Benlloch en Las Provincias

El Niño de las Monjas arrebata Algemesí

A sangre y fuego, un huevo contra otro. Temerario, decían en los tiempos en los que los chicos no iban a la escuela taurina y se las arreglaban con el alma. Así toreó
José Luis Benlloch
viernes 27 de septiembre de 2019

A la antigua. A sangre y fuego. Todo corazón. Eso fue, sobre todo corazón. Unas veces templado, otras embarullado, siempre emotivo. A sangre y fuego, un huevo contra otro. Temerario, decían en los tiempos en los que los chicos no iban a la escuela taurina y se las arreglaban con el alma. Así toreó el Niño de las Monjas, la última versión del romance más novelesco del toreo en pleno siglo XXI.

Sucedió ayer en Algemesí, era su debut con picadores, le cortó una oreja a su primero, reconozcámoslo, más por cariño que por otros motivos más toreros, y le cortó las dos orejas a su segundo, en esta ocasión por sus bemoles. Si el presidente hubiese sido de otra época le hubiese dado el rabo, que es lo que correspondía al alboroto que provocó el Niño de las Monjas pero estamos en tiempos de lo políticamente correcto y de haberlo dado quizá hubiesen temblado los cimientos del campanario de Sant Jaume que preside la plaza. Quizás.

En ese novillo que cerraba plaza salió a todo tren, hasta me desconté del número de largas cambiadas, de tafalleras, de serpentinas y revoleras que dio. Un torbellino en la Ribera. Temblaban los maderámenes de los cadafals. El público en pie, cardiaco, la plaza rendida. Su toreo de rodillas tuvo el rango del buen toreo de pie. La pasión lleva su nombre. Cuando se lo llevaron en hombros me vino a la mente la crítica a Lola Flores en Nueva York, no canta, no baila, no… no se la pierdan. Pues eso.

Su compañero Fernando Plaza fue todo lo contrario, toreó bien, por momentos muy bien, cortó una oreja de cada novillo pero los tendidos no se pusieron como los puso el de Las Monjas. Los novillos de Victoriano del Río fueron extraordinarios, me faltaba decir que costaría elegir el mejor. El presidente estuvo como manco con los pañuelos azules, más de uno de los ejemplares mereció la vuelta al ruedo.

Un buen rato después, la calle Montaña que da a la plaza, por donde se llevaron a los dos toreros en hombros, seguía siendo un hervidero de aficionados satisfechos, por la mascletá del Niño de las Monjas, por el buen toreo de Fernando Plaza, por los novillos de Victoriano… era Algemesí en estado puro. La expectación de lo valenciano queda pendiente ahora del mano mano entre Miguelito y Polope de mañana. Para hoy la representación valenciana está a cargo del ganadero Daniel Ramos.

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