La Pincelada del Director

Hinchar su perro, no, por ahí no debemos pasar

Las falacias tienen lugar en las teles que practican una beligerancia activa contra los toros y de tanto en tanto quieren lavar su imagen revistiéndose de un falso pluralismo que en la realidad ni practican ni conocen, ni mucho menos pretenden
José Luis Benlloch
martes 09 de julio de 2019

Farsas televisivas. O quizá habría que denominarlas falacias, pantomimas, trampas, engañifas, atracos… Tienen lugar en las teles que practican una beligerancia activa contra los toros y de tanto en tanto quieren lavar su imagen revistiéndose de un falso pluralismo que en la realidad ni practican ni conocen, ni mucho menos pretenden. No engañan. Su objetivo real es la rentabilidad ideológica cuando no crematística. Intentan aprovechar el tirón del toro para rapiñar unos espectadores que no tienen y que en buena lógica no les pertenecen. Lo hacen a través de debates, con el argumento tan manido como el de toros sí, toros no. Los partidarios solemos picar. Y acudimos. Les hacemos el juego. Yo piqué alguna vez. La primera en los albores de Canal 9, con el Mariskal Romero nada menos entre otros oponentes. Contaban con la complicidad de la administración de la tele que les aforó el caché correspondiente, a él y a sus socios, y el de un presentador que manejaba los tiempos en la dirección que más favorecía la gresca. Gresca y patente de modernidad eran sus objetivos. Falsa modernidad, claro. Fue durísimo. Llegaron a violentar de tal manera a José Manuel Montoliu, al que habían invitado, entonces un niño que recién había perdido a su padre, que consiguieron que le saltasen las lágrimas por querer ser torero.

Sigo planteándome la conveniencia o no de asistir a esos falsos debates, de hacerles el juego o dejarles solos con su mentira. No sé. Lo que sí tengo claro es que si se acude hay que acudir con garantías, con tiempos pactados y apoyos controlados. Si se va, se va con todo… Ir por ir, no

He desempolvado aquellos recuerdos viendo el otro día un montaje semejante en À Punt, el antiguo Canal 9, que hasta ahora margina los toros salvo incidencia o accidente, momento en el que se recrean con regodeo. Una vez más montaron un debate amasado y dirigido a la contra, en el que una cocinada encuesta, falsamente espontánea, elegía los anti jóvenes y con capacidad de expresión e incidía con gente mayor y menos cultivada para defender los toros. Una grosera manipulación. Mi amigo Alfonso Ávila, que defendió con buen tono el toreo, tuvo que aguantar preguntas cáusticas y señalamientos de una representante del PACMA, eran despropósitos encadenados y absurdos, simplezas a las que hasta da rubor contestar. En realidad se trataba de las mentiras acuñadas de siempre y demás tópicos que repiten en cascada para que no se pueda responder a todo: que si las subvenciones, como si solo tuviesen derecho a subvención quienes piensan como ellos, como si la fiesta popular no se mantuviese fundamentalmente con las aportaciones de sus partidarios…, que si el sufrimiento, que si los derechos de los animales que naturalmente sitúan a la altura de los humanos, que si la seguridad, bla, bla, bla…

Acabado el programa sigo planteándome la conveniencia o no de asistir a esos falsos debates, de hacerles el juego o dejarles solos con su mentira. No sé. Lo que sí tengo claro es que si se acude hay que acudir con garantías, con tiempos pactados, apoyos controlados, no olvidemos que tan jóvenes y tan locuaces como los anti de À Punt hay miles de protaurinos que casualmente la cocina del programa no encontró. Si se va, se va con todo, preparados, con fe, con herramientas… Ir por ir, no. Otra cosa es hinchar su perro y abonar sus mantras y por ahí no debemos pasar.

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