Con la presentación del cartel que anunciará la temporada de 2020 en Sevilla se han repetido todos los guiños anuales. El cartel no gusta nunca aunque sea bueno, porque si recibe bendiciones ya no hay titulares. Ya se sabe, que la realidad no arruine un buen titular. Y Sevilla, y España entera, se entregan con deleite a la feroz masacre de una obra que suele concitar una llamativa unanimidad en cuanto a su valor torero. Pero hay mucho que matizar.
La Real Maestranza encarga un cartel a una figura contrastada, porque su primera intención es completar una colección de un valor incalculable. Esta inmensa colección, que comenzó Juan Maestre en 1974, es una joya con muestras de Barceló, Carmen Laffón, Larry Rivers, Botero, Salinas, Luis Gordillo, Hernán Cortés, el chileno Guillermo Muñoz Vera o Carlos Franco Rubio. La entidad paga e impone a la empresa la obra que será la imagen del toreo en Sevilla durante toda la temporada en entradas, programas, fascículos y demás papeles.
La obra de este año ha suscitado, de nuevo, una llamativa controversia. El autor es el alemán Albert Oehlen, que ha utilizado una técnica digital en una obra de tipo abstracto. Dicen los que entienden que tiene mucha calidad. En mi caso, como no sé nada del arte de la pintura, me abstengo. Es posible que sea un buen cartel, pero en mi opinión es muy feo como anunciador de gestas taurinas. Creo que la Real Maestranza solo piensa en su salón de carteles, pero no en la Fiesta.
Pero hay algo más lamentable. En el año en el que se cumplirá el centenario de la muerte de Gallito, el Rey de los toreros, no hay ni un solo rasgo en el cartel que recuerde al de Gelves. Es cierto que en 2012 fue el protagonista en la obra de Manuel Valdés, pero hubiera sido un detalle, propio de la señoría que adorna a esa casa, volver a representar a José. Lo que no tiene explicación es que se haya contado que en Sevilla hay muchas efemérides y no se puede plasmarlas cada año en una pintura. Queda claro que la Real Maestranza no olvida la afrenta de la Monumental por parte de Gallito. En esta ocasión hubiera sido el momento de echarle tierra para siempre al asunto. Y no se ha hecho.
