ENTREVISTA

Pablo Aguado: “Me gusta reducir el toreo a su mínima expresión”

"Siendo un torero joven, no me permitiría nunca bajar la guardia poniendo como excusa mi concepto", asegura el torero sevillano
José Ignacio Galcerá
martes 23 de julio de 2019

Hasta el momento es el hombre de la temporada. Por el qué y también por el cómo. Por su revelación en la Maestranza en una tarde escrita con letras de oro y, sobre todo, por la forma en que lo hizo. Pablo Aguado sacudió sus sentimientos y los puso al servicio del toreo. Del toreo más clásico y más sevillano. Del toreo de siempre, del que no pasa de moda, del que levanta pasiones y deja huella. Desde aquella tarde de abril, no se ha bajado de ninguna feria ni de los mejores carteles. Se siente un privilegiado, pero, para privilegio, su personalidad.

-¿Se ha sentado a comer directamente en la mesa de los ricos?

-Bueno… estoy en la mesa, pero ahora hay que ponerse a su nivel, que es lo que quiero.

-¿Ese es el reto?

-Sí, por supuesto. Estar compartiendo paseíllo con las figuras es muy bonito, pero la responsabilidad recae en no dejarme ganar la pelea aun sabiendo que la experiencia de ellos comparada con la mía no es la misma. Cada uno tiene que buscar sus armas.

Quien habla es Pablo Aguado, la última gran aparición en el toreo. La revelación de 2019. Un verdadero suceso. Aquella tarde del 10 de mayo en la Maestranza ocupa un lugar de privilegio en la memoria de los aficionados. ¡Qué manera de torear! Sevilla alumbró a su nuevo torero y le lanzó al estrellato. Si sus esporádicas actuaciones el pasado año ya reclamaban protagonismo, desde la pasada Feria de Abril todos los focos se posan sobre él. La ilusión por verle se ha disparado, y su personalidad y formas clásicas, en tiempos donde se imponen otros modos, han cautivado y cotizan al alza.

-¿Se siente esperado?

-No me gustaría decir eso sobre mí mismo. Aunque sí noto mucha ilusión cada vez que me cruzo con aficionados.

-Pero no es ajeno al interés que ha suscitado de un tiempo a esta parte.

-Lo afronto con naturalidad, sin dejar que la situación me sobrepase e intentando obviar lo que ha pasado porque no me gusta regocijarme demasiado en lo que ya está hecho. Es una alegría saber que los públicos tienen ganas de verme. Pero es una responsabilidad porque hay que responder a la ilusión que generas y no todos los días se dan las circunstancias para poder estar como uno quiere. Eso en la cabeza pesa.

-¿Qué supone la responsabilidad en el toreo?

-En primer lugar, un privilegio por estar en los carteles que estoy en apenas mi segundo año de alternativa. Y luego supone el camino para ser mejor torero. Afrontar retos de esos niveles me hace sacar lo mejor de mí. Solamente de esa forma se puede competir con los grandes.

“Me gusta reducir el toreo a su mínima expresión. Es lo más bonito. Reducirlo a lo mínimo es llevarlo a su vez a lo máximo. Lo que más me gusta es la sencillez”

-¿Le ha cambiado el éxito?

-No, en absoluto. Gracias a Dios tengo un círculo familiar y de amistad muy bueno que en el momento en que me salga de lo que he sido mi vida, me pondrá en mi camino enseguida.

-No debe de ser fácil mantener los pies en el suelo.

-Es absurdo levantar los pies de la tierra por el hecho de que las circunstancias han venido como me han venido a mí. Precisamente esto último es lo que me hace ser todavía más cauto, soy consciente de que torear y cuajar un toro como he tenido la suerte de hacerlo es complicado, de ahí mi prudencia.

-Su aparición en Sevilla fue deslumbrante. ¿Le ha buscado alguna explicación?

-La primera quizá sea que he sido fiel a mí mismo. Me he olvidado de todos los estereotipos y ello me ha ayudado a triunfar. Me he dado cuenta de que en el toreo las cosas se han de hacer sentidas, de verdad, siendo uno mismo y sin dejarse llevar por los demás.

-¿Ha sido un premio a la lealtad entonces?

