La Pincelada del Director
Nubarrón, en Burriana.Nubarrón, en Burriana.

La fuerza del pueblo, la fuerza del toro

Escribiendo esta columna me llegan los ecos de lo que se considera un acontecimiento popular que desbordó todos los parámetros conocidos y habla como ningún otro de la fuerza del toro cuando las gentes lo sienten como propio. ¡Ahí está el secreto!, que lo sientan como propio. En Burriana se concentraron decenas de miles de personas, hablan de más de cuarenta mil
José Luis Benlloch
martes 17 de septiembre de 2019

Llora el campo. Se les llamaba riadas. Las hubo tremendamente dramáticas. Luego fue la gota fría, el año siguiente ciclogénesis explosiva, este año la Dana. Es como las canciones del otoño. Ves las imágenes y entiendes que llore el campo (y la ciudad y quien se ponga delante) destrozado por unas lluvias inclementes, en realidad llovió sin consideración y por esta vez a gusto de nadie. Y ya se sabe, de siempre, que el campo y los toros van de la mano. ¿Qué sería de la tauromaquia sin la gente del campo, de las zonas rurales?… Así que por toda la cuenca mediterránea, La Mancha y Castilla estos días llora el campo y lloran los toros. Por cierto, ahora le llamamos sistemáticamente tauromaquia al toreo para darle, o eso pensamos, más rango a lo que ha sido, y sigue siendo, la pasión de muchos españolitos, en realidad de muchos, muchísimos españolitos y no españolitos que nacieron en ese ambiente o tuvieron la curiosidad de conocerlo antes de tomar partido. Detalle de inteligencia frente a la estulticia imperante que habla sin haber pisado una plaza. Semejante sandez colectiva hay que sumarla a los dana administrativos o a las ciclogénesis del mismo género o a las gotas frías, quizás a todo a la vez, siempre de carácter político que todos los años hacen su camino sin que sepan qué es el toreo ni tampoco la tauromaquia ni tengan curiosidad por saberlo, ni mucho menos respeto a los que lo saben y lo sienten. Y así estamos una semana, una temporada más, hasta que los vientos y los dioses calmen tan revueltas aguas y los no menos alterados despachos que algunos tienen como suyos aunque sean de todos.

Se desbordaron las previsiones. Cuarenta mil personas, casi la México al completo por un toro, ni un anti en los alrededores, ni un político a la contra. Burriana fue el ejemplo de lo que entraña la pasión por la tauromaquia

Los medios informativos han abierto estos días sus primeras páginas con el desánimo y la ruina de las aguas incontenibles -alguna culpa tiene también esa misma clase política que deja que ni barrancos ni bosques se limpien bajo los argumentos más extremistas- y las páginas de toros, las que quedan abiertas, han ocupado mucho espacio con suspensiones y más suspensiones sin que esta vez se apreciasen referencias a la picaresca, con Albacete, Guadalajara por partida doble, Valladolid, Cehegín, Baza, Ubrique… entre las principales damnificadas.

Foto: Jordi Juárez

Servidor echó una tarde de toros en Utiel. Esa es una devoción que no me pierdo de la misma forma que nunca falto a la procesión de mi Benaguasil, donde, por cierto, un alcalde de otro régimen nos dejó sin la plaza más coqueta y torera de la provincia y, por ende, sin toros para celebrar la fiesta de la Montieleta unas horas antes de cumplir con el precepto religioso. Así que me agarro a Utiel, que siempre tuvo más rango, lo reconozco por encima de los amores localistas, y todos los años contra viento, marea, contra algún paracaidista de fortuna que aparece diciendo ser Chopera redivivo dan toros para celebrar la fiesta de la Virgen del Remedio en una plaza bella como pocas y abandonada como muchas. De lo artístico esta vez quedaron para el debate unos cuantos toros de Fuente Ymbro poco o nada aprovechados, las cosas del Fino, que en su segundo comenzó mezclando brujerías con desdenes y acabó inclinándose por estos últimos hasta rozar el gran escándalo como si estuviese en Almagro; decir que a Pinar no le funcionó la espada y que Duque impuso su ilusión por triunfar y acabó llevándose su peso en vino, que es la forma que tienen en Utiel de premiar al triunfador, tanto pesas, tanto (botellas) vales.

Y entre los de luces las crónicas cuentan y no acaban de Juli en Salamanca, de la gran tarde de Perera en Nimes, de Castella en ese mismo feudo, de Juan Leal, que sigue tronando fuerte, de la buena racha de El Cid en año de despedida, del resurgir de Luque…

Escribiendo esta columna me llegan los ecos de lo que se considera un acontecimiento popular que desbordó todos los parámetros conocidos y habla como ningún otro de la fuerza del toro cuando las gentes lo sienten como propio. ¡Ahí está el secreto!, que lo sientan como propio. En Burriana se concentraron decenas de miles de personas, hablan de más de cuarenta mil, en el recinto taurino, plaza mayor, carafals (talanqueras), balcones, terrazas y los lugares más impredecibles para no perderse detalle, además de generar un seguimiento masivo en las redes. El protagonista: un toro de Pablo Romero, me cuesta aún decirle Partido de Resina, por el que los medios de la tierra anunciaron que un industrial de la zona había apostado a rumboso y pagado veinticuatro mil euros (el toro más caro de la historia y el más taquillero finalmente) para que su pueblo disfrutase. Nubarrón se llamaba el toro. Me cuentan que no fue el de mejor juego. Lo que sí quedó bien claro y raso fue la fuerza del pueblo. ¡Ah! ni un antitaurino en los alrededores, ni una voz discordante de la clase política. La fuerza del lleno.

Y para que no digan que esta semana me he olvidado de los matadores, recordar a un Juli del que las crónicas cuentan y no acaban en Salamanca, de la gran tarde de Perera en Nimes, que ha recuperado la velocidad de crucero que le llevó arriba, de Castella en ese mismo feudo, de Juan Leal, que sigue tronando fuerte, de la buena racha de El Cid en año de despedida, del resurgir de Luque… sin que podamos olvidar el trágico percance de Javier Cortés. ¡Maldita sea!

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