La pincelada del director

De Justo avisa camino de Madrid

Los victorinos, a los que les pegaron sin contemplaciones, tuvieron interés y soltaron dos toros de triunfo y varias alimañas, que no es poca cosa
José Luis Benlloch
domingo 05 de mayo de 2019

La corrida de Victorino tuvo muchas lecturas positivas. Otras no tanto. Por ejemplo lo que le pegaron en varas, tela. Que no digo que no hubiese que darles, que más de uno lo pedía, pero se podía hacer con más disimulo, con menos saña pública y solo lo que necesitasen, ni poco ni mucho, aunque ya sé que es materia de difícil medida. El caso es que en Sevilla, una tarde más, les dieron de manera inmisericorde –aunque alguno, como ese segundo, se salvó-. Dada la leyenda se puede hasta comprender, es como si pagasen el precio de su gloria, pero no se debe olvidar a la hora de juzgarlos porque todo seguido viene aquello de que los victorinos ya no son lo que eran cuando por esta vez tuvieron muchas cualidades de lo que fueron y siguen siendo. Hubo dos toros de triunfo grande, el tercero, al que después de aguantarle dos probaturas angustiosas, le embistió a Emilio de Justo con el ritmo y la emoción propios de los de su raza; y hubo un toro cuarto con cualidades de toro importante, en realidad de gran toro; y un primero para abrir boca, de mucho temperamento inicial, de los que te hacen pensar aquello de por qué me habré pedido la de Victorino; luego dos que permitieron ahondar aún más en ese pensamiento, justo los de Escribano; y un último, feo, grandón, más bonachón y menos victorino, que no quiere decir fácil. Un conjunto interesante que una vez más jugó en desventaja con otras corridas a las que alivian con dos picotazos y luego nos enamoran por su movilidad y duración. Con más tino estoqueador les pudieron arrancar unas cuantas orejas más que en su caso tiene mucho e importante significado. Que una corrida suelte dos toros de triunfo no es poco.

Y entre las lecturas positivas de la tarde, apunten el llenazo, esta vez sin figuras de las de relumbrón, tengámoslo en cuenta para animarnos de cara al futuro; y tengamos en cuenta también, subráyenlo en rojo alerta, a Emilio de Justo, que no solo cayó de pie en su debut sino que avisó, camino de Madrid, de lo que puede ser un suceso importante. El asiento que mostró en la Maestranza, su colocación ante el toro, la solidez de su toreo, el sentido de las distancias y la solvencia/facilidad con la que iba resolviendo los problemas que le presentaban los toros gustaron mucho en la Maestranza ¿cómo no? pero eso mismo en Madrid puede ser un suceso de los grandes. Y no me quiero olvidar de Antonio Ferrera, que recién bajado del avión, con el toro mexicano en la cabeza y una gripe la mar de desestabilizadora, tuvo agallas para descubrir lo de bueno que tuvo el cuarto, que hasta ese momento era un huracán.

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