La página de Manolo Molés

No hay que bajar la guardia

Manolo Molés
lunes 20 de abril de 2020

Esta peste ha sido una cornada mortal en el corazón de la fiesta del toro. Y duele todo: la cabeza para pensar, las piernas para buscar una tarde de toros y el corazón de aficionado que se queda sin lo que ama. De repente vivimos en un país donde el toro bravo seguramente apenas existirá o morirá sin gloria en los mataderos; vivimos en un país que de repente cerrará sus plazas, donde los toreros no se vestirán de luces, un país en el que un batallón de toreros de los que teniendo mucho mérito todavía no se han podido comprar el mejor coche y menos aún el sueño de una finca, que seguirá siendo una quimera inalcanzable.

Todo ha cambiado. Todo se ha venido abajo. Los toreros, sin torear. Un año en blanco. Gente que se levantará cada mañana y no sabrá si vale la pena vestirse y salir en busca de lo que no existe. Todos pierden pero el dolor brutal es el del ganadero. Tanto esfuerzo, tanta selección, tanto pienso, tanto gasto, tanto mimo… ¿y qué hacemos con los toros? Los utreros pueden esperar. Lo absurdo es lo de los cinqueños y una estúpida regla que impide -¿por qué?- que se lidie un toro con seis años. La rutina del toreo tiene muchos cantes baratos: “El toro de cinco y el torero de veinticinco”. Sería en otra época. Ahora Ponce gobierna con cuarenta y tantos, no con veinticinco. Ahora pueden seguir toreando porque la vida y el cuidado personal (y el toro de ahora) así lo permite.

En esas camadas de seis años hay mucho toro con temple y buena embestida. Yo no los mandaría al matadero, por eso deberían salir unos cuantos toreros figuras y un puñado de toreros que aspiren a ello a pedir públicamente que están dispuestos a torear a los toros con ese año de más

El toro paga el pato. Claro que se puede lidiar el toro con seis años. Pregunten a Victorino Martín, pregunten a los Lozano, pregunten a los ganaderos. Con seis, es verdad, está más hecho, más cuajado, ¿con más sentido?, posiblemente sí, en algunos. Sin embargo, los hay que ese año de más les da una madurez muy toreable. Hoy en día los ganaderos seleccionan mucho y en esas camadas de seis años hay mucho toro con temple y buena embestida. Yo no los mandaría al matadero, por eso deberían salir unos cuantos toreros figuras y un puñado de toreros que aspiren a ello a pedir públicamente que están dispuestos a torear a los toros con ese año de más.

Jodidos estamos todos, lo que pasa es que se puede estar jodido pero no entregado. La temporada se esfuma. Además, escuchas a ministras y ministros del año de los muertos y se te encoge el corazón. No sabes qué hacer y dónde esconderte para estar un poco seguro. Seguramente lo sensato es que no haya festejos taurinos ni ahora ni más adelante. Pero lo que no puede ser es que te digan que te vayas comiendo los toros con patatas porque no va a haber posibilidad, aunque escampe, de dar una tarde de toros.

Podrían hacer como en Francia. Mont de Marsan, una gran feria, se daba en el mes de julio. Vale. Pues se ha retrasado al mes de agosto, ganando un mes para que se pueda dar y si no, se suspende. Eso es lo lógico. Se espera, se mide y se da o no; pero todo el pelotón a tomar por saco aunque salga el sol por Antequera es un “ordeno y mando”. Así se quitan un problema de encima. Y algo más: ¿habéis oído hablar con normalidad de la fiesta de los toros a alguno de este gobierno? Yo no digo que hable bien, solo digo que hable con normalidad. Cero patatero. Deben ser órdenes de arriba porque aunque no se diga, hay una gran aficionada llamada Carmen Calvo, vicepresidenta que peleó por la Fiesta, que fue a Cataluña a ver toros cuando ya perseguían a los taurinos como perseguían a los cristianos en tiempos del Imperio Romano.

Lo malo de todo esto es la desconexión con la gente. Un año de silencio va a dañar gravemente a la Fiesta. Y, además, tampoco está claro cómo va a ser el retorno. De todos modos, yo creo en la ilógica del mundo del toro. La afición es tan de verdad que es capaz de volver y hacerlo con más ganas, más fe y más ilusión

Lo malo de todo esto es la desconexión con la gente. Un año de silencio va a dañar gravemente a la Fiesta. Y, además, tampoco está claro cómo va a ser el retorno. De todos modos, yo creo en la ilógica del mundo del toro. La afición es tan de verdad que es capaz de volver y hacerlo con más ganas, más fe y más ilusión. Hay que regresar con más fortaleza, más orgullo, demostrando que somos millones de personas buenas y normales (por encima de muchísimos políticos de ocasión que como dice la copla “se lo llevan, se lo llevan…”). Nos quieren quitar una pasión que compartimos. Yo me quedo con ellos: con Sabina, con Calamaro, con Serrat, con Murillo, con Goya, con Picasso, con Dalí, con Chaplin, con Orson Welles, con Buñuel, con Lorca, con tantos que no caben aquí.

En una plaza de toros hay de todos los colores. Una plaza de toros es mucho más democrática que una formación política, porque caben todos y el carnet es la entrada. Que quede claro: no debemos nada ni a la derecha ni a la izquierda. La política está para otras cosas. Pero estamos jodidos. Va a ser un año duro. Sobre todo para ganaderos, subalternos, aficionados y toreros que pelean por su futuro. ¿Qué hacemos? No bajar la guardia.

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