En justicia no se puede hablar de renovación en el escalafón de los matadores de toros, pero sí de un asalto en toda regla de la segunda fila que ha dejado a un lado -que no es lo mismo que quitarlos de en medio- a muchos de los que llevan más de veinte años en cabeza del pelotón de los triunfadores. El toreo ha alcanzado este “verano peligroso” un inusual grado de competitividad. Tal parece que los que empujan hubieran perdido el respeto -en el sentido de falta de temor- a los que durante tanto tiempo parten el bacalao dejando solo las migajas para los que vienen detrás.
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