La tauromaquia ha recibido con la suspensión de las fiestas de Fallas, Magdalena y Arles uno de los varapalos más duros de los últimos tiempos. Las tres ferias son las más importantes del inicio de temporada. Más allá de la desilusión que a buen seguro produce en los aficionados que acuden a los tres cosos, los efectos negativos recaen sobre empresarios, ganaderos y toreros además de la influencia en el sector servicios.
Hay que tener en cuenta que en los últimos estudios de ANOET, asociación que aglutina a la mayoría de empresarios taurinos, el impacto económico de las corridas falleras en la ciudad era de más de quince millones de euros y de más de cinco en Castellón.
En el caso de la feria francesa, un estudio de la Unión de Villas Taurinas de Francia y la Cámara de Comercio de Arles determinó en 2015 que los festejos taurinos celebrados en la localidad gala convocan anualmente a más de 50.000 personas y generan un impacto económico superior a los siete millones de euros.
Todo ello sin contar los numerosos festejos en plazas de menor entidad que se han dejado de celebrar en España, Francia y Portugal.