LA CRÓNICA DE BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Roca impone su ley en Castellón

El peruano cortó tres orejas y respondió a la expectación, que era máxima; Fandi le acompañó por la puerta grande y Manzanares reapareció a buen nivel
José Luis Benlloch
sábado 30 de marzo de 2019

Roca Rey impuso su ley en la primera corrida estrella de la Magdalena. Cortó tres orejas y respondió a la expectación, que era máxima. Se sentía al entrar -plaza rebosante- y al salir -rostros felices y ganas de volver-. Toreó a sus dos oponentes tal cual correspondía, con pausa, con un toreo curvo e interesante a su primero; con un toreo de insistencia y por sus bemoles a su segundo. La lió con el capote en dos quites de gran nivel. Unas gaoneras de quietud máxima en su primero, derecho como una torre, ajustado como en un baile de romance. Y en su segundo resucitó aquel quite combinado de chicuelinas y altaneras que hizo propio Paco Ojeda en su momento, tan ajustado y tan consentido, ante un toro que empezaba a cobardear, que se lo llevó por delante. La voltereta, estoy seguro, encogió el ánimo del mundo empresarial. La temporada, en vilo. Y ahí vino la reacción propia de figura: sin darse tiempo a reponerse ni a que se repusiese nadie, mandó taparse a la cuadrilla que permanecía próxima y alerta ¡fuera!, y en los mismos medios, de nuevo la chicuelina, la altanera, el medio farol y la brionesa, y Castellón, fiesta plena, en pie y sin ganas de sentarse.

En ese ambiente El Fandi remó toda la tarde en busca de la puerta grande. La consiguió con sus armas, con la precisión banderillera con la que ha recorrido el mundo, con un toreo de capa en los lances de recibo pausado y de gusto, seguido de un toreo en los quites alborotado y muy vistoso además de sendas faenas muy Fandi. Josemari, que reaparecía, un respiro para las empresas en tiempo en que tanta falta hacen las figuras, volvió seguro y confiado. La condición física, recuperada. El ánimo, alto. En las dos faenas hubo toreo de capa de planta firme y buen juego de brazos. Los dos trasteos tuvieron la arquitectura propia del mejor Manzanares. Fue el único que se fue de la plaza por su pie, fundamentalmente porque se empeñó en matar recibiendo a su primero y lo pinchó por dos veces antes de cobrar un magnífico volapié.

Ese sería el resumen de la primera tarde estrella de la Magdalena. ¿Crisis, quién dijo crisis? A la hora de comenzar, los vomitorios no acababan de dar paso a toda la afluencia de espectadores. En los carteles se anunciaban los toros de Juan Pedro. ¿Que cómo fueron? Pues una corrida para las figuras, entiéndanlo. Bonitos, gordos, con el pedigrí de la casa, que luego dieron juego variado. Clase, clase, tuvo el segundo, pero muy poca alma. Dificultad, nada insalvable para Roca, tuvo el sexto, al que le faltó de todo, especialmente ganas de embestir. Tampoco fue bueno el quinto, que tuvo más genio que bravura y posiblemente de esa condición surgió el que tuviese más transmisión que el resto. Los demás navegaron en un tono medio. Apenas les picaron, al lote de Roca prácticamente nada, y todos se dejaron hacer.

La tarde la abrió El Fandi con un toro de a los que toda la vida se les llamó un dije, que en realidad quiere decir un muñeco, con el que anduvo fácil y sobrado hasta que el muñeco se vino abajo. A su segundo tuvo que aguantarle alguna mirada inicial para meterlo en el canasto con un toreo muy correcto, academicismo que no alcanzó al gran público hasta que puso en escena los fuegos de artificio y el tendido se convirtió en una auténtica algarada. Ni qué decir que a los dos toros los banderilleó con una absoluta exhibición de facultades, dominio del territorio y una precisión rotunda. Dos espadazos pusieron en sus manos una oreja de cada oponente. Misión cumplida, puerta grande y la parroquia contenta.

La primera faena de Josemari al toro de la clase tuvo pasajes deliciosos, muletazos, sobre todo con la derecha, volcados atrás, de generoso temple y series todo lo largas que admitía el juampedro. Si hubiese que resumir el pulso, habría que decir que hubo mucho torero, mucha clase por parte de ambos y pocos poderes por parte del toro. Su segunda labor, nacida con los mismos planteamientos, tuvo menos templanza pero más vibración, la que puso el temperamento del toro, que, como queda dicho, tuvo más chispa que calidad, detalle que pudo confundir. A este sí que lo mató de una buena estocada y hubo una oreja y petición incluso de la segunda.

Lo de Roca Rey es todo un espectáculo. En realidad, una comunión de torero y público de principio a fin. En Castellón mostró un dominio absoluto del toro, del escenario y de las emociones. Todo giró en torno a su voluntad: su andar por la plaza, el ritmo que le impuso a los toros, los planteamientos clásicos, el recurso de los calambrazos en los momentos más oportunos… con lo cual, en ningún momento bajaba la tensión del espectáculo. Se lo hizo a su más bonancible primero y se lo hizo al renuente y cobardón sexto. En estos momentos es muy difícil, por no decir una quimera, que Roca no imponga su ley ante cualquier toro. Ayer en Castellón quedó claro una vez más.

A modo de reseña: El Fandi, oreja en ambos; Manzanares, ovación y oreja tras aviso; y Roca Rey, dos orejas y oreja.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 30/03/2019

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