La Revolera

La otra fiera

Paco Mora
jueves 30 de mayo de 2019

Un sector del público de Las Ventas se ha ganado hoy a pulso el calificativo de “la otra fiera”. Sobre todo mientras Manuel Escribano se estaba jugando la vida con el cuarto “adolfo” de la tarde, que al final lo ha metido en el hule con un cornalón de caballo. No es de buenos aficionados cuestionar pase a pase la labor de un hombre vestido de luces frente a un toro que, todo lo encastado que se quiera, ha sido un peligro latente desde que salió por la puerta de chiqueros.

A media faena, el morlaco, feo y exagerado de cara como todos sus compañeros de encierro, comenzó a buscar con ahínco dónde hacer carne en el cuerpo del torero de Gerena. De lo cual han hecho caso omiso esos “listos” de pacotilla que solo van a la plaza añorando la tragedia. Pues bien, ahí la tienen. Que duerman tranquilos esta noche si pueden, mientras el equipo médico de Las Ventas lucha por salvar la vida de un valiente con el cuerpo lleno de cicatrices que tienen el nombre, casi todas, de toros de ganaderías de encastes similares al de los de esta tarde.

El valenciano Román ha visto sobrevolar también durante toda la lidia la sombra de la tragedia. Pero sus ángeles de la guarda, con sus hábiles capotillos de nubes como de algodón en rama, han hecho esta tarde horas extraordinarias para conseguir que saliera de la plaza por su pie y con un trofeo en la mano. Porque pese a sus notables avances técnicos, el valiente y simpático Román sigue siendo un tigre de Bengala que no da un paso atrás frente a todo lo que sale por los chiqueros.

Roca Rey, en su primero ha estado como cualquier otro torero al que le hubiera tocado el tercero de la corrida. Terminar la lidia en pie frente a semejante energúmeno ya era una hazaña. En su segundo y último de la tarde, con mayor calidad y embestidas más templadas, se ha parecido mucho más al joven fenómeno que tiene ilusionada a la afición de toda España y la América taurina.

El “usía” se ha mostrado cicatero en el premio a los matadores. Roca Rey mereció al menos una oreja del sexto. Porque no vale tampoco querer paliar los errores de exceso anteriores, haciéndoselos pagar a los que vienen después. Pero ya es más que sabido que los del palco se sienten los dioses de su séptimo cielo…

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