Desde el Arenal

El voto taurino

Carlos Crivell
viernes 26 de abril de 2019

Si hay algo que no me gusta es hablar de toros y política, pero la realidad se impone. Mi afición es el toreo, lo mismo que la de muchos españoles. No quiero que ningún político advenedizo proclame su intención de atacarlo o que trate de suprimirlo. Mantengo que los motivos fundamentales por los que se deposita la papeleta del voto suelen ser en general necesidades prioritarias: sanidad, educación, empleo, cultura… Sin embargo, hay motivos novedosos a la hora de votar. Por ejemplo, la unidad de España. A quienes desean que España se desintegre o a los que no defiendan con energía la integridad del territorio, nunca les prestaría mi voto. Todos sabemos que, aunque parezca mentira, hay partidos constitucionalistas que están dispuestos a aliarse con los golpistas a cambio de mantenerse en el poder.

Pero hablamos de toros. Los partidos que se han manifestado a favor de los toros también mantienen la necesidad de unidad de la patria. No me ha gustado que se haya utilizado a los toros para captar votos, lo mismo que me desagrada el desembarco de toreros en las listas electorales. Hay varias opciones para poder elegir. El voto taurino no debe favorecer a quienes no han sido firmes en la defensa de la Fiesta, adaptando posturas ambiguas según cada ámbito para no perder votos.

Los aficionados a los toros iremos el día 28 a las urnas a elegir a nuestros representantes para cuatro años. El voto taurino tiene pocas opciones, apenas dos o tres. Si se cumplen los avances sobre los sondeos publicados, el futuro no es muy halagüeño, porque el partido que gobierna, repito que ambiguo y cambiante con la Fiesta, está dispuesto a formar coalición con quienes tienen como meta en sus programas el fin del toreo. Insisto que el voto es libre y que el español tiene muchas necesidades fundamentales a la hora de elegir, pero no está de más reflexionar sobre estas cuestiones que pueden poner en peligro nada más y nada menos que todo lo relacionado con la Tauromaquia. Después no valen las lamentaciones. Estamos a tiempo de que el día 29 no tengamos que recordar aquello de que hay que resignarse, aunque lógicamente acataremos los resultados. Que nadie nos diga: disfruta de lo votado.

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