La Pincelada del Director

Amenazas y glorias

Semana la mar de movida. O más que movida, tormentosa. También tuvo momentos de gloria. Arrancó con el tema de la Morente. Tras ella, el campo de batalla se trasladó al Parlamento de Navarra, donde la Fundación, por medio de Chapu Apaolaza, defendió, alto y claro, con rigor y nombres propios, la asistencia de menores a espectáculos y escuelas taurinas
José Luis Benlloch
lunes 02 de marzo de 2020

Semana la mar de movida. O más que movida, tormentosa. Con el coronavirus generando temores que nadie queremos mentar. También tuvo momentos de gloria. Arrancó con el tema de la Morente. Diría que para arranque, el de Estrella. Quedará como ejemplo. Inapelable. Impecable. Inmaculado. Rotundo. Con música y compás. Se podría decir que lo suyo fue un chorreón de cultura y tolerancia sobre ese erial de inculta acritud que impera en esta España partida. Una estrella como ella pudo elegir no comparecer con la muchacha de la incontinencia verbal pero lo hizo. Sin un reproche. Con caballerosidad. Bueno, no sé si la palabra es correcta en estos días… digamos con mucho estilo. Tiró de elegancia y le recitó a Bergamín. La muchacha no sabía por dónde llovía, ni siquiera que los versos eran de Bergamín ni posiblemente que existiese un tal Bergamín. Igual pensó que se había equivocado. Pues no, no se equivocó. Fue un round inmaculado, incruento, con la muchacha de la incontinencia escuchando sin entender. Es lo que suele pasar en esa guerra que le han declarado a la tauromaquia, que no entienden, que no conocen, que desde la inopia pasan directamente a empuñar el fusil de la descalificación, de momento dialéctica. Ante la aplastante Morente las turbulencias duraron un rato y se calmaron. Alguien me apunta que no olvidan, que solo se retiraron a las tablas de la impotencia a tomar resuello. Estrella lo hizo sin inmutarse, saludó y se fue. ¡Gracias!

Para arranque, el de Estrella. Inapelable. Impecable. Inmaculado. Rotundo… Fue un chorreón de cultura y tolerancia sobre ese erial de inculta acritud que impera en esta España partida. Pudo elegir no comparecer con la muchacha de la incontinencia verbal pero lo hizo. Sin un reproche. Con caballerosidad. Bueno, no sé si la palabra es correcta en estos días, digamos con mucho estilo. Tiró de elegancia y le recitó a Bergamín…

Tras la Morente, bendita Estrella, el campo de batalla se trasladó al Parlamento de Navarra, donde la Fundación, por medio de Chapu Apaolaza, defendió, alto y claro, con rigor y nombres propios, la asistencia de menores a espectáculos y escuelas taurinas que los de siempre querían prohibir alegando supuestos daños en su intelecto, con la connivencia de aquellos para los que la política es solo mercadeo. Lo malvado de su argumento se desmonta con sus propias experiencias, si ellos que presumen de no haber ido a los toros están como están, en los que sí van solo cabe la posibilidad de mejora. La operación trata de disfrazar el objetivo final que no es otro que erradicar la tauromaquia, erradicarla antes que conocerla, opinar sin saber, maldad sobre necedad o necedad sobre maldad, un orden u otro lleva al mismo lugar, al sectarismo. Apaolaza, por su parte, les abrumó con estudios científicos de reconocimiento internacional y desmontó la manoseada recomendación de la ONU que no es de la ONU, ni siquiera de personajes que conocen la tauromaquia ni su ambiente ni su gente y no va más allá de los prejuicios personales, una gota de última hora si me permiten la grosería, colada a vaya a imaginar con qué intención o con qué motivación. La única duda de la intervención de Apaolaza es si el auditorio lo entendió, si lo quiso entender, si se conformará con el postureo de un debate, si con eso habrán quedado en paz con su conciencia o si siguen insistiendo… Me temo que no, que volverá a ser lo de la senda y el borrico, que se acabó la senda y continuó el borrico. A propósito, sigo teniendo la impresión de que la Fundación sigue siendo deficitaria en apoyos, que merece más, más allá de que alguien anteponga dudas personalistas. Apoyen y luego cuestionen. No es tiempo de otra cosa.

En ese mismo orden de cosas, participé en una nueva sesión de toreo de salón, toreo hablado, en las aulas universitarias. En este caso en la Universidad Católica de Valencia, donde el decano Antonio Calvo, que no es otro que Antoñito Montoliu, torero, hijo y nieto de torero, se encarga, lealtad se llama la postura, de mantener encendida la llama de la tauromaquia para quienes quieran saber y para que puedan decidir con fundamento sobre los toros aquellos que tengan curiosidad, que es la madre de la sabiduría. Tiene varios frentes abiertos. El más importante es el curso sobre el toro de lidia que sigue un grupo de brillantes estudiantes; otro es la postura de puertas abiertas a los aficionados (ASABAF) para que celebren sus charlas y por último ha propiciado lo que llamaron un mano a mano Molés/Benlloch para hablar de periodismo y toros. Para mí fue un honor.

Vicente Zabala, Alfonso Navalón y Molés, un muy honorable clásico, un trueno imprescindible y un comunicador a la moderna, tres regeneracionistas a los que poco después se les añadió Joaquín Vidal, marcaron el devenir de la crítica… Pasado el fragor y las ronchas del día a día, el toreo les debe reconocimiento. Su valor se valoró (se notó) cuando dejaron de estar…

Desempolvamos vivencias y devociones, y por encima de todo me di el gustazo de poner en valor lo que significó para el periodismo y para el toreo la aparición de un trío de periodistas, se les podría denominar regeneracionistas, que marcaron el devenir de la crítica y aunque parezca petulancia gremial diría que también del toreo. Vicente Zabala, Alfonso Navalón y el propio Molés, un muy honorable clásico, un trueno imprescindible y un comunicador moderno que triunfó en los tres medios, tres tipos a los que poco después se les añadió la pluma de Joaquín Vidal, que tuvieron gran peso en el toreo y por los que mantengo mi admiración. Fueron formas diferentes de hacer periodismo de nivel, porque decir crítica seguramente sea limitarles. Pasado el fragor y las ronchas del día a día, el toreo les debe reconocimiento. Su valor se valoró cuando dejaron de estar. Y no he matado a Molés con la última frase, que todos la entendemos.

Lo que sí hemos enterrado es la sardina con un éxito grande de los carnavales de Ciudad Rodrigo que recuperaron todo el vigor de los mejores tiempos. A las figuras lo que es de las figuras.

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