La Pincelada del Director

Sevilla, la lealtad tuvo premio

Cuando parecía que se había tocado la gloria definitiva con la ciencia de Juli, llegó la convulsión de Roca; y cuando ese mismo Roca parecía predestinado a ser el gran triunfador, surgió el toreo celestial de Pablo Aguado y hasta el arrebato de Morante
José Luis Benlloch
martes 14 de mayo de 2019

Sevilla estuvo a la altura de Sevilla. De su historia, de su significado, de las expectativas que se renuevan cada año. La feria más sevillana de los últimos años acabó siendo la más triunfal. Será el peso de la lógica. También podría titularse “la lealtad tiene premio”. Sevilla o rezuma lujo o no es Sevilla y este año los carteles eran eso. Sumaron muchas figuras y muchas novedades y acabó siendo Sevilla en estado puro. Hubo toros y toreros y el ciclo se convirtió en una sucesión de acontecimientos. Sería bueno que se reconociese sin rubor. Gran feria. No es mejor aficionado aquel que más veces dice no. Esta vez hubo muchos hitos. Tantos que más de un triunfo de interés, Urdiales, Perera, De Justo… se va a quedar aparcado en un injusto olvido. Cuando parecía que se había tocado la gloria definitiva con la ciencia sin límites de El Juli por la Puerta del Príncipe llegaba la convulsión de Roca Rey, la Maestranza clamando la concesión del rabo como hace cuarenta y ocho años cuando Paco Ruiz Miguel le cortó la cola a un miura. Y cuando ese mismo Roca parecía predestinado a ser el gran triunfador, surgió el toreo celestial de Pablo Aguado que conmocionó a todo el mundo, a todos menos a la tele pública que se supone de todos y una vez más hizo mutis en los informativos. Incluso Morante, que se le tenía reservado un papel de artista indolente se arrebató y toreó como sólo está al alcance de su santa voluntad y hasta mató como los mejores estoqueadores, por derecho, muy entregado. Paco Mora me contó que como Martín Agüero, pues como Martín Agüero, arrebatado de torería y hasta es posible que de celos, porque los artistas también se celan cuando alguien se atreve a pisar su jardín y ese mismo día se lo estaban pisando y de qué manera.

Gran corrida de Fuente Ymbro. En ese cruce de caminos en los que se encuentran muchos ganaderos -¿libertad o figuras?…- Gallardo hace tiempo que eligió servir al público y a sus gustos personales

Pero por encima de todo esa fue la tarde que marcó la feria, la que quedará en el imaginario popular, la tarde de la eclosión de Aguado con los jandillas, la misma en la que Morante se rebeló y Roca Rey se sorprendió de que alguien pudiese venir a enmendarle la plana de triunfador. Una lección, superada la sorpresa no creo que dado su carácter le vuelva a suceder. Erró por esta vez el planteamiento. Si en su primero se fue a portagayola sin más, sin anestesia, porque sí, porque le petaba y le empujaba la casta, en su segundo debió irse porque tocaba remontar aunque ello supusiese darle importancia al oponente. Porque cada cual debe jugar sus armas y las de Roca son esas. No hubiese sido nuevo. A un ataque se resuelve con otro ataque. Hubo tarde en que esa postura la adoptó el mismísimo Morante en respuesta a Talavante, que le había tocado el alma en su Sevilla. A portagayola o cualquier otro recurso, que Roca los tiene y sobrados, todo menos dejarse imponer sin más el signo artístico de la tarde. De la importancia de todo lo sucedido ese día habla bien a las claras que apenas nadie hablase del número de orejas concedidas, de si cuatro eran muchas o pocas o justas. El impacto emocional estuvo por encima de todo.

Y no paró ahí la cosa. Cuando parecía que la feria era cosa de los coletudos llegó la corrida de Fuente Ymbro pidiendo sitio en los altares de la gloria ferial. Fueron seis toros, seis torazos en realidad. A eso se le llama trapío: suma de armonía, seriedad, cuajo, belleza, los pitones mirando al cielo, los riñones cubiertos, las cañas finas… Así van a Sevilla los ganaderos de vocación, así se va cuando se hace abstracción de los gustos/exigencias de las figuras y apuestas por la libertad. Fue todo un lujo o un lujo sobre otro lujo: la corrida en sí misma -por su forma de embestir, de hacerse respetar y pelear hasta el final- y la posibilidad de elegir del ganadero. En ese cruce de caminos en los que se encuentran muchos ganaderos, libertad o figuras, Gallardo hace tiempo que eligió servir al público y a sus gustos personales que no están muy lejos unos de otros y luego el que quiera alistarse que se aliste y si no… ¡vayan con Dios, ustedes, las figuras, se lo pierden! El resultado fue que el sábado de farolillos por la puerta de chiqueros fueron saliendo los toros-torazos de Gallardo, tres, cuatro nada menos, para hacer el toreo de ley y autentificar la verdad de la Fiesta. Al fin y al cabo no se trata solo de asustar, ni de hacer imposible el toreo, y los fuenteymbro que se hacían respetar, faltaría más, dejaban hacer el toreo como se quiere que se haga hoy día. Se puede decir que cuando ocurre es como alcanzar la cuadratura del círculo, pues eso pasó. Otro día puede que no sea así pero en Sevilla lo fue, gran corrida de Fuente Ymbro. Por bastante menos méritos se han dado vueltas al ruedo hasta en la mismísima Sevilla. Se distraerían.

Acabada Sevilla, arranca San Isidro. Más madera.

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