La Pincelada del Director

La feria de los artistas

En la capital de La Plana quedó negro sobre blanco que los carteles tienen que tener un argumento. El que sea, pero que vaya más allá de la rutina o el interés particularísimo de quien sea. O lujo o sentimiento, por ejemplo. Esas son dos buenas alternativas
José Luis Benlloch
martes 02 de abril de 2019

Ha sido la feria de los artistas. Morante y Fino. Fino y Morante. Los dos protegidos y blindados por el manto de la torería. Así cualquiera, se podría decir. Esa fue la noticia de la Magdalena teniendo en cuenta que lo de Roca ya ha dejado de ser noticia, el peruano es una máquina dicho en el mejor de los sentidos, regularidad, seguridad, ve toro en todas partes, todos le son posibles, el bueno por bueno, el otro por emocionante y el que no embiste porque embiste él, tiene vergüenza torera -quiere decirse que no se entrega nunca- y sobre todo, ese es su gran secreto, deja que los toros le pasen muy cerca y eso ahora y siempre tiene premio gordo. Lo de Morante es otra historia, felizmente, impactó sin cortar orejas, sin toros, sin alharacas ni arrimones, sin gran forma física, que es algo en lo que siempre se fijaron los aficionados a estas alturas de la temporada y entendían como garantía de buen momento. ¡Está seco, está hecho un junco!… se decía para advertir de su momento, pues no es el caso ni lo necesita, ni está seco ni es un junco, ni se topó con el toro de la feria, con su torería le bastó. Habría que parafrasear en esas cuestiones a aquel crítico de Nueva York cuando vio actuar a Lola Flores, “Ni canta ni baila pero no dejen de verla”, dijo, pues eso mismo, no dejen de ver a Morante, no se lo pierdan a riesgo de perderse lo mejor o de no ver nada igual. Con ese talante pasó por la Magdalena y arrasó. Él, tan pausado, tan íntimo en su expresión, tan poco estructurado o eso parece, tan inhibido en demasiadas tardes, pasó como un vendaval. Pasión Morante para todos los públicos. Cuando se pone en ese plan quedó claro una vez más que no hace falta ser aficionado para emocionarse.

Morante impactó sin cortar orejas, sin toros, sin alharacas ni arrimones, sin gran forma física. Con su torería le bastó. Genial

Fino no se quedó atrás. La faena de Fino a su segundo fue una joya, escribí en Las Provincias. Pieza de videoteca. De obligado visionado para los chicos. Para que sepan lo que hay que hacer y lo que no, porque obras de ese calibre, diría que milagros así, hay que rematarlas con la espada y en ese capítulo a Fino, como a Morante, se le apagaron las luces. Soberbio su toreo a dos manos. Desbordante su inspiración y deslumbrantes los resultados. Faena a más que en su tramo final, trincheras y naturales, lo mismo andando que parado, ascendió a los cielos del dios Tauro. Por todo lo dicho es evidente que Fino fue cara y cruz. Dudas y entrega. Cosas de los artistas. Toreó de ensueño y mató de pesadilla toda la tarde. Nada que emborrone lo hecho. Para mi gusto, no. Su gran faena fue el punto y seguido a su triunfo de Fallas. Creatividad, conocimiento de los terrenos, cabeza, mucha cabeza antes de dejar volar el corazón. Lo probó, se cercioró y, cuando lo vio claro, dio rienda suelta a su toreo para deleite general. A su proverbial toreo a dos manos le añadió en el tramo final un natural infinito por su templanza, por su curvatura, porque surgió sin que nadie lo esperase y ¡oh! sorpresa -¡qué es eso!- la plaza rugió al unísono, consecuencia de ese lenguaje universal que todo el mundo entiende y paladea. Misión cumplida, nada para lo que pudo ser, maldita espada.

Finito toreó de ensueño y mató de pesadilla. Nada que emborrone lo hecho. Para mi gusto, no. Su gran faena fue el punto y seguido a su triunfo de Fallas

Ha sido la feria de la semana. Magdalena, festa plena es el grito que acompañó desde siempre la celebración popular castellonense. Este año en lo taurino se cumplió al pie de la letra. Hubo grandes entradas. Excelentes. Si recordamos lo sucedido en Olivenza y en Valencia, la temporada emite buenas señales en su arranque. Tanto como para preguntarse por la crisis que tanto nos agobia. Eso sí, en la capital de La Plana quedó negro sobre blanco que los carteles tienen que tener un argumento. El que sea, pero que vaya más allá de la rutina o el interés particularísimo de quien sea. O lujo o sentimiento, por ejemplo. Esas son dos buenas alternativas. En esa segunda clave se levantó el primer capítulo. Sentimiento local doble, toreros de la tierra, esta vez había motivo, y el toro al que, más que admirar, se adora en estos lares. La fórmula funcionó. Excelente entrada en un día en el que la tradición desviaba al gran público de la capital hacia otras devociones: romería, familia, rollo, caña, gaiata… y le alejaba de la plaza. Eso ha sido así hasta que se le ha dado motivos para lo contrario. Los otros éxitos llegaron con la clave del lujo, figuras agolpadas en una misma tarde, concentración estelar, ya se sabe lo dado que son los públicos de hoy día a ello, y no solo el taurino, lo que les gusta coleccionar acontecimientos, lo apegado que se vive a los nombres. Y a la vera del Mediterráneo, más todavía. Y en esas cuestiones Roca Rey es el amo. Todos le quieren ver. La química con el peruano es total. La gran mayoría está con él, una minoría comienza a ponerle reparos, el proceso siempre es el mismo, hay fenómeno. Se necesitaba. En esa línea cuesta entender a estas horas por qué en ese día, Fandi/Roca/Manzanares, no se puso el cartelito de “No hay localidades”. En la plaza no cabía un alma, ese logro engrandece a los toreros, da razones a los apoderados y sacude la etiqueta de la atonía y la decadencia que quieren colgarle al toreo. Serán las nuevas modas y/o intereses del toreo moderno. Será lo que sea pero ese día en Castellón no cabía un alma salvo riesgo de asfixia. Una gozada de la que se puede presumir.

Varea, otro artista, es torero de los que necesitan tiempo e hizo cosas que le avalan como tal. Sigue mereciendo crédito. Si hay que dar paso a los jóvenes, añádanle

Antes de rematar esta Pincelada, letras negritas para los principales protagonistas. En el recuerdo del arranque Paco Ramos, que ha cogido el punto de torero bueno allende los mares; el buen tono de los adolfos, que tuvieron presentación acorde a su cartel; el fenómeno, Roca, ya mencionado; la vuelta del artista, Manzanares, que mostró un excelente punto, se le necesita y se le espera; la solidez de Perera, que abrió la puerta grande con dos faenas emotivas, de las que acostumbra; y otro artista, Varea, que es torero de los que necesitan tiempo, hizo cosas que le avalan como tal. Sigue mereciendo crédito. Camino de vuelta a Valencia me acuerdo de Fino y de Morante y, si hay que dar paso a los jóvenes, añadan a Varea.

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