De él se puede decir aquello de que es torero y lo parece. Lo es a tiempo completo, a full time, y en el sentido más amplio del término. Lo es también cuando toca serlo, como cuando dejó la montera en la puerta de la enfermería de Las Ventas en aquel brindis a un Román herido minutos antes. Lo es por la torería destilada esa misma tarde instantes después de ver de cerca la parte más dura del toreo. Y lo es porque toreros con su personalidad no abundan y se hacen más necesarios que nunca
– “Es muy difícil templar el tiempo, tener prisa por el triunfo y a la vez tener que torear muy despacio es complicado. Hay mucha presión, porque la hay, pero es obligatorio torear templado”
– “Con los sentimientos a flor de piel se torea de otra forma. La entrega y la manera de romperse ante el toro es distinta. Yo estaba roto por la cornada de Román. Los sentimientos estaban más sensibles y me desmadejé”
– “He sido el torero al que justa o injustamente más le han arreado. ¡Me han arreado por cosas que yo no entendía! No sé si por torpeza o por personalidad, pero he seguido un camino del que no me he salido nunca”
– “Yo sabía cómo quería torear pero no sabía cómo hacerlo. En cualquier profesión se adquiere primero el oficio y luego se desarrolla la personalidad. Yo tenía seña de identidad pero no tenía oficio. He creado una técnica para mi forma de torear. Eso me hace ser un poco diferente”
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