuencia: los pases se deben comenzar y acabar, lo enganchas, lo llevas y lo sueltas, y lo vuelves a enganchar, a llevar y a soltar. Ese es el toreo. Es lo que fue siempre. Lo que le vimos a Ordóñez, a Camino, a El Viti, a Manzanares No significa renunciar a la ligazón, ni quedarnos en el unipase con el que el maestro de Ronda disimulaba en ocasiones las carencias de su última etapa, recurso al que tanto se agarraba la crítica menos ordoñista para señalarle y que en determinado momento adoptaron otros diestros. Lo que no vale, y es a lo que voy, es esa práctica cada vez más frecuente de dejarle la muleta en la cara a los toros y girar y girar sin que el toro se salga nunca de la reunión. Será de gran efecto visual pero no deja de ser ventaja, un recurso para los toros huidizos, que solo se puede aceptar como excepción y no como un medio para aliviarse.

Y en medio de toda esa amalgama de toreo, de uno y otro estilo, para gustos colores, las Fallas 2019 han sido la culminación de los despropósitos mañaneros, un baile de camiones, con toros adelante y toros atrás, que prácticamente nunca mejoraban las primeras versiones de las corridas y, lo que es menos comprensible, no obedecían a ningún criterio que se pueda entender, lo mismo dejaban un toro atrás porque enseñaba las palas que aprobaban otro astigordo y gordinflón o aceptaban un juguete… Su actitud solo se entiende como una postura de enconamiento e interesada resistencia como trasfondo, algo que no quiero creer por ahora, o simplemente es consecuencia del desconocimiento. En cualquier caso se han convertido en una traba más que no beneficia nada a nadie. A nadie.

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