Son las nueve menos cuarto de la noche y Rubén Pinar acaba de llegar a casa. Ha estado, como tantos días, en la finca de la familia de Nazario Ibáñez afinando el toreo; su toreo; porque aunque haya terminado la temporada, los toreros no paran de pensar en el toro. En el toreo. Y más en el caso de matadores como Rubén Pinar, un torero que sigue reclamando un sitio en las ferias, aunque sea, de momento, en un segundo plano. No obstante su intención sigue siendo abandonar ese -por otra parte- muy digno estatus para ponerse en primera fila.
– “Victorino Martín es una ganadería que te exige mucho, tienes que estar muy bien colocado, lo que le hagas debe ser perfecto, o casi. Te enseña a torear”
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