LA RIOJA

Arnedo Arena cumple una década

El 20 de marzo de 2010 se inauguró el coso con una corrida en la que se anunciaron Julio Aparicio, José Tomás y Diego Urdiales
Redacción APLAUSOS
viernes 20 de marzo de 2020

Fotos: CARMELO BETOLAZA

Este viernes, 20 de marzo, se ha cumplido una década de la inaguración de la plaza de toros Arnedo Arena. El nuevo coso registró un lleno de “No hay billetes” para ver a Julio Aparicio, José Tomás y Diego Urdiales, que a la posstre sería el triunfador de la tarde al abrir la puerta grande tras cortar tres orejas ante sus paisanos.

En esa Feria de San José también se celebró la final del Zapato de Plata, que torearon Juan Ortega, López Simón y Ángel Jiménez. Finalmente fue el madrileño el que se llevó el premio. López Simón también se ganaría el Zapato de Oro ese mismo año en el mes de octubre.

Para rememorar la efeméride, recuperamos la crónica de nuestro compañero Luis Ruiz:

Al reclamo de José Tomás acudieron hasta Arnedo sus más fervientes seguidores para abarrotar un moderno Arnedo Arena, que en su inauguración vio salir a hombros a un torero en gran momento, el local Diego Urdiales. Un apático Julio Aparicio y una floja corrida de El Pilar, no impidieron que la expectación suscitada por el evento se viera cumplida con creces.

Se inauguró el caprichoso coso con un triunfo claro, contundente y libre de concesiones localistas del torero de la tierra. Diego Urdiales, que terminó la pasada temporada en gran forma, evidenció que ésta no le ha abandonado en el largo invierno. Salió con ganas y a por todas. En su primero anduvo algo discontinuo e intermitente en un principio. Pronto mejoró al tomar la franela con la zurda. Sobre ella fundamentó el trasteo logrando lances de mando y mano baja. Se creció Diego y ante un noble burel clavó bien las zapatillas y muy asentado y lleno de relajo sacó series rotundas y de mucha verdad. Se tiró con la misma verdad dejando un espadazo eficaz. Dos orejas.

Al que cerró plaza, toro que embestía a regañadientes le dio series cortas con muletazos sueltos aunque largos y plenos de temple. Se paró pronto el de pelaje castaño; fue entonces cuando, otra vez con la izquierda, tiró y aguantó miradas el puesto y enrazado torero riojano, que acabó metido entre pitones exprimiendo con valor lo poco que quedaba dentro al de El Pilar, a la vez que la plaza coreaba el pasodoble Zapato de Oro. Un pinchazo y una estocada baja le privaron de otro doble trofeo. Dejó Urdiales la impronta de pasar por un gran momento previo a los serios compromisos que le esperan en Sevilla, Zaragoza y Madrid.

Estuvo José Tomás largo y variado en los saludos de capote; se gustó en los remates y arrancó con ello las primeras ovaciones. Pronto se adivinó la flojedad del que hizo segundo y no dudó el de Galapagar en echarse la muleta a la izquierda para empezar el trasteo. Hubo pasajes muy ceñidos que llevaron un excesivo delirio a las gradas. Las series de Tomás fueron técnicas y tuvieron aroma, si bien pareció que ese pitón izquierdo pudo dar más de sí. Una zancadilla de Dudero puso el susto de la tarde. Tras de él, volvió a la cara el madrileño; de nuevo técnica, aplomo y el aditamento de unos preciosos cambios de mano. Un gran silencio prologó a las hiéráticas manoletinas marca de la casa, capítulo anterior a una suerte suprema que fue contundente sólo en su segundo intento.

El quinto fue además de muy flojo el de mayor grado de sosería del encierro. Se aplaudió su nula entrega en varas –sólo vio la puya- y con él Tomás estuvo queriendo lucir entre continuos derrumbes. Dio sitio, tiempo, no pudo someter y todo fue muy templado pero a media altura. Fue faena larga, limpia y estética pero huérfana de fibra emotiva, todo ello por la falta de casta de su oponente. Para colmo no mató bien el esperado diestro que recogió una sonora y agradecida ovación.

Julio Aparicio pasó por Arnedo sin pena ni gloria. En cambio, su primero Miroalto, junto con él pasarán a la historia de Arnedo por ser los primeros protagonistas en actuar en el recién estrenado coso. Con él estuvo Aparicio haciendo de enfermero, cuidándolo siempre ya que su floja condición no daba para más. Con el cuarto no pasó de estar lleno de dudas y probaturas. Estuvo sin confianza escuchando también los que fueron primeros pitos en el Arnedo Arena. Lo mejor, su rapidez con los aceros.

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