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Eva o Manolo

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 23 de marzo de 2019

No he conocido un país similar al nuestro, tan empeñado en revisar su historia en su propio detrimento. Una de nuestras constantes vitales es jodernos entre nos, asunto tan deportivo como costumbrista, en nuestro paisaje diario hay siempre un Caín para un Abel. Es como si el autor del Antiguo Testamento hubiera pensado en Hispania al escribirlo. Sobre la manzana de Eva prefiero no entrar pues anda la cosa para pocas bromas, pero se cuentan los días para prohibir este texto bíblico por machista.

¿Por qué Eva y no Manolo? El de la sibilina serpiente y la seducción, el método infalible para hacer pecar, para crear un sindiós. Pues porque así lo visualizó el autor, hace ya miles de años. Pero, de la misma forma que recontamos y revisamos nuestra ida a América para autoflagelarnos, no me cabe la duda de que el revisionismo llegará al Paraíso y a su manzana. España es como una guerra civil interminable en la que de vez en cuando nos matamos de veras y, sin embargo, siempre nos estamos matando.

Esto de la democracia nos sentó regular y luego mal. Yo creía que esto de las libertades y los derechos era para hacernos más tolerantes, más cultos, más pacíficos, menos gritones, menos faltones, menos incendiarios, pero me equivoqué. La democracia se usa para tomarle el pelo al Estado, a España, a los españoles, de parte de los catalanistas. Se usa para resucitar a Franco, cuando hay generaciones nuevas que piden otros referentes. Se usa para hacer leyes que abren una brecha nada constructiva entre hombres y mujeres. Se usa para dividir a los españoles cada día alimentando ese guerracivilismo iletrado, fatuo, cavernario, triste. Triste sobre todo porque todos esos problemas son consencuencia de una pésima educación y una ausencia de cultura. Y recuerdo que los políticos son los que han decidido en este país, durante cuarenta años, nuestra educación.

Está la prensa taurina, más que nunca, dando la cara por Manolo o por Eva, es decir, por el toreo. Y no veo a las gentes del toro posicionarse, definirse. Las veo ahí, a la espera de ver quién gana o qué ocurre. Se siguen dando la mano con los políticos que nos desaparecen. Les siguen brindando toros. Raro, raro, raro

Se usa para cometer ilegalidades como la conjugación del verbo prohibir en tantas cosas y, desde hace mucho, en los toros. Insisto en una cagada paranoica legal sólo al alcance de este nuevo país llamado España: una actividad legal, con respaldo constitucional, calificada como Patrimonio Cultural de los españoles, es prohibida por el alcalde de cualquier pueblo porque le da la gana. Democracia es eso que me da la gana, diga lo que diga la Ley. Los tribunales de justicia de este país se ponen estupendos depende, pero en algunos aspectos básicos y pueriles, la justicia es un esperpento que ampara mentiras de Estado.

Hace poco, en el pregón de una gala de la Federación Helmántica, pregoné un resumen de los quince años de trabajo contra el animalismo. La gente se quedó sorprendida. Lo desconocía. Pero la fibra fue tocada. En los ojos de El Viti, al acabar la gala, vi un brillo de lucha, de orgullo, de esperanza. Alguno dijo que mi pasión era excesiva. Lo suelen decir. De los políticos presentes, ninguno vino a darme la mano, pero no voy a los sitios a que los políticos me den la mano. Le tengo un gran afecto a mi mano. La uso para tantas y magníficas cosas.

Y sin embargo pienso, precisamente porque esta España está en estado de excepción revisionista y prohibicionista, que más que nunca la voz que haya ha de alzarse en lugar de andar por ahí en secreto, tratando de rogar al político de turno para decirle lo cojonudos que somos. Eso se ha hecho en los últimos cuarenta años y el resultado ha sido el setenta por ciento menos de festejos y prohibiciones diarias.

La gente del toro sigue eligiendo sui géneris. Entre Manolo y Eva, deciden que la manzana. Es decir, se quedan en órsay. Porque se trata de decidir, no de escaparse. Escaparse es para Puigdemont. Está la prensa taurina, más que nunca, dando la cara por Manolo o por Eva, es decir, por el toreo. Apuntalando y tapando vías de agua en el casco de este barco. Y no veo a las gentes del toro posicionarse, definirse. Las veo ahí, en la línea de salida permanente, a la espera de ver quién gana o qué ocurre. Se siguen dando la mano con los políticos que nos desaparecen. Les siguen brindando toros. Raro, raro, raro. ¿No? Digo.

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