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Plaza de toros de BarcelonaPlaza de toros de Barcelona

Quo vadis?, ¿A dónde vas?

Manolo Molés
sábado 02 de noviembre de 2019

Lo difícil es borrar el pasado. Cataluña, y en concreto Barcelona, fue la comunidad más taurina de este país. De largo. Más toros, más gente, más pasión, Balañá se quedaba corto con dos plazas llenas y alternativas: la Monumental (ahí está viendo pasar el tiempo, polvorienta y olvidada) y las Arenas, que ahora es como un supermercado hortera en el centro de la ciudad. ¿Cuándo se empezó a desmadrar aquella Cataluña? Hubo grandes errores. Se decía que para la gente pudiente “la pela” era su mayor religión. Y dos presidentes de este país, uno de derechas y otro de izquierdas, abrieron el camino, José María Aznar y Felipe González, al crecimiento de ese sueño de independencia. ¿Cómo? Pues pidiéndole al honorable y listo Jordi Pujol sus escaños a cambio de taparse los ojos y dejarle que hiciera lo que le diera la gana. Ahí despertó el demonio. Y se vinieron arriba, y se multiplicó la ensoñación de la independencia, porque no debe de ser mal negocio manejar la fuerza y el dinero de un país.

La fiesta de los toros fue el primer sacrificio. Los hijos de don Pedro Balañá, que dejó un imperio en “pelas” y en cines, ya tenían más de un oído más puesto en lo que dijeran los políticos que en lo que gritaran los taurinos. Y acabaron felicitándole a los políticos del sueño independentista cerrando la plaza de toros porque era romper el primer eslabón que les unía a la España tradicional. Y los aficionados se lo tuvieron que tragar. Tal vez demasiado mansamente. Pero ya estaba escrito el futuro. Borraron los toros, no pudieron borrar el Ebro, que les cruza o no cayeron en la cuenta de que somos íberos porque así se llamó a los que vivían a lo largo del Íber (ahora llamado Ebro). Por eso somos íberos. Por eso a América la llamaron Iberoamérica. El Íber es lo único español que no han borrado en su locura independentista, pero a lo peor es que no han caído o no leen lo suficiente. Si se enteran de esto lo llaman el Tigris, el Eufrates o el Río Amarillo con lazo amarillo. Con el mal fario que para los taurinos tiene el amarillo. Yo le decía a Antoñete: “Coño, maestro, si el amarillo es tan malo, ¿por qué los capotes tienen la vuelta en amarillo?”. Y Chenel respondía: “Hay amarillo porque tiene que haber tragedia en la Fiesta”. Y se quedaba tan conforme.

Tiene que haber tragedia en el toreo y la hay en la política. Pero esta fiesta nuestra es mágica. Cuanto más la acosan, más toreros importantes aparecen. Porque lo más fantástico que ha sucedido este año es que han crecido como nunca las figuras, han cuajado toreros buenos y llega una camada de novilleros tan nueva como importante.

NUNCA VIMOS A TANTA JUVENTUD ABRIÉNDOSE CAMINO

Hace años que no vislumbrábamos a dos, a tres o a media docena de nuevos valores. Y ahora, en la temporada que acaba de cerrar el año, hay una docena de chavales con un hambre de oportunidades y con una personalidad como hace tiempo que no sucedía. Un dato que confirma esta “floración” de nuevos valores. En el último (o sea, el anterior a este) número de APLAUSOS, si repararon en algo tan clave como las clasificaciones, se darían cuenta de que tengo razón: 141 matadores en la lista de este año y 136 novilleros. Nunca vimos en la “sala de espera” de los sueños toreros a tanta juventud abriéndose camino. Y si leen los nombres, hay una quincena que están ya dando golpes en la puerta. Afortunadamente se levantó la veda y la nómina de toreros importantes se ha multiplicado. Lo de Madrid ha sido una máquina de crear realidades. Hacía años que esto no se alborotaba y entraban en los palacios los que solo conocían las tabernas. Veteranos que parecen nuevos y da gloria verlos: Paco Ureña, Antonio Ferrera, Diego Urdiales, Daniel Luque, Emilio de Justo, Perera, al alza, Cayetano, más rondeño que nunca, Ginés Marín, al frente de una nueva generación. No olviden a Álvaro Lorenzo ni a la novedad de David de Miranda ni al regusto torero de Pablo Aguado ni la maestra madurez de Curro Díaz y, por supuesto, las figuras ya reconocidas y un batallón de toreros que cargan con el hueso duro con una grandeza que hay que reconocer: Chacón, Escribano, Pepe Moral, Galdós, Robleño, López-Chaves, Sánchez Vara, Alberto Lamelas y mi admiración enorme por los méritos y lo que ha tragado Rafaelillo. No le va el diminutivo. Mejor don Rafael del toro grande y duro. A las figuras que nombramos cada día y a los muchos que se quedan por nombrar en el largo escalafón.

CHENEL, EL MAESTRO QUE DIBUJA SENTENCIAS CON CINCO PALABRAS

Ocho años sin Chenel. El maestro que dibuja sentencias con cinco palabras. La torería, la bohemia, el talento, los huesos escasos de calcio, la cabeza de un poeta, la bragueta de los héroes, las tardes de gloria, los años de olvido, la montaña rusa, el toreo en el corazón. Y en el recuerdo, sus frases: “La distancia es fundamental, entre otras cosas para que surja la belleza de la arrancada del toro y la repetición de la embestida”. O esta: “Cargar la suerte es cambiar el toreo lineal por la hondura y la profundidad al cargar el cuerpo sobre la pierna contraria”. Y esta, tremenda: “Torear, amar, fumar, jugar y beber son los cinco pecados capitales que se han permitido las grandes figuras del toreo en toda su historia”. Y la última: “Todos los toreros nos morimos soñando que vamos a volver a torear porque nos llevamos a la tumba la faena perfecta”. Y muchas más que fui anotando en el recuerdo y en la vivencia con el maestro que se fue hace ocho años pero hay recuerdos que nunca se borran. Empieza el invierno pero mucho ojo porque el gallinero está alborotado y hay más aspirantes a la mano de la gloria que nunca. En este invierno no van a dormir ni las marmotas ni los osos. Tenemos mejor futuro que Cataluña. Creo. Quo vadis?, ¿a dónde vas?

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