LA REVOLERA

Un “Poeta” y un “okupa”

Paco Mora
miércoles 05 de junio de 2019

Pocas veces se ha hecho tan realidad como esta tarde en Las Ventas aquello de Ortega y Gasset de que las reacciones del público de una plaza de toros suelen ser el reflejo del estado del país. Efectivamente, el “usía”, encaramado en la mejor localidad del recinto en el que se celebra el rito taúrico, se ha pasado por el forro la opinión mayoritaria, claramente expresada, de un público que llenaba la denominada, con razón, primera plaza del mundo, y le ha negado a Ginés Marín la oreja que le hubiera permitido abrir la Puerta Grande.

Cuando un hombre, impasible y gozando seguramente de su privilegio de ciscarse impunemente en el entusiasmo de quienes, pasando por taquilla, hacen posible que hombres como él se arroguen el derecho que no tienen a hacer prevalecer su opinión sobre la de más de veinte mil espectadores, es que el país es poco menos que un barco a la deriva. Otra vez hay que recordar a Ortega, nuestro filósofo más universal, y lamentar que un siglo después de que las expresara, sus palabras sigan siendo tan válidas como cuando las pronunció. ¿Y nos extraña que los procesos electorales acaben en auténticos chalaneos que convierten la gobernabilidad de España en un mercado persa?

“Poeta” se llamaba el bicorne de Domingo Hernández lidiado en tercer lugar por Marín, y si bien a este le faltó quizás oponer a sus dulces y magníficas embestidas un poco más de fibra, lo cierto es que lo templó por todos los palos entre el aplauso generalizado de los espectadores, que cubrieron con la nieve de sus pañuelos los tendidos solicitando los máximos trofeos. El toro era tan dulce en sus embestidas que el empate que significó que el animal se llevara una oreja puesta al desolladero y el torero extremeño-jerezano exhibiera otra en su vuelta al ruedo no chirrió en absoluto. Lo realmente irritante es que en el sexto y último de la tarde, más encastado y repetidor, aunque sin la nobleza del tercero, después de una faena vibrante, valiente y entregada el presidente pusiera pie en pared, despreciando olímpicamente la petición firme, duradera y unánime de un trofeo que hubiera permitido a Marín abandonar el coliseo en volandas.

Moralmente esta tarde ha habido Puerta Grande para el torero citado. Solo el empecinamiento y la autosuficiencia del “usía” han impedido que se hiciera realidad. Pero vamos a ver: ¿Quién le habrá dicho al señor como se llame, que ni lo sé ni me importa, que su sola opinión es más válida que la de veinte mil espectadores que han pagado su entrada? En una democracia consolidada nadie puede tener impunidad para hacer de su capa un sayo, frente al criterio claramente expresado del pueblo que paga y mantiene el espectáculo. Ese hombre ha perdido el derecho a volver a sentarse en el palco de Las Ventas, para seguir irritando al público con su sobredimensionado ego, cuando el Reglamento dice con tanta claridad que la primera oreja se debe conceder a petición mayoritaria del público. Vamos, que es a los espectadores a quienes corresponde adjudicarla y no a él. Repito, no sé cómo se llama el interfecto, pero para mí desde hoy será siempre el “okupa” de Las Ventas del Espíritu Santo…

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