ARRANCA EL AÑO JOSELITO EN APLAUSOS

Loores al Rey Gallito

La versión impresa de Aplausos ofrecerá cada mes distintos reportajes que glosarán la figura del menor de los Gallo con motivo del centenario de su muerte
José Luis Benlloch
jueves 30 de enero de 2020

Ha comenzado el año Joselito. Se cumple un siglo, cien brejes de la gran tragedia de Talavera dicho en caló en reconocimiento de su sangre gitana, un siglo nada menos desde que sucediese lo que nadie podía imaginar ni siquiera su propia madre. Él, tan sabio, tan poderoso, tan capaz, tan fuerte, tan joven… parecía inmortal salvo que le sorprendiese un toro en la siesta, pero sucedió en la plaza en un tiempo en el que las aficiones más prestigiosas -Madrid la primera- le estaban haciendo sentir el peso de la púrpura a niveles insoportables incluso para un torerazo como él. Y desde entonces su leyenda no ha hecho más que crecer. Justamente. José ha sido y es referencia, ejemplo, faro, guía del toreo, en la calle, en la plaza, en las exigencias, también en las correspondencias y en ese punto se hacía definitivamente grande, pedía y daba, detalle que olvidaron/olvidan con frecuencia los mandones que le sucedieron y fue un visionario preocupado por el futuro del toreo y su economía. Dice la leyenda que fue la culminación de una forma de entender el toreo, de tal manera que con su nombre hacen un parteaguas histórico y es verdad, pero también lo es que fue pieza fundamental en el nacimiento del nuevo toreo, responsabilidad y honor que atribuir en exclusiva a Juan, su alter ego, es tan simplista como injusto. Por todo ello considerarlo como el Rey de los Toreros no es hipérbole sino justa justicia que hubiese firmado el propio Belmonte, que siempre le tuvo la más alta consideración personal y torera.

Por todo ello la España taurina se va a desbordar en reconocimientos y homenajes. No cabía esperar otra cosa. Y APLAUSOS no quiere ser menos. Desde hoy hasta final de año iremos publicando mensualmente trabajos y estudios que diseccionarán su estilo, su personalidad, su vida privada y pública, sus tardes grandes, en realidad trataremos de llegar a todo su universo con el objetivo de poner en valor público los muchos valores de Gallito, a mí me gusta llamarle Gallito: su aportación técnica, especialmente en el toreo ligado en redondo, base de las faenas modernas; su visión del toro, con él empieza a moldearse la bravura del toro actual; su visión del negocio taurino, él fue el inventor, hasta donde le dejó la vida, de las plazas Monumentales, para, sin mermar los ingresos en taquilla, permitir a las clases menos pudientes ir a la plaza; sus conocimientos y sapiencia del planeta toro de los que se nutrieron personajes tan influyentes en la historia del toreo como Camará y Dominguín, a quienes casual o no tan casualmente, vaya usted a saber, dio la alternativa y pasados los años se erigieron en los primeros apoderados modernos que siempre se reconocieron gallistas; su riguroso y a la vez caballeroso sentido de la competencia; su orgullo de figura y también su respeto a los compañeros, incluidos sus banderilleros, y ahí quedó como ejemplo para la historia su complicidad con Blanquet que culminó aquella tarde en Madrid donde José estoqueaba seis toros -que acabaron siendo siete- y en el sexto cogió el capote en banderillas y ¿Dónde te lo pongo Blanquet?Donde lo ponga usted bien puesto estará.

Todo ello sustentado sobre el pedestal marmóreo de su enorme afición. Relatan sus tratadistas, entre los que comienza a contar el joven Berlanga, que su vida fue torear, torear y torear, tercio desde donde creció su sabiduría ante el toro, su repertorio y su respeto a la norma, que hay que convenir que logró evolucionarla sin derrotarla. Y finalmente su muerte en la plaza. Aquel día le ganó definitivamente la partida a todos. De ese maldito momento escribió el gran Rafael Duyos:

Buscando la reunión/ solos el toro y José/ el toro que ve y no ve/ y José que, distanciado/ después del pase ayudado/ queda de espaldas y en pie.

Galanura. Confianza/ ¡No te fíes Joselito!/ Toda la plaza es un grito/ ¡Ay, Virgen de la Esperanza!/ Y cuando el toro le alcanza/ -vulgar, burriciego y loco-/ tiempo y distancia son poco/ para evitar la tragedia/ que si Dios no lo remedia/ Ignacio, al quite tampoco.

Y ya, mayo, se ha quedado/ sin su semilla mejor/ que en Castilla, Bailaor/ con sus astas afiladas/ al mejor de los espadas/ le ha roto la vida en flor.

Este mes hemos arrancado con una memoria reportajeada de sus tres actuaciones en Valencia en las que se anunció como único espada. La importancia de aquellas tardes resumen y reflejan su personalidad. José mantuvo siempre una relación muy encendida con esta plaza donde toreó nada menos que 51 corridas de toros y once novilladas con picadores, varias de ellas curiosamente anunciadas como becerradas con picadores en las que ya cimentó su fama. Su debut sucedió el 5 de mayo de 1910 alternando con Limeño, su pareja de entonces, y fue tal su éxito que le repitieron hasta en tres ocasiones ese mismo año, siempre bajo la misma fórmula de becerrada con picadores. Ya en la segunda se acabó el papel y cuenta Vicente Sobrino en su obra Memoria de luces que en la segunda tarde hubo peleas en las taquillas para conseguir entradas, lo que sería inimaginable en la actualidad y menos por un becerrista, y que el callejón se llenó de políticos y amigos de los toreros, eso sí es más imaginable en los tiempos actuales, con el infortunio de que un becerro saltó al callejón e hirió a un empleado de la plaza por lo que el gobernador ordenó que en los festejos siguientes solo estuviesen en ese lugar toreros, agentes de la autoridad y empleados de servicio, objetivo que no sabemos si logró. Pero ahora les dejó con Gallito en Valencia.

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