La Pincelada del Director

Crear sin vicios adquiridos

En el toreo hay que inventar tanto que casi implica borrar todo y comenzar de cero. Esa ha sido una de las claves de la ascensión taurina de Francia que tantas veces nos ponen como ejemplo, han podido crear sin cargas anteriores
José Luis Benlloch
martes 09 de abril de 2019

Tiempo de interferias. Pasaron Fallas y Magdalena y la temporada se dirige hacia Sevilla, donde se suspira por recuperar los abonos de tiempos pasados que seguramente, seguro, no volverán. Así que no vale la pena quejarse, ni siquiera buscar culpables, sino trabajar. O lo que es lo mismo, habrá que inventar otras estrategias de venta. En ello anda Ramón Valencia. Otro tanto pasa en Madrid. Esos fueron los últimos bastiones en los que los abonos permitían arrancar las ferias sin apenas suspense económico, con el negocio hecho. Ahora manda la venta por corridas concretas. Estamos en otro escenario, ni mejor ni peor, diferente, también más exigente. El tema no es baladí, ni se puede orillar argumentando que allá los empresarios teniendo en cuenta que por encima de otras influencias el futuro de la Tauromaquia pasa por su sostenibilidad, por su viabilidad económica. O hay taquilla o se reparte ruina. Los motivos del cambio son múltiples y variados: las economías familiares no dan para tanto; las ferias grandes son muy largas y, por tanto, muy caras; faltan figuras que estimulen el gasto, esa es la madre del cordero como prueba de que cuando asoma alguna se resuelven muchos problemas y hasta faltan abonos; que los toros, ese es otro motivo, han perdido relieve social, así que los del aluvión van el día concreto y luego si te he visto… algo así como o fotógrafos y glamour o apagón, lo siento por los más fundamentalistas pero es lo que hay; también influye la mayor facilidad actual para acceder a entradas para los días de interés incluso sin salir de casa… Por todo ello ganar la batalla de los abonos a la antigua usanza, en referencia a los tiempos en los que tener dos abonos de barrera en la Maestranza o en el tendido 9 ó 10 de Madrid era para algunos como tener ahora la renta de dos pisos turísticos, es actualmente una quimera, un imposible. No lo es en cambio ganar la guerra económica de las ferias, al contrario, todos los indicadores hablan de una recuperación del número de espectadores en las últimas ferias con cifras que dan motivos para creer. Y ese, el llenar tarde a tarde, debe ser un objetivo y un estímulo.

Morante, Finito, Aguado, Varea… lograban que emergiese su sentir y era como un calambrazo, como si arriasen las pancartas del consumismo. Solo les falta alcanzar la frecuencia necesaria para no perecer en las procelosas aguas del mercadeo. Un mínimo…

Habrá que darle interés a todos los carteles, habrá que darle al magín y estrujar la imaginación, exigir mejores condiciones -tratamiento de espectáculo cultural- a la Administración de forma coordinada, no valen las guerrillas; y hasta tendremos que fijarnos en los planteamientos de otros espectáculos que se suponen más avanzados en esas materias. Mosquea, y es solo un ejemplo, que mientras en todo el mundo se prima con descuentos la venta anticipada y si se acaba el papel se ha acabado y/o se programa otra sesión, en los toros no dejan que se acabe por cuestiones reglamentarias y hay que vender las últimas, el cinco por ciento, el último día por unas razones que se pierden en la noche de los tiempos; y no mosquea menos que mientras en la música se calcula al milímetro el número de conciertos de cada artista para no matar el interés por saturación, por no hablar del orgullo de los artistas que hace que quien actúa en el Olympia de París, pongo por caso, no lo hace en el teatro de los arrabales de la capital mientras que en los toros las grandes figuras pueden actuar días antes o después en una gran feria y en un pueblo próximo y provocar despropósitos como que valgan más caras las entradas en ese pueblo con toros de tercera que en los grandes escenarios con toros de primera… Por casos así hay que inventar tanto que casi implica borrar todo y comenzar de cero. Esa ha sido precisamente una de las ventajas clave de la ascensión taurina de Francia que tantas veces nos ponen como ejemplo, que han creado sin vicios adquiridos. Mientras eso sucede, habrá que confiar en las iniciativas individualizadas. El clímax general es favorable, todos buscan soluciones y la catarata de carteles que han visto la luz los últimos días confirman los esfuerzos, se busca más que nunca calidad e interés.

Aparte de los buenos datos de asistencia en Fallas y Magdalena, las primeras ferias trajeron otras conclusiones muy esperanzadoras. Una, que ya comentamos la semana pasada, es que el arte sigue cotizando alto como sucede con todos los bienes escasos y, aunque suene a desconocido cuando se pone sobre la mesa, la clientela no solo lo entiende sino que se estremece cual si hubiese dado con la piedra filosofal. Se apreció con Morante, con Finito, con Aguado, con Varea… lograban que emergiese su sentir y era como un calambrazo, como si arriasen las pancartas de los retorcimientos y el consumismo. ¡Abajo los destajos! Calidad es la idea o espiritualidad. A todos ellos, a unos más que a otros, claro, solo les falta alcanzar los mínimos de frecuencia necesaria para no perecer en las procelosas aguas del mercadeo. Un mínimo.

Otra buena nueva que trajeron esas mismas ferias es que muchos de los toreros jóvenes o novedosos a los que se había dado entrada y de los que tanto se había hablado dieron la talla. No es poco aunque todavía no sea suficiente para resolver problemas como el de los abonos, ni tampoco sería justo que les echásemos encima esa responsabilidad. Faltaría más. Todos ellos y todo lo logrado necesita ahora de la reválida de las ferias que se nos avecinan. Yo les tengo fe. Si insisten encontrarán la recompensa. Yo me resisto a decir que el toreo vive en un mundo justo pero estoy convencido de que lo bien hecho encuentra respuesta y seguramente más rápida de lo que se reconoce, solo que con frecuencia se dan por ganadoras carreras que no han hecho más que comenzar.

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