El sol comienza a calentar la espalda, y cuando eso ocurre el aire huele a tomillo y romero del campo, antes andaluz y salmantino y ahora extremeño, en el que nacen y pacen la mayor parte de los toros bravos que inician su éxodo por las carreteras españolas desde Tarifa a los Pirineos y desde la raya de Portugal a la orilla del Mediterráneo. Algunas veces me paro a pensar si quienes desgobiernan este país se habrán molestado en estudiar la contribución que significa para las arcas del Estado el despertar de la primavera taurina. Seguro que no. Si lo hubieran hecho no atacarían a la Fiesta de manera tan inmisericorde.
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