LAS VERDADES DEL BARQUERO

¡No hay billetes!

Las valoraciones de San Isidro se han disparado y todavía colean. Los ganaderos han sido razón clave de la cara triunfal de una feria obligadamente desigual por prolija. La rivalidad de fondo entre dos encastes muy dispares -Domecq y Albaserrada- ha resultado espectacular ya que no proporcional. En el cómputo de llenos y triunfos, ventaja sustantiva de los toros domecq
Barquerito
viernes 28 de junio de 2019

Dos de las corridas de mejor nota de San Isidro no entraron en el bombo famoso: la de Victoriano del Rio y la de Santiago Domecq. Tampoco los cuatro toros en puntas de Núñez del Cuvillo de la tarde de la Beneficencia. La razón formal de la exclusión es de Pero Grullo: esas tres corridas, las dos completas y la media, aunque integradas en la feria de San Isidro, se jugaron fuera del abono.

En las tres estuvieron anunciados los tres toreros de mayor tirón en taquilla. El podio: Roca Rey, El Juli y Pablo Aguado. Ese sería el orden. Con Roca Rey, tres tardes de No hay billetes. Las tres en que se anunció: la corrida de Parladé del 22 de mayo, la de Adolfo Martín del 30 de mayo y la de Victoriano del Río -la corrida de la Cultura- del 15 de junio.

El Juli firmó solo dos y no tres corridas: la de Juan Pedro Domecq del 24 de mayo y la de Cuvillo de la Beneficencia del 12 de junio. En una y otra, el No hay billetes. Dos tardes se ajustó Pablo Aguado. Con casi un mes de separación entre una y otra. La de Montalvo del 18 de mayo y la de la Prensa, la corrida de Santiago Domecq del 16 de junio. No hay billetes el día de la Prensa. Faltaron mil quinientas almas para el lleno el 18 de mayo, primer sábado de San Isidro.

Al podio del tirón, o del No hay billetes, habría que sumar dos nombres más. Los de Diego Urdiales y Paco Ureña. Fueran o no reclamo mayor de cartel, incógnita indescifrable por naturaleza. Con Diego se llenó la plaza el 15 de mayo, fiesta patronal de San Isidro labrador, toros de Fuente Ymbro, y la tarde de la Beneficencia. Lleno con Ureña en la única tarde de El Juli dentro de abono -la de Juan Pedro del 24 de mayo- y la última de las tres de Roca Rey, 15 de junio, la corrida de Victoriano del Río. En la tercera comparecencia por separado de uno y otro, ya sin el apoyo de El Juli o de Roca Rey, se rozó el lleno.

No es aventurado sostener que de los ocho llenos hasta la bandera de San Isidro el de mérito mayor habrá que ponerlo a la cuenta de Pablo Aguado: 16 de junio, saturación al cabo de treinta y tres tardes seguidas de toros, domingo fuera de abono

No es aventurado sostener que de los ocho llenos hasta la bandera de San Isidro el de mérito mayor habrá que ponerlo a la cuenta de Pablo Aguado: 16 de junio, saturación al cabo de treinta y tres tardes seguidas de toros, domingo fuera de abono y El Fandi y López Simón abriendo cartel.

Las dos fechas difíciles de las semanas de San Isidro son los lunes y los sábados. Las más propicias, los miércoles, jueves y viernes. Los martes, depende. Los domingos, un público de aluvión compensa las deserciones de abonados del fin de semana. Una de las novedades estratégicas de la programación de la última feria fue la de traspasar a domingo las tres o cuatro corridas de rejones, que venían copando en exclusiva los sábados. Solo la última de las cuatro, la de Pablo Hermoso de Mendoza y Lea Vicens, se mantuvo en la que era fecha habitual.

En el abono torearon catorce rejoneadores convenientemente graduados. Una tarde de seis, dos de terna y una, la de Hermoso y Lea, de solo dos, que no podría tenerse en rigor por un mano a mano clásico. Diego Ventura dobló en la Beneficencia y fue por eso al copo. Diego fue el único de los catorce que se apuntó el No hay billetes. Por partida doble. No solo la Beneficencia. El 2 de junio también.

En la revista que anualmente publica la Comunidad de Madrid con motivo de la Beneficencia, Joaquín Núñez del Cuvillo le confesaba sin reparos a Gloria Grande la poca gracia que le hacía y le hace lidiar en las mal llamadas corridas mixtas. No solo por el límite de poner en liza tan solo cuatro toros y no seis, lo que supone un hándicap de castigo con relación a cualquiera de las ganaderías de su nivel dentro de encaste y dimensiones afines: Juan Pedro Domecq, Parladé, Jandilla, Victoriano del Rio, Garcigrande o Fuente Ymbro. Sino también por lo que tiene de extemporánea o de falta de equidad la contribución secante de dos toros mutilados y no jugados a pie sino todo lo contrario. Los dos toros de rejones trastornan el espectáculo.

