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No es Matías

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 01 de septiembre de 2019

El efecto que habría tenido la salida en hombros de Luis David por la puerta grande de Bilbao podría haber provocado una rentabilidad social, popular, cultural y económica sobre la que nadie reflexiona. En México se habrían celebrado un puñado de corridas más, más jóvenes de la edad de Luis David irían a los toros, más adolescentes tratarían de ser toreros, aumentaría la afluencia de público a las corridas de este torero y sus abonos, la prensa nacional y las televisiones nacionales entrevistarían al torero…

Es decir, que se habría producido un exponencial beneficio de incalculables dimensiones. Pero no salió en hombros, no hubo suceso ni noticia y todo queda en que Bilbao es más seria, Bilbao mantiene su rigor, que para eso es Bilbao, y el debate no es lo que se pierde en el toreo sino si la oreja segunda era justa o no lo era. Es una gran visión del toreo, una visión actual, serena, de futuro. Es la visión actual y la percepción actual del toreo donde una sola persona arropada por una minoría cree que su deber cumplido es la “seriedad” y el “rigor” de Bilbao. Estamos así.

Pero Matías, el presidente no electo y de por vida de Bilbao, no es culpable de nada. Es la causa de un efecto, el síntoma de una decadencia. Sí. Decadencia. Matías lleva 25 años presidiendo en Bilbao. Sucesos como los de Luis David los hay a puñados. Y son “sucesos” en nombre del buen nombre taurino de Bilbao. Amparados por un artículo de un Reglamento vasco que data del reglamento del año 1968, pleno franquismo, en donde se concedía la tutela de la euforia del pueblo a un señor, el presidente, para conceder el segundo trofeo.

Desde el año 1968 hasta este año de 2019 el mundo ha vivido cientos de guerras, movimientos sociales, cambios en fronteras, el cine ha evolucionado en su producción de forma increíble, la música se ha mejorado incluso en los sonidos de una ópera, el teatro también, las libertades colectivas e individuales se han afinado a favor de las personas y sus expresiones… Miramos el fútbol y vemos que se ha tratado de favorecer el juego fluido hacia un espectáculo que quepa aún más en la tele y en los públicos… ¿El toreo?

El toreo es el único espectáculo artístico y popular que mantiene tics de la dictadura de forma visible y efectiva que provoca un estudio entre paleontológico y arqueológico. Jamás un libre albedrío, una voluntad popular, un deseo colectivo espontáneo se ha mantenido en tutelaje desde una autoridad. Autoridad no de autoritas sino de auctoritas, es decir, de mandar, de tener el poder, el control. Desde el paseíllo hasta el con su permiso, el toreo se da “bajo la vigilancia de la autoridad y si el tiempo lo permite”, como rezaba antaño y ahora la ley y el orden de una España donde el torero era un robagallinas y el pueblo debía ser vigilado.

Desde 1968 la sociedad es tan distinta que pocas cosas son iguales. Menos en el toreo. Donde aún se pretende decir que seriedad y rigor es hacer uso de normas, no franquistas, sino de los tiempos de las monarquías absolutas, contextos de siglos pasados en los que tiene raíz ese concepto de “autoridad”. España no se divierte con lo mismo, el concepto de autoridad, en arte, no es policial ni administrativo, sino apegado al conocer y al talento. El propio Matías sabrá que por su rostro de piedra han pasado los años, que sus familiares jóvenes construyen otra sociedad, otras formas, más libres.

Y la libertad puede que nos dé igual a conocimiento y que dé lugar a errores. Claro, ese es su natural riesgo. Pero entre la libertad de uno y la libertad de miles, en cualquier orden de la vida, la razón y la coherencia elige la libertad de los miles. Entre otras cosas porque esos miles tienen libertad para no pedir la oreja, incluso para protestarla. Ese es el buen uso de la libertad y les recuerdo a quienes mientan a mi mamá cada vez que escribo esto, que el toreo fue el lugar donde las libertades de los individuos se reunían: pintores, escritores, poetas, en ese lapsus de tiempo histórico en donde no había esa norma, donde el toreo era por y, para y del pueblo. Hoy el toreo no es de la gente, es una parte. En el año 2019 pagamos una entrada, en Bilbao de muchos euros, y resulta que nos joden la felicidad y la libre manifestación porque hay una norma de 1968 que se nos aplica como si fuéramos ese pueblo que necesita del tutelaje del amo, del patrón, de la autoridad.

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