Hoy hace 500 años que murió el gran Leonardo Da Vinci y El Juli lo ha celebrado esculpiendo una de las obras de arte más completas de sus más de dos decenios de figura del toreo. Y lo ha hecho nada menos que en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, allí donde todavía se percibe el aroma de las grandes tardes de Joselito, Belmonte, Pepe Luis y Curro Romero. Con un toro de Garcigrande, que en otras manos habría pasado sin pena ni gloria, el madrileño cinceló una obra de arte torero que ha demostrado que para los grandes de verdad siempre puede haber un “más allá”. Solo cuando se conjugan la raza, la afición, la ambición de triunfo y una cabeza de privilegio en un torero, se puede producir una catarsis como la que El Juli ha dejado para la historia en el coso maestrante. Una faena equivalente a la cumbre escultórica que dejó Miguel Ángel con su Pietat. Por eso, para Julián López “El Juli” y para la afición sevillana, la Puerta del Príncipe de Sevilla ha sido hoy como El Pórtico de la Gloria.
Antes del estallido “juliano”, Morante de la Puebla ya había dejado en el dorado Jardín del Edén torero que es el ruedo sevillano, seis verónicas y media que fueron como un ramillete de rosas restallantes de hermosura, puestas a los pies de la diosa del toreo. Seis joyas para la historia del rubio albero, archivo de tantas y tantas tardes gloriosas a orillas del Guadalquivir. “Giralda, madre de artistas/molde de fundir toreros/ dile al Giraldillo tuyo que se ponga un traje negro”, escribió el poeta llorando la muerte de El Espartero. Pero después del quite de Morante, al Giraldillo habría que levantarle el luto y maquearlo con un vestido de luces del de La Puebla, para que presuma con la sevillanía que ha derramado esta tarde en La Maestranza uno de los artistas más inspirados que ha dado el toreo.
Y Perera… ¡Qué difícil lo tenía entre al arte de José Antonio y el enclasado y valiente magisterio de Julián! Así y todo la reciedumbre y rotundidad de su toreo no han pasado desapercibidas esta tarde en la catedral del toreo.
