Carne para la tabla del carnicero. Filetes, solomillos y chuletas con pitones. Cinco hermosos mansos de solemnidad y cinco minutos de toro para Castella…
Carne para la tabla del carnicero. Filetes, solomillos y chuletas con pitones. Cinco hermosos mansos de solemnidad y cinco minutos de toro para Castella, es el resumen de la séptima corrida de las Fallas de hogaño. Con un público decepcionado marchándose de la plaza cansino y aburrido, Enrique I “El Grande” y mi tocayo Juan Mora regresaban al hotel pensando, como Felipe II cuando recibió la noticia del desastre de su Armada Invencible: “Nosotros no mandamos nuestros barcos a luchar contra los elementos”. Y los elementos de la penúltima corrida de las Fallas de hogaño han sido el denominador común del estado actual de la ganadería llamada-¡que travesura!- brava. La falta de casta, de fuerza y, como consecuencia, la nula combatividad en general de los toros lidiados en esta primera feria de primera del año. Eso sí, salvando los de Fuente Ymbro, los de Pedro Moya y alguno suelto de Alcurrucen, Jandilla, Victoriano del Rio y Núñez del Cuvillo.
Y no será porque no lo hayan intentado Ponce, Mora y Castella con los de Daniel Martínez. ¿Qué pasa aquí? Si a mí me exigieran un análisis sobre el estado de la prensa española lo daría sin pestañear. Los ganaderos también deberían saber explicar el porqué de la mansedumbre de sus productos. Claro que a lo mejor la culpa también es de Zapatero. Pero fuera bromas; o los criadores de reses llamadas bravas, dan una pronta respuesta al estado gelatinoso del toro que está saliendo por la puerta de toriles casi todas las tardes, o esto se va al carajo. O también puede que las primeras figuras se vean en el trance de tener que echar mano de las ganaderías encastadas, que ahora se están tragando los toreros de la tercera y cuarta fila. ¿Les doy unos cuantos nombres por si los han olvidado? Ahí van: Cuadri, Miura, Cebada Gago, Victorino, Dolores Aguirre, Adolfo Martin, Fuente Ymbro y desde ayer Pedro Moya. De nada…
