La Pincelada del Director

El alma de septiembre, el alma de la gente

Unos esperarán a que el toro pase por la puerta de la casa; otros disfrutarán de los recortes; otros irán a la plaza donde acuden los toreros de fama o los que aspiran a ella. No importa la especialidad, el argumento siempre es el toro, el rey. Llegadas estas calendas, España sigue siendo un gran ruedo
José Luis Benlloch
martes 03 de septiembre de 2019

Cuando llegan estas fechas, ineludiblemente, se mezclan nostalgias y esperanzas, los recuerdos más tristes, en realidad dramáticos, y la ilusión de vivir los días más intensos de la temporada. Es un universo de contrastes, un todo nuestro e íntimo del que resulta difícil desprenderse. En realidad no queremos. De un lado emergen los recuerdos de Falcón, de Sánchez Mejías, de Manolete, de Yiyo, de Paquirri, de aquel Manolito Cortés de Valencia caído en Algemesí por estas calendas septembrinas, además de un manojo de bravos mozos que dejaron/siguen dejando sus vidas en nuestras calles; y de otro hierve la ilusión de miles y miles de españolitos que conforman una España real que por estas fechas, cuando se acaba la siega y comienza la vendimia, dan gracias a las vírgenes y cristos, reavivan sus raíces, se juntan en las casas de los padres, reeditan las comidas familiares, recuerdan las hazañas juveniles, la escuela del pueblo, las estrecheces que quedaron atrás, las luchas por la democracia, la que ahora malbaratan algunos, glosan a los que ya no están, enervan sus sentimientos y todo seguido lo celebran con toros. No hay nada mejor: familia, comida, toros, verbena, amistad, otra vez toros si el bolsillo acompaña y hasta el año que viene.

Vistas así las cosas, los toros de los pueblos por estas fechas están por encima de esas encuestas tan cocinadas y tan al servicio de los intereses más espurios de las que tiran algunas administraciones. Lo que realmente merecen es un estudio en profundidad -y riguroso, lo que significa que no debe asomar el tal Tezanos y sus congéneres, ni siquiera al aperitivo del día grande- que deje patente el arraigo y la verdad de una forma de sentir. Es evidente que debe ser una motivación fuerte y honda porque si en ese ambiente tan artificial y tan adverso que se fomenta en las grandes ciudades, llegados los meses de agosto y septiembre el fenómeno del toro recupera vigencia, desertiza las urbes en busca de sus fiestas y celebraciones y despierta el orgullo de tantos y tantos miles de jóvenes, al extremo que los hay capaces de jugarse la vida, no es una broma ni una moda, merece atención y por descontado respeto.

Pasan los años y ni los alarmismos desenfocados e ignorantes de las teles controladas por los animalistas y los ansiosos de modernidad lo frenan, ni el fenómeno tiene visos de acabarse, cuanto más lo combaten más fuertes se hacen por mucho que los mismos, los de la propaganda filonazi desde su autoproclamada superioridad moral, los extremos se tocan, canten y celebren una hipotética victoria. La prueba está en la Comunidad Valenciana, diez mil funciones al año, diez mil, lo que no consigue ninguna otra celebración lúdico religiosa porque es evidente que el fenómeno tiene su componente de diversión pero también de espiritualidad, es cultura, tiene mucho de religión y tiene fundamentos nacidos en el alma de la gente. Eso seguro, porque si no de qué cuando llega el momento, un año y otro, el mocerío y los mayores, niños y padres de familia, se levantan temprano de la cama o de la mesa familiar y se aprestan con los pulsos acelerados a ir al toro. No es nada nuevo ni es pasajero, sucede actualmente y sucedió siempre. Recurran al cancionero de García Lorca: los mozos de Monleón/ se fueron a arar temprano/ alsa y olé/ se fueron a arar temprano/ para ir a la corrida/ y remudar con despacio/ alsa y olé/ y remudar con despacio. Al hijo de la Velluda/ el remudo no le han dado/ al toro tengo que ir/ aunque lo busque prestado…Y ahí seguimos.

Es evidente que nada ha cambiado, siguen levantándose de la mesa y siguen yéndose a laborar temprano. Unos a esperar que el toro pase por la puerta de la casa; otros a disfrutar de los recortes; otros irán a la plaza donde acuden los toreros de fama o los que aspiran a ella. No importa la especialidad, el argumento siempre es el toro, el rey. Llegado septiembre, España es un gran ruedo, solo es necesario, sería de obligada justicia, cuidarlo un poco, en realidad nos conformaríamos con que nos dejasen en paz. ¡Ah! quién dijo maltrato animal, qué entienden por maltrato… si como dijo el maestro Camino a Vicente Zabala esos mismos dejan a los mayores en un asilo y adoptan un perro. Será porque el perro no rechista ante sus estupideces, cambiadlo por ocurrencias, ni siquiera ante su autoritarismo, ni le remueve la conciencia. A mí me apetecía rechistar.

A estas alturas no hace falta recordar que estas vivencias, las filotaurinas y las contrarias, no son patrimonio de ninguna ideología, que nadie señale ni se lo apropie. En el bando de los resistentes, en todos los que llegados septiembre y en tantas otras fechas del calendario taurino rinden culto al toro, a la familia, a los amigos, a las raíces… habitan los de izquierda, los de derechas y los que a estas alturas están hasta los mismísimos de unos y otros en un fenómeno que ahora llaman transversalidad. Dicho lo dicho, teniendo en cuenta las fuerzas ancestrales e íntimas que promueven y sujetan el amor a la Fiesta, no solo resistimos, nos afianzamos a la vez que desde la ignorancia urbanita y contagiosa, también desde la ignorancia más interesada, se empeñan en poner piedras a las ruedas del carro de la realidad que seguramente no avanza a la velocidad que deseamos pero tampoco retrocede y existe la esperanza de que un buen día aparezca un mesías, no sería la primera vez y todos, hasta el personal anti, incluidos los de los informativos que siguen suspirando por un muerto con el que abrir un telediario, renuncien al vasallaje, a diezmos y soldadas y les sigan a cambio de un titular. Se verá. Mientras, llegado septiembre, rendimos admiración y recuerdo a los que cayeron en esta su pasión por el toro y disfrutamos con el toro como lo hicieron ellos, como estoy seguro que les gustaría que hiciésemos todos.

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