El Domingo de Resurrección, en Valencia más conocido como el Domingo de Pascua, no ha tenido nunca tanto predicamento por estos lares donde la mona y la tarara imponían su ley y dejaban los toros para mejor ocasión, aunque un buen año, 1960, un sevillano ilustre, Paco Camino nada menos, se vino a tomar la alternativa con Jaime Ostos de padrino y Mondeño de testigo, circunstancia que con la perspectiva del tiempo no deja de chocar y enorgullecer.
La mejor ocasión para dar toros en Valencia llegaba una semana después, el lunes de San Vicente, tarde en la que la ciudad comenzaba a recuperar el pulso normal tras las vacaciones y los mayores ya acusaban cierto hartazgo de tanto corro y tanta merienda campestre. Se conocía como la novillada de San Vicente y era el preámbulo a los festejos de mayo, habitualmente corridas de toros en torno a la festividad de la patrona, día al que le faltó un Diodoro y un Curro, un empresario y un torero generosos y amantes de la tierra para convertirlo en la gran fecha de referencia. Momentos recientes hubo en que parecía haberse conseguido, pero pronto llegaron los intereses, el alejamiento y la satanización. ¡Es muy mala fecha! te decían y dicen. Lo mismo que de San José, lo mismo que de Julio. Y no hay malas fechas, hay desatenciones.