La página de Manolo Molés

Semana de héroes

Manolo Molés
sábado 30 de marzo de 2019

Semana de héroes. Acompañé a mi hermano Padilla en el año siete después de aquel retorno a la vida y el milagro, adonde empezó todo, en Olivenza. La ciudad le trató como un héroe y tenía razón. Menos de cinco meses después del Hiroshima de Zaragoza, tapados los parches, hecho un pincel por fuera y con veinte operaciones pendientes, El Pirata volvió a surcar los mares de la Fiesta. Padilla, diecinueve años hablando con miuras y siete alternando con las figuras. Esos dos circuitos, de piedras uno, de asfalto y moqueta el otro, tenían en Olivenza principio y fin. Eso es lo que duele. Pese a los deberes hechos y el corazón al ralentí. Los toreros, cuando cuelgan los trajes de luces, se apagan las luces de la emoción, los miedos y la gloria. Ahora se levanta cada mañana sin los fantasmas del miedo y el valor, y ya no hay adrenalina ni toro a la espera ni la vida en un hilo ni el público ni la puerta grande. Y no es fácil bajar del Olimpo, pelear en Troya, ganar mil batallas y al día siguiente, hablar con el fantasma de la paz, jubilar el traje de luces y no volver a mirar los ojos del toro. Padilla está tranquilo con su misión cumplida. Pero ya sabe cómo es la terrible soledad del final de las batallas.

Conozco a Juan, es mi hermano, y siendo hijo único, lo acepto. Un torero siempre te enseña cosas que solo ellos saben y sienten. Me encuentro a Capea, figura, un tío que se viste por los pies. Me pregunta por Padilla. Le digo: “Está bien pero no sabe qué hacer”. Y Pedro añade: “Ese vacío es criminal, no sabes quién eres ni para qué vales. Yo tardé año y medio en aceptar que se puede vivir sin torear. La jubilación es una putada para un torero porque tu mente sigue en activo. Y no lo sabe ni tu mujer que duerme al lado. Los toreros retirados seguimos toreando en la cama cuando los demás creen que estamos durmiendo. Nadie se entera pero repasas tu vida toro a toro”.

Mi tierra es “el bou” por encima de todo. Es lo primero que vi, un toraco pasando por la puerta de mi casa. En Castellón, de todos los pueblos de la provincia solo tres muy pequeños, solo tres, no tienen toro en la calle. Las cifras son tremendas

A todo esto, vuelve tras perder también el ojo izquierdo y tras ganar su retorno, Paco Ureña. La bondad y la pureza. Un hombre bueno y un torero sin trampas. Con la misma merma visual de su amigo Padilla, con los mismos cojones, que diría un clásico, y con la grandeza de los toreros de gusto, clase, temple y arte. Cíclopes de la gloria, profesionales para el ejemplo. Ellos hacen grande este espectáculo. Qué bien toreó, qué bien le entendió la afición, qué bueno que el futuro viaje en su esportón todo el año. Quieran o no, Juan y Paco son héroes de la Fiesta. Ambos han peleado mucho hasta llegar arriba. Padilla es alumno del torero más puro y peor cantado: Rafael Ortega. Y Ureña es la prolongación en humanidad, humildad y torería de su cercano maestro Dámaso González, un personaje que fue tan grande que nunca tuvo necesidad de presumir de ello.

La Fiesta recupera la mejor salud cuando te das cuenta de que cada año hay siembra y florecen nuevos toreros, nuevas ilusiones. Uno de ellos lo ha logrado y por el camino de piedras, sin alfombras, porque ha crecido en el circuito duro y puro de la marginación y, en el mejor de los casos, gloria bendita, de los victorinos. El triunfo en Vistalegre le pasó factura a Emilio de Justo. Esa lesión le quitó del aperitivo del lujo que es Olivenza y de lucir en ese primer gran escaparate que es Valencia. Pero si esperó tantos años, no le hará mella este parón. Ojalá vuelva pronto porque ahora mismo, para mí y para muchos, tiene el mismo valor e interés que a lo que llamamos figuras. Este, como diría el viejo y sabio Chenel, “sabe torear”. Que no es fácil.

Rescatada Valencia, esta es la semana de mi tierra, Castellón, donde me llevaban de pequeño a los toros mis padres o iba yo escapándome del internado de los Escolapios. Mi tierra es “el bou” por encima de todo. Es lo primero que vi, un toraco, el toro de cuerda, pasando por la puerta de mi casa. En Castellón impactó una cornada y su sonido a Litri padre con un toro de Palha. Venían toreros figuras pero yo me quedaba más con los de casa: Pepe Luis Ramírez, Rodríguez Caro, Zabalza, Rufino Milián… ahora Matilla y Manolito Chopera han cuajado una feria atractiva y ojalá que con toros que respondan. Mi tierra es torista en el buen sentido de la palabra. En Castellón, datos contrastados, de todos los pueblos de la provincia (y son muchos) solo tres muy pequeños y con menos de cien habitantes, solo tres, no tienen toro en la calle. En los demás, las cifras son tremendas. ¿30, 40, 50 toros por año? O más. Y ganaderías de prestigio y bien pagado.

MIGUEL ABELLÁN HA PAGADO EL PRECIO DE LOS TOREROS BRAVOS

Le descubrí en Chinchón. Televisamos toda la feria de novilladas. Y el ganador fue un crío con muy buenas maneras llamado Miguelito Abellán. El sabio Victorino estaba en el jurado. Él y tres más. Pero cuando vio a Miguel, nos dijo: “Si no os importa, me quito del jurado y le voy a apoderar”. Dicho y hecho. Miguel ha sido un torero honrado, muy de Madrid y muy de verdad. Y pagó un altísimo precio en cornadas. Aunque nunca perdió su sonrisa y su cara de niño travieso. Le han quitado un riñón y se está jugando el otro. Habrá gente que diga: ¿Y a mí qué? Pues a mí y a ti, que eres aficionado y me estás leyendo, sí nos importa. Y ojalá que no le falte la salud por todas esas tardes en las que no se guardó nada para que el que pasaba por taquilla no se sintiera defraudado. Fuerza, Miguel, ojalá que podamos volver a verte hacer el paseíllo con tu terno de guerra, ese blanco con el que tantas tardes en Las Ventas lo llenaste de gloria y, a veces, de sangre propia. Y es bueno, esto te lo digo a ti que me estás leyendo, que no olvidemos a aquellos que se lo jugaron todo para que saliéramos satisfechos de una tarde de toros. Abellán no se merece un final triste cuando ha pagado el precio de los toreros bravos.

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