Joaquín Núñez del Cuvillo le confesaba sin reparos a Gloria Grande la poca gracia que le hacía y le hace lidiar en las mal llamadas corridas mixtas

De los ocho llenos reventones de San Isidro, en seis se han jugado toros de sangres Domecq -Fuente Ymbro, Juan Pedro, Parladé, Cuvillo, Victoriano del Río y Santiago Domecq- y solo en los dos restantes hierros digamos heterodoxos: los albaserradas de Adolfo Martín y los murubes para rejones de María Guiomar Cortés de Moura.

Como la prevalencia del criterio de los presidentes de corrida es arbitral y personal, no vale atenerse sin más al parámetro de las faenas de dos orejas para sopesar un juicio. Ni siquiera en Madrid, Sevilla o Bilbao, que es donde más caras se venden las dos de un golpe. No es casual, sin embargo, que las cinco faenas de dos orejas de San Isidro hayan contado con el coprotagonismo de otros tantos toros del llamado encaste Domecq: Fuente Ymbro (Miguel Ángel Perera), Parladé (Roca Rey), Juan Pedro Domecq (David de Miranda), Zalduendo (Antonio Ferrera) y Victoriano del Río (Paco Ureña). En Sevilla, las faenas de dos orejas fueron cuatro: dos de Pablo Aguado a sendos toros de Jandilla, una de El Juli a un toro de Garcigrande y otra de Roca Rey a uno de Núñez del Cuvillo.

El contrapunto del expediente tan exuberante de los toros domecq hay que buscarlo, y se encuentra, en el cupo de corridas de sangre Albaserrada: una de Victorino en Sevilla y las tres de Madrid, el conocido por el Triduo del Centenario, las de José Escolar, Adolfo Martín y el propio Victorino, libradas en fechas consecutivas para dar pábulo a toda clase de apuestas y comparaciones. Un auténtico desafío entre ganaderos rivales de una sola marca original.

El centenario de la antigüedad del hierro del Marqués de Albaserrada -idea brillante de efecto parecido al del huevo de Colón, así de sencilla fue su inteligencia- se vio seriamente perturbado por el invitado más indeseable de la corrida de toros que sea: el viento. El viento ha sido uno de los protagonistas del San Isidro más seco y soleado en muchos años, pero en la corrida de Victorino y sobre todo en la de Escolar hizo estragos. Un capricho meteorológico: la de Adolfo se jugó con las banderas casi a plomo.

El centenario de la antigüedad del hierro del Marqués de Albaserrada se vio seriamente perturbado por el invitado más indeseable de la corrida de toros que sea: el viento

Faltó el canto de un duro para que la de Emilio de Justo al sexto victorino y la de Roca Rey al sexto de Adolfo engrosaran la nómina de las faenas de dos orejas. La de Emilio, distinguido el 4 de mayo en Sevilla, fue de una rotundidad insólita con toros de Victorino, combinación suculenta de toreo por los vuelos y toreo de toques, que con el toro de Albaserrada es arma imprescindible.

La de Roca Rey, de tensa y particular emoción, porque en el envite le iban el prestigio, la fama y el qué dirán. Y parte del futuro, porque Roca Rey ya cuenta con un pasado, digno de estudio detenido, y es arrollador presente. Lo propio del torero que manda. La suerte le fue a Roca esquiva en la excelente corrida de Victoriano del Río y no pudo hacer el tres de tres que en San Isidro parecía casi obligado. Y aun así.

El viento y una vez más el azar, siempre al revuelo. En la corrida tan completa con que Santiago Domecq se estrenó en San Isidro hubo un lote dispar, el de Pablo Aguado: un toro de carril, y antológico no solo por serlo, y otro de discutibles hechuras, por alto de agujas y aire protestón. El uno se jugó de sexto; el otro, de tercero. Y fue el tercero el que hirió a Aguado y lo dejó sin catar las mieles del sexto. Feria de sextos toros, se ha dicho. Entre ellos, uno de El Ventorrillo, quinto de sorteo, que estaba para Sebastián Ritter pero no pudo ser. Entre el viento y un resbalón en la cal de las rayas recién pintadas, y un quite a destiempo en un toro larguísimo que no era suyo, se fue al traste un sueño. Una cornada en la pantorrilla de mucho sangrar. En la cama del hospital le contarían cómo fue el toro. Otro domecq.

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