Cada uno pasa el confinamiento como mejor puede. Rafaelillo, por ejemplo, disfruta de la afición taurina de su hija Claudia haciéndole de toro. La guapa torera, en casa, y de salón, combina verónicas y chicuelinas con maneras de figura. Y tras el remate por bajo a una mano… el torerísimo desplante. ¡Ahí queda eso!, parece decir. Por cierto, el modo en que mete la cara el toro también es digno de elogio. ¡Hay torero… y hay bravura!