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Al relance de Víctor Mendes

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 15 de septiembre de 2019

Para los aficionados de la última y penúltima generación, hay toreros, personajes y hasta ganaderías que no existen. Que no existieron. Hay una pérdida de referencias causadas, primero, por el olvido, y luego por el reiterado flujo de la “red-afición”. La “afición en las redes o en la red”, provoca un flujo de comunicación tan endogámico como el propio sistema y en ellas hay pocos aficionados con cultura taurina, con recuerdo taurino más allá de la memoria. Cultura es haber mamado el toreo y el toro para culturizarse, no para lanzar opiniones breves y rápidas al relance de un juicio o prejuicio.

Entre los nuevos toreros hay muy pocos con cultura y educación taurina. Se sorprendería el lector al saber que toreros de hoy confunden encastes o ganaderías y desconocen quién fue o qué hizo o qué dejó de hacer algún torero esencial tres o cuatro décadas atrás. Un tipo de esos en vías de extinción, de los de guayabera, culo lleno de kilómetros, vista de halcón para el toreo, uno de esos con su arte y su ingenio, y un gran talento natural, Gonzalito, se trajo a un torero de Portugal que llevaba poniendo los palos un año ya como banderillero. Lo hizo debutar con picadores en 1978 en Gerona, manda huevos, Gerona, con Pepe Luis Vargas y Josechu Pérez de Mendoza, rejoneador.

Un día habríamos de dar el homenaje y reconocimiento debido a esos toreros que limpiaron ganadería tras ganadería en todos los pueblos, ciudades y ferias de España, Francia, América. El cartel de banderilleros era imprescindible. Aseguraban espectáculo, lo hacían frente al toro de la carretera, y hasta no desmerecían alternando con toreros con arte

Gonzalito (¿se acuerdan o, mejor, saben quién es?), uno de los hombres que más y mejor tuvo a bien Curro en echar en cuenta en su carrera, escuchó sobre el portugués cosas muy alentadoras: es un tronco, es muy basto, es vulgar… Y Gonzalito se reía por lo bajini porque lo que él veía era a un torero poderoso con el capote, más aún con la muleta, muy eficaz con la espada y uno de los mejores en la historia cubriendo el tercio de banderillas. Sí. Hablo de Víctor Mendes, que va camino de cumplir los cuarenta tacos de alternativa.

Fue un torero que creció mucho más que en oficio, en saber torear y, sumando sus cualidades innatas, su valor y un carisma para el público como pocos han tenido, más un donjuanesco porte metido en una sonrisa de imán, le hizo ser un torero esencial para las ferias. Buen conversador, con su guasa mestiza entre portuguesa/andaluza y su portentosa naturaleza física.

Un día habríamos de dar el homenaje y reconocimiento debido a esos toreros que limpiaron ganadería tras ganadería en todos los pueblos, ciudades y ferias de España, Francia, América. El cartel de banderilleros era imprescindible. Aseguraban espectáculo, lo hacían frente al toro de la carretera, y hasta no desmerecían alternando con toreros con arte. Mendes, Morenito de Maracay, El Soro, Esplá… pero Mendes y Manzanares padre, si hacía falta dar un empujón a la taquilla.

La desmemoria tiene ejemplos sustanciales. Todos pueden hablar del binomio Baltasar Ibán y César Rincón con Bastonito. Pero a ver cómo cuentas a la gente que en 1987 Víctor Mendes le cortó tres orejas a una de Baltasar Ibán en Las Ventas. Sí, un matador banderillero, sí. En la época en la que Las Ventas era la plaza más dura de todas las plazas imaginables, nada que ver con la actualidad, afortunadamente. A esta actualidad más afortunada le vendría bien un poco de memoria, veinte Gonzalitos, un puñado de Mendes y un poco de respeto y educación taurina.

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