-Sí, a eso y a intentar buscar la sencillez en el toreo, que se ha perdido. Al fin y al cabo es lo más fácil.

-Explíquelo. Si se puede, claro.

-Me gusta reducir el toreo a su mínima expresión. Es lo más bonito. Reducirlo a lo mínimo es llevarlo a su vez a lo máximo. Lo que más me gusta es la sencillez.

-¿Con su concepto se nace o lo ha desarrollado con el tiempo?

-Lo que uno siente como torero lo tiene que llevar dentro. Si no lo sientes nunca lo podrás llegar a sacar. Aun así, todos los sentimientos se tienen que perfeccionar. Sin una base técnica, sin un conocimiento sobre el toro y sin experiencia detrás, es imposible hacerlo.

“Las grandes faenas de la historia han sido cortas e intensas. Si el toro permite poquito y bueno, mejor. Las tardes se hacen muy largas, creo que el público agradece la medida. Y además, la brevedad es preciosa”

-Alguna vez le he escuchado que llegó a tener vergüenza de mostrar su personalidad.

-Sobre todo de novillero. Lo que yo sentía delante de un animal no era lo que normalmente te dicen que hay que hacer hoy en día, así que tenía miedo a hacer el ridículo porque no sabía cómo se podía ver desde fuera. Desde dentro estaba seguro de lo que sentía, pero no sabía cómo se me vería. Cuando he conseguido salir del armario como torero y olvidarme de la gente, del triunfo, de las orejas y solo pensar en mis sentimientos, es cuando he conseguido romper.

-¿Y por qué no lo hizo antes?

-Porque mis conocimientos técnicos eran muy limitados. El ansia de cortar las orejas te hace salirte de tu concepto y aturullarte. Luego, aquello que se les pide a los novilleros de tener que demostrar que son novilleros algunas veces lo traducía en una búsqueda del efectismo por encima del toreo bueno.

-Su toreo está alejado de las modas imperantes actuales. Ha sido como una reivindicación del toreo más clásico.

-Creo que había ganas de volver a la sencillez en el toreo. Antiguamente se toreaba más parecido a esto que a otras formas. Pero no seré yo quien diga que lo ha traído. No me gusta hablar de mí mismo.

-Traerlo no, pero recuperarlo y ponerlo en valor de nuevo, sí.

-Es la tauromaquia en la que creo. Y si ejecutándola así es la manera de reivindicarla, bienvenido sea.

-Hábleme del sentido de la medida.

-Para mí es fundamental. Las grandes faenas de la historia han sido cortas e intensas. En muchas ocasiones, por las propias ganas que tenemos los toreros de torear, le queremos dar al toro un muletazo de más y lo que ocurre es que la faena corre el riesgo de desmoronarse. El toro, como las faenas, tiene su punto álgido para entrar a matar. Y además, la brevedad es muy bonita.

-¿Alguna vez se ha quedado con ganas de más?

-No, porque con poco me basta.

“Con mis formas, creo que se puede alcanzar una regularidad alta. No todos los días como a mí me gustaría pero sí para dar la cara. Siendo un torero joven, no me permitiría nunca bajar la guardia poniendo como excusa mi concepto”

-Con poco y bueno.

-¡Hombre, claro! Las faenas cortas llegan al éxtasis por buenas. No vale de nada que sea corta si no es intensa. Aunque hay matices. No todo es tan bonito como suena. Hay que pensar en el toro que tienes delante. Si permite poquito y bueno, mejor. Pero también habrá otros que requieran estar más tiempo con ellos. Lo que tengo claro es que cuando se dan las circunstancias no me gusta demorarme mucho. Las tardes se hacen muy largas y creo que el público agradece que aquello sea breve.

-¿Hace caso a las comparaciones?

-No, no me gustan para nada.

-¿Le impresionan?

-Sí, admiro mucho a todos los compañeros, a todos los maestros. Los veo muy por encima de mí y cuando me comparan con algún grandioso torero me da vergüenza porque son tan grandes que yo no les llego a la suela del zapato.

-¿Son referencias, son espejos?

-Sí, sin duda. Intento aprender pero no imitar a los toreros que me gustan. Y no al torero en sí, sino detalles de cada uno de ellos. Hasta de los toreros que a uno no le gustan se puede y se debe aprender. Es una obligación. Todo el que ha llegado arriba, sea por un estilo o por otro, es porque ha tenido grandes virtudes. Y hay que ser humilde y saber reconocer las cualidades que tienen compañeros que quizá no son de mi gusto.

-Le propongo varios nombres y dígame lo que le venga a la cabeza…

-Vamos a intentarlo.

-Pepín Martín Vázquez.

-Torería plena.

-Curro Romero.

-Temple.

-Morante de la Puebla.

-Barroco.

-Antonio Bienvenida.

-Naturalidad.

-Pepe Luis Vázquez.

-Sevillanía.

Y MADRID FUE SEVILLA

A estas alturas de la entrevista, a Pablo Aguado se le nota más cómodo, más suelto, como sus muñecas. Aun así, mide mucho sus palabras, como sus faenas. A veces en exceso. Le cuesta salirse de la corrección. Toca hablar de la temporada.

-El gran impacto de la temporada ocurrió en Sevilla. ¿Le ha dado tiempo a analizar, pensar o rememorar lo sucedido?

-A partir de ahora un poco más. A veces miro atrás y me acuerdo, pero me estoy dando cuenta de lo que ocurrió con el tiempo. Todavía no soy consciente de lo que fue, de lo que supuso. Las preocupaciones de la temporada me han hecho no poder disfrutar de aquello. Poco a poco sé lo que ha supuesto de cara al aficionado. Interiormente, lo supe en el mismo momento.

-Pues fue una tarde como para saborearla durante una vida entera.

-Sí que se saborea pero no como desde fuera se pueda pensar que se disfruta. La responsabilidad no ayuda a disfrutar todo lo que uno quisiera. Yo, particularmente, intento meterme en la cabeza que lo primero es el disfrute personal como torero. Me gustaría dejar de lado la responsabilidad porque la mejor forma de afrontar estos compromisos es sobre la base del disfrute y no desde la presión. Aun teniendo esa mentalidad e intentando día a día disfrutar, no lo termino de conseguir del todo.

-¿Y eso le preocupa, le da coraje?

-Me lo tomo como parte del toreo. Hay que aprender a convivir con ello. Todos los toreros sienten lo mismo que estoy diciendo yo y todos lo superan. No hay que apartar la presión sino aliarte con ella.

“Me impresionó el silencio de Madrid. Me sentí más todavía delante del toro. Se habla de la perfección de la tarde de Sevilla, pero ese momento en Las Ventas fue muy especial. Fue mágico… y muy torero”

-¿Su concepto está reñido con la regularidad?

-Que salgan faenas como la de Sevilla es muy complicado. Se tienen que reunir tantas circunstancias… el toro, el público, uno mismo, las circunstancias mandan mucho. Pero no me excuso en que mi concepto no pueda tener regularidad. Con mis formas, creo que se puede alcanzar una regularidad alta. No todos los días como a mí me gustaría pero sí para dar la cara. Siendo un torero joven, no me permitiría nunca bajar la guardia poniendo como coartada mi concepto.

-Después del silencio de Sevilla, llegó a silenciar Madrid.

-Fue mágico estar delante del toro y escuchar los pájaros cantar tal y como ocurre en Sevilla cuando hay esos silencios. Impresiona mucho. Impresiona y te hace crecerte como torero, te sientes más todavía delante del toro. Se habla de la perfección de la tarde de Sevilla, pero ese momento en Madrid fue muy especial. Mágico… y muy torero.

-No sé si en Madrid hay vencejos pero lo parecía.

-El tipo de canto del pájaro no lo pude diferenciar, pero algo escuché… jajaja.

-Si llega a silenciar Pamplona hace unos días hubiese cerrado el círculo.

-Eso es una mijita más complicado. Tampoco me hubiera gustado. Quería conocer Pamplona en su máxima expresión. Como dice el refrán: En Roma, como los romanos; pues en Pamplona, como los pamplonicas. Me hacía ilusión conocer la plaza y hacerlo con toda su idiosincrasia.

“Intento aprender pero no imitar a los toreros que me gustan. Hasta de los que a uno no le gustan se puede y se debe aprender. Es una obligación. Todo el que ha llegado arriba, sea por un estilo o por otro, es porque ha tenido grandes virtudes”

-Si fuera empresario, ¿cómo le convenzo, por dónde hay que empezar a negociar?

