La página de Manolo Molés

Dolor y estupidez

Manolo Molés
domingo 12 de abril de 2020

Estamos viviendo tiempos de dolor y tiempos estúpidos. Dolor en las pestes y estupidez en los políticos de cualquier tiempo.

Ahora, encima, lo tenemos todo: la pandemia, el dolor de los muertos, el horror de los políticos, y su incapacidad, y muy pocos motivos para sentirse bien, protegido, no engañado o, simplemente, respetado. Ha cambiado todo para peor. Además, no hay memoria ni pudor, lo que importa es un asiento, una pasta y salir de ese túnel tan adinerado como aquellos que eran tu diana preferida. Es un milagro encontrar un político sensato, preparado, justo y equilibrado. Porque ahora mismo, cuando la vida de tanta gente de este país, y de todos los países, está en el aire que necesitamos respirar, no tienes claro de quién fiarte. Porque cambian como veletas según el viento que les conviene. Coño, el coletas puso a Felipe González (un político que buscó la modernidad y la convivencia tras años de dictadura de ordeno y mando) como un asesino de cadáveres de cal viva. Nadie sacó la cara por el político que apoyó la concordia de este país. Coño, hasta Carrillo y la Pasionaria, que también tenían sus cuentas en el aire, bajaron a la sensatez y la concordia. Ahora todo es mentira. Nadie puede aguantar a nadie. Pero todo vale. “Con ese, quién duerme tranquilo”, dijo un día el presidente por Pablo Iglesias. Pues duermen juntos y no pasa nada.

Es un milagro encontrar un político sensato, preparado, justo y equilibrado. Ahora mismo, cuando la vida de tanta gente está en el aire que necesitamos respirar, no tienes claro de quién fiarte. Porque cambian como veletas según el viento que les conviene

Yo era un niño que lo tenía todo a favor: familia con negocios, ricos, los mejores profesores para que a los cinco años y medio ya supiera leer para contarle al abuelo, exportador de naranjas a Europa, la historia de Grecia y Roma, que eran su sueño histórico. Y dos colegios de curas. Tenía también la rebeldía lógica de los quince años hasta la muerte de Franco. Raimon, el de Xàtiva, era mi espejo y mi amigo, y compartí años el sobresalto de la policía y el desalojo, y al censor que pedía dinero para que el de Xàtiva pudiera cantar “Al vent” a “su madre, que siempre espera allá en Xàtiva en la calle blanca”. Luego, la madurez y a trabajar. Me tocó la llegada del Rey y la parodia peligrosa del asalto al Congreso del ínclito Tejero, un iluminado en una tragicomedia.

Hubo gente buena y limpia como Juan Carlos en aquel día clave, como un honrado y sufridor Adolfo Suárez, como Calvo Sotelo. Luego llegó Felipe González, socialista de verdad, que gustará a unos más y a otros, menos, pero comparado con la tropa de hoy… Aznar, que gustará a muchos y a otros, no, estuvo ahí sin cataclismos. Y hasta Zapatero era mejor cuando gobernó que cuando compartió cama con el de Venezuela, país tan bello y tan hermoso como puteado. Y si me apuras, hasta Rajoy, cuando lo veía hacer sus caminatas en chandal y los pantalones más horribles del mercado, tenía su gracia y su flema. Y lo contrario también.

Mira, en los que he nombrado los hay que no te gustarán ni a ti ni a mí, pero comparados con los de ahora hasta se podían aguantar. Tú, piensa: están los que se quieren separar para llevarse la morterada, los catalanes (allí hay gente amiga y fantástica), pero lo de “la patria y la pela” algún día habrá que contarlo bien. Apunta una cosa: Toledo, que era la capital del país, tiene que ver. Y no cuento más, que no es hora. Están los que quieren separarse, decía, están los brotes fuertes del País Vasco, Navarra, que siempre tuvo personalidad propia y no anexionada, tierras ambas que amo y me duelen. Y está pendiente Galicia… todo eso en lugar de un país unido, fuerte y que respete las culturas y la variedad.

En tiempos en que la gente pelea por un sueldo mínimo, el sueldo de los políticos está a una altura importante. Sobre todo si la comparamos con los que se ganan el pan trabajando, inventando, escribiendo, informando o toreando. Sí, toreando. Toreando a un toro, no a un contribuyente

Esta pandemia está siendo dura para mucha gente. Esta pandemia, esta guerra del enemigo invisible, nos va a hacer mucho daño y cada vez da más miedo pensar que puede ser posible que no haya toros este año. Yo quiero creer, con el sueño de los enamorados, no con el sueño de la razón, que a ese septiembre, coño, y a ese cachito de octubre, ya haya llegado la salud y se haya largado el miedo y el horror. Benlloch y todos los compañeros de esta casa de resistencia que es APLAUSOS sabemos que no nos van a regalar nada y que a lo peor, casi no me atrevo a escribirlo, este año taurino puede quedar en blanco. Yo no pierdo la mínima esperanza. Yo no quiero aceptar que este año ni yo tenga nada que decirte ni tú tengas nada que contarme.

Todo esto me jode más porque cuando habla un político, y volvemos a las andadas, dicen en alto que van a apoyar al cine, a la música, al teatro, al deporte, a los circos, a la cultura y a la cultureta. Pero ni una palabra, señoras y señores políticos, ni una puñetera mención, al mundo de los toros. ¿Dígame quién se lo prohibe o si es usted la que no quiere que vote al partido socialista que tanto amé durante los años en que trajeron la democracia, la libertad y el respeto? En tiempos en que la gente pelea por un sueldo mínimo, el sueldo de los políticos está a una altura importante. Sobre todo si la comparamos con los que se ganan el pan trabajando, inventando, escribiendo, informando o toreando. Sí, toreando. Toreando a un toro, no a un contribuyente.

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