El Palco

Con todo respeto, ¡a mí me incomoda usted!

Rafael Comino Delgado
sábado 16 de mayo de 2020

El vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, ha dicho en el Senado, exactamente: “A mí no me gusta, y me incomoda enormemente, que se reivindique como una práctica cultural a proteger algo que no puedo evitar ver, como hacer mucho daño a un animal en un espectáculo para que disfrute gente”. También ha afirmado que le parece bien que los parlamentos autonómicos o en los ayuntamientos se legisle sobre la continuidad de los toros, añadiendo que “los cambios culturales se han de producir de manera democrática”.

Don Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, ya le ha contestado, en carta abierta, de forma magistral. Yo lo hago en este artículo, y como solo me represento a mí mismo, soy algo menos diplomático que don Victorino, aunque respetuoso con el cargo de vicepresidente que ocupa.

Vamos a ver vicepresidente, y disculpe que evite la palabra “señor”, pues tiene, para mí, un gran contenido, es una palabra que significa mucho. Se puede ser hombre (todo varón nacido de mujer) y no “un hombre”; se puede llegar a ser vicepresidente del gobierno, o presidente, o rey, o emperador, pero para llegar a ser “un señor” hace falta mucho más; es un título que no se obtiene en ninguna universidad, ni lo puede otorgar ningún político, ni se puede plagiar, por mucho poder que se tenga; es algo muy superior. Es algo que decide todo el pueblo, toda la sociedad porque, en una determinada persona, percibe una serie de virtudes que incluyen ética, moral, dignidad, bondad, prudencia, moderación, respeto, coherencia, verdad y justicia por encima de todo, de las que, es obvio, Ud. carece, por el momento, a mi parecer.

Volvamos al hilo de nuestro discurso, pues nos hemos desviado algo explicándole por lo que no puedo llamarle señor.

En sus palabras demuestra, una vez más, falta de verdad, incoherencia, demagogia (Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas, a personas que sