La Pincelada del Director
“El toreo caro, la obra que surge de la estrategia oportuna en cada momento, eso es torear, basado en la colocación, en la improvisación, también en la adaptación a la realidad, llevó la firma de Emilio de Justo”.“El toreo caro, la obra que surge de la estrategia oportuna en cada momento, eso es torear, basado en la colocación, en la improvisación, también en la adaptación a la realidad, llevó la firma de Emilio de Justo”.

Lamento ferial

Una vez más el ruedo le ha echado una mano a los despachos para disimular la realidad. Me dirán que es lo justo y lo necesario y es verdad, que lo primero es lo que sucede de tablas adentro, sí, pero no es suficiente. El toreo como manifestación pública depende de la calidad de sus manifestaciones pero también de la aceptación pública y en la capacidad de convocatoria que genera
José Luis Benlloch
martes 30 de julio de 2019

La Feria de Julio de Valencia se ha salvado agarrada a la percha del buen toreo. Ese va a ser el argumento para defender lo sucedido. Si es que tiene defensa. Una vez más el ruedo le ha echado una mano -o habría que decir que ha sobrevivido- a los despachos para disimular la realidad. Me dirán que es lo justo y lo necesario y es verdad, que lo primero es el toreo, la lidia, lo que sucede de tablas adentro, sí, pero no es suficiente. El toreo como manifestación pública depende de la calidad de sus manifestaciones, imprescindible, pero también de la aceptación pública y eso se manifiesta en los tendidos, en la capacidad de convocatoria que genera. La máxima se repite tanto últimamente y con tanta unanimidad a la hora de asegurar que el futuro de la tauromaquia depende de la viabilidad económica, que se hace difícil creer en el futuro después de lo visto y mucho menos entender que no se ponga toda la carne y todo el interés en el asador para alcanzarla. Para justificar lo sucedido se puede argumentar toda clase de avatares, la caída de Roca, mismamente, y la voracidad de los intereses cruzados que coinciden, viene a ser lo mismo, con el desinterés de quienes piden atención y contratos cuando les conviene y se llaman a andana en cuanto se creen subidos en el machito. Gente que mata por las Fallas y se mata por no estar en Julio. Nombres que pudieron meter el hombro y ayudar hay unos cuantos, desde Morante y/o Manzanares a Aguado, tan quejoso en su despegue y tan displicente ahora. Esa es su conciencia taurina. Lo sucedido no puede repetirse a riesgo de que ni esos ni otros tengan que dejar de estar en Julio y en Fallas.

La Fira se salvó agarrada al buen toreo. La gloria estuvo en el ruedo y la pena, en los tendidos. Si el futuro depende de la viabilidad económica, se hace difícil creer en él después de lo visto. Y más cuesta entender que no se ponga toda la carne y todo el interés en el asador para rescatarla

En cualquier caso, la sombra huidiza de los ausentes no puede desplazar la brillantez de los que sí estuvieron y a ellos aplico estas líneas. La historia bonita comenzó el jueves con la novillada en la que protagonistas y afición se ganaron el derecho a soñar. El Rafi se destapó como un soberbio estoqueador y cuando frenó su instinto de lucha mostró unas excelentes maneras con la muleta. Borja Collado sacó fondo. En su segunda faena apostó a la épica y se vio al mejor Borja Collado, escribí en Las Provincias. “Una voltereta impresionante le llevó del ruedo a la enfermería; y, su coraje, de la enfermería al ruedo con una brecha en la cabeza”. En ese segundo tramo de la faena, sobre la mano izquierda, toreó con mucha sinceridad y dominio. Fue el momento Borja. Polope, por su parte, justificó la fama de la que venía precedido. No era reto fácil. No solo exhibió su toreo vertical, su pausa y la personalidad diferenciadora que le acompaña, sino que dio muestras de un valor que le va a ser imprescindible para avanzar en ese mundo de lujo y sufrimiento que se le abre por delante. Bordó los quites y, sobre todo, las medias verónicas tuvieron enjundia. Su primera faena se basó en pinceladas sueltas realmente exquisitas; su segundo trasteo tuvo rango superior. Firme la planta, muy vertical y relajado, ligó muletazos en un palmo de terreno. La reacción del público, cada muletazo era un ole rotundo, marcaba claramente la dimensión de su toreo. Lo dicho, con los tres está permitido soñar. Ahora, cuídenlos. Esta vez no lo hicieron como merecía el proyecto.

De Justo se consagró en el Mediterráneo, su tauromaquia fue de arquitectura firme; Ureña, puro purísimo, conquistó de nuevo Valencia; Perera redondeó, otra vez, una gran tarde sin espada. Y Román oficializó su vuelta a la vida con una entereza impactante

La otra cita clave fue la del mano a mano. Tan contestado al principio y tan celebrado al final. Se podría decir que fue la tarde de la consagración de Emilio de Justo, el mismo día en que Román oficializó su vuelta a la vida con una entereza impactante. No son ideas subjetivas, es una gozosa realidad avalada por los hechos. El toreo caro, la tauromaquia de arquitectura firme, la obra que surge de la estrategia oportuna en cada momento, eso es torear, basado en la colocación, en la firmeza de plantas, en la improvisación, también en la adaptación a la realidad de cada momento, llevó la firma de Emilio de Justo. Lo dejó patente en tres toros de distinta condición a los que entendió perfectamente. Fueron tres lidias de altos vuelos. Román, por su parte, dio la talla en la tarde de mayor compromiso de su carrera. Se la jugó a todo o nada en su único toro posible. Fue un trasteo de pura congoja. Una apuesta constante a todo o nada. El toro reservón y amenazante, el torero franco y dispuesto. Incluso cuando el duelo estaba ganado y el compromiso resuelto, inconformista y ambicioso insistió en busca de la segunda oreja. Eso es lo que distingue a los locos de los cuerdos, a los ciudadanos de los toreros, a Román y a otros como él del resto de la humanidad. La tensión en la plaza se puso por las nubes. Llega a matar pronto y bien… No sucedió, se hizo presente el recuerdo de aquel trance tremendo de Madrid y todo se humanizó.

Y en la tercera, más de lo mismo. Otra excelente corrida, en este caso, de Algarra. Buena feria de toros, con un premio sorprendente, el usía la volvió a liar, faltaría más. La vuelta al ruedo para un toro tan noble como sosón, si ese es el rasero de las vueltas al ruedo, apaga y vámonos. La terna rescató el buen sabor de la feria, a falta de público, toreo. Ureña, puro purísimo, de una verdad desnuda que gana los corazones. Justamente. Los naturales finales fueron un monumento a la templanza y a la profunidad. La faena al sexto, que a la postre le franqueó la puerta grande, fue un ejercicio de fe desmedido. Perera redondeó, otra vez, una gran tarde con la muleta y volvió a emborronar, otra vez, una gran tarde con la espada. Ni parece que tenga solución ni mucho menos, explicación.

Acabo por donde comencé, por el lamento ferial. Si insisten en esa línea, lo acabarán consiguiendo. La Fira será pasado. Un tema inviable o insostenible como se dice ahora. Una… ful, pero no es verdad, en todo caso será un feriacidio, ¿vale el palabro?… pues eso, se la habrán cargado. ¿Quién?… Muchos. Hasta la autoridad competente (¿?) ayuda a ello. No son pocos los toreros que argumentan el temor a las emboscadas de la mañana y al autoritarismo, y saludan desde la lejanía. No digo que sea justo pero pasar, pasa.

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