-Primero me tiene que apetecer, me tiene que hacer ilusión. Y después es un conjunto de todo. No diré que haya que empezar por un compañero, por una ganadería o por una fecha, es el conjunto. No hay que buscar que sea mejor o peor ese conjunto de aspectos, sino que me haga más o menos ilusión.

-En lo que llevamos de 2019 ha toreado solamente una tarde con Roca Rey. Fue en Sevilla y ocurrió lo que ocurrió. Se echa en falta que no hayan coincidido más.

-Son las circunstancias de las contrataciones, que han llevado a que de momento solo hayamos toreado en Sevilla. Ya llegará el día. Las situaciones no hay que forzarlas. Todo llegará y será para bien del espectáculo. Son circunstancias del azar y de planteamientos de temporada. No hay nada más que eso.

-Como licenciado en empresariales, sabrá que su nombre cotiza al alza y resulta muy apetecible. ¿Le han tentado, ha tenido muchos ofrecimientos?

-Todo el mundo es consciente de que estoy muy contento con mis actuales apoderados y no es momento de pensar en esas situaciones.

-Agosto y septiembre vendrán cargados de compromisos.

-Todo lo que pueda torear en circunstancias que me hagan ilusión es positivo. Como torero lo que quiero es torear. Creo que me viene bien porque tengo que seguir perfeccionando mi tauromaquia, mi concepto.

-¿Por dónde pasa la mejora?

-Por intentar buscar la regularidad. Por intentar que mi concepto no caiga en el azar de la regularidad.

-Por cuajar al toro medio, entiendo, que sale en un alto porcentaje cada tarde.

-Ahí es donde se marca la diferencia, cuando al toro medio lo ves bueno y cuando al bueno lo ves extraordinario. Eso se logra con la experiencia y con la mentalidad, que cuando es excelente, hasta al malo lo ves bueno.

-¿Las figuras le han acogido bien?

-Sí, sí, todos me han demostrado aprecio y cariño. Me han tratado muy bien y me han arropado.

-Menudas palabras le dedicó El Juli la tarde de Sevilla.

-Le tengo una gran admiración. De niño ha sido uno de mis toreros. Como persona y compañero demuestra siempre que no se le caen los anillos por elogiar lo que le gusta de otros compañeros. Es un ejemplo de torero, de persona y de compañero.

-Ese día, por cierto, se atrevió a replicar con el capote a Morante en la Maestranza.

-Son cosas de toreros y de competencia totalmente sana. Mi situación me obliga a tener que hacer esas cosas.

-Sevilla ya tiene a dos toreros.

-Y que sea para muchos años.

“Tuve dudas de qué torero era”

Lejos de lo que se pueda pensar, la trayectoria de Pablo Aguado no ha sido un camino de rosas. Hasta llegar hasta aquí, el sevillano sufrió decepciones, muchos sinsabores y excesivas dudas. “Para nada ha sido fácil, son muchas horas de entrenamiento, muchas vueltas a la cabeza, pensamientos de que no puedes, de tirar la toalla, de no verlo claro y hasta de no saber qué torero eres. El camino es muy duro hasta llegar pero merece la pena”.

El pasado año, tras una notable actuación en Sevilla, llegó uno de esos momentos a los que hace referencia el torero hispalense. Pese a que copó titulares en la prensa y se llegó a escribir mucho y bien sobre él, apenas surgieron los contratos a lo largo del año. Solo cinco paseíllo tras el trenzado en la Maestranza. “Fue duro pero no por no torear, sino por el hecho de que el toreo no tomara en consideración los triunfos. Lo afronté sin rencor alguno hacia el sistema como dicen hoy en día, tampoco hubo rencor hacia compañeros ni empresarios. Miré hacia mí mismo y pensé que el fallo estaba en Pablo Aguado por no haber triunfado con más fuerza. Lo asumí con humildad y como parte del camino. Con el tiempo, doy gracias de no haber toreado más después de aquella tarde de Torrestrella en 2018. Esa situación me hizo madurar y de haberme llegado las oportunidades, estoy seguro de que no hubiera estado preparado para afrontarlas”.

Fotos: ARJONA y JAVIER ARROYO

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