La página de Manolo Molés

Héroes de luces o del silencio

Manolo Molés
domingo 24 de noviembre de 2019

Son héroes de luces. Son también héroes del silencio. El toreo es grandeza cuando todo sale de cara, es lucha cuando tienes que abrirte paso, es una pared cuando no suena el teléfono, es el muro de Berlín cuando no te ves anunciado en los carteles. Lo decía Chenel, más filósofo de la vida, sus miserias y sus grandezas, que incluso torero. Antoñete dejó claro un día que la soledad es el banquillo donde te pudres o te endureces. Y tenía toda la razón del mundo. Fue grande y fue chico, fue figura para toreros y aficionados, y fue también un torero orillado por el sistema. Y por sus errores que como todos también los tenía. Un día que estábamos jugando al frontón hicimos un alto para que respiraran sus pulmones pintados de nicotina. Y le pregunté: Chenel, cuando las cosas iban mal, cuando salía todo al revés, ¿cómo vivía? “Jodido, porque todos los que te doraban la píldora cuando triunfabas ya ni te miraban y ni te hablaban. Es más, si tú ibas por la acera de la derecha, se iban por la acera contraria”. ¿Por qué se cambiaban de acera? “Por si les pegaba un toque. Bueno, eso hablando con humor. Se cambiaban porque la gente, bastante gente, rechaza a los perdedores. Y yo, que estuve arriba y abajo, mi vida fue un carrusel, lo sé, les veía de lejos. Incluso llegué a pensar (se encendía otro cigarro y me guiñaba un ojo) que era invisible”.

Este es un espectáculo tan grande como duro. Todos los toreros han vivido en las aceras de la Fiesta. En el banquillo que curte o pudre. Encima hay momentos en que estalla todo sobre tu cabeza y no ves la salida del túnel. Y las cogidas, las cogidas fuertes, hay que ser un héroe para venirte arriba. O un torero de verdad. Todo eso lo hubiera repetido por lo de Gonzalo Caballero y Javier Cortés, sobre el que ya de novillero sentenció: “Ese sabe torear”. Son los héroes del silencio, apagadas las luces de las tardes de toros.

CABALLERO, CORTÉS, MENÉS… TOREROS QUE SUFREN Y SUEÑAN

Tiene algo especial. Gonzalo Caballero ha visto las estrellas del último viaje y sin embargo ya no le queda más dolor que el de volver a vestirse de luces. Ya ni se queja. Y lo más curioso de estos toreros: “Nunca le echan la culpa al toro”. Yo le tengo un afecto especial desde aquel día que nos vimos en la finca de Fermín Bohórquez y ya tenía la fiebre del toro, de la gloria y del dolor. Ya tiene su medicina soñando con el retorno a Las Ventas. Como si no valieran ya los dos “tabacos” en una misma temporada. Volverá. Lo que sí le he pedido es que en la suerte final le dé salida al toro, esa foto de Paco Camino en la suerte suprema es la Biblia del volapié. Se merece la felicidad del triunfo pero no debe olvidar jamás (aunque nada es seguro al mil por mil) que además de torear, tiene que matar al toro. No el toro matar al torero. Yo creo que a la tercera tocará premio. Te digo algo más: tiene afición y es buen tío. Pero el toreo tiene unas normas para que el espectáculo sea inimitable, muy grande y para que el torero triunfe o, al menos, entienda la lidia adecuada. No todo es corazón. Importa la cabeza, donde anida el conocimiento.

El toreo es grandeza cuando todo sale de cara, es lucha cuando tienes que abrirte paso, es una pared cuando no suena el teléfono y es el muro de Berlín cuando no te ves anunciado en los carteles. Lo decía Chenel, más filósofo de la vida que incluso torero. Antoñete dejó claro un día que la soledad es el banquillo donde te pudres o te endureces. Y tenía razón

Todos estamos deseando que Javier Cortés vuelva a torear (ha decidido hacerlo el próximo año y aplazar la solución posible pero no fácil de su ojo derecho). Otro gesto de torería. Primero la pasión y luego la obligación del quirófano. Yo he visto las caras de los médicos que salvaron a Gonzalo y las caras de los doctores que llevan meses intentando salvar el ojo a Javier. Nunca han tenido pacientes como ellos. Para los médicos no taurinos los toreros son extraterrestres. Los héroes de luces. Otra gente. Otro mundo.

Luego están otro puñado de toreros dolientes pero que apenas son conocidos. Ahí, supongo, el dolor es mayor. Un caso y hay docenas: Daniel Menés, novillero, el hijo de Iluminado, el guardián eterno de El Batán. Lleva el chaval un montón de semanas sin poder casi andar. Está casi recuperado y solo soñando a ver si esto se arregla y puede volver otra vez a Madrid a darle la vuelta a la tortilla. Hay docenas de chavales como Daniel. Estos son los héroes del silencio. Pero hay que decir que están ahí, que sufren y que sueñan.

EMILIO DE JUSTO SE MERECE JUGAR EN PRIMERA DIVISIÓN

Emilio de Justo -la película cambia radicalmente- ha sido un héroe de la paciencia obligada, años, casi una década, de olvido. Un par de tardes por su tierra y un exilio en los montes del Perú y “la provincia” de Colombia. Para matar el hambre y los sueños. Totalmente fuera del circuito con luces de colores. Hasta que llegó la Francia de la justicia torera. Empresarios que no tienen los contratos atados con ningún torero. Libertad y poco a poco, Emilio ganó las Galias. De soldado raso pasó a general. Ese empujón le llevó a Madrid y reventó el olvido de años. Las luces del brillo barrieron la oscuridad de años. Ahora ya vuelta por encima de los sueños y cotiza al alza en la bolsa de los toros. Cierra, con amistad, sus años con Luisito (un personaje interesante y conocedor del toro), continúa con Alberto García (uno de los taurinos con más capacidad para mejorar plazas) y supongo que llegarán proposiciones fuertes y justas de los despachos del “Pentágono taurino”. Se merece jugar en primera división. Este Emilio es justo, y de justicia, que se siente en la mesa central de la “Moncloa del toreo”. Estos son los otros héroes: los de luces con brillo propio.

Qué complejo y qué completo es el mundo del toro. Ahora entiendo mejor aquello que un día me dijo Antonio: “El toreo bueno es aquel que no solo se queda en el paladar, sino el que además te llega al corazón y, si es preciso, te encoge el estómago”. Punto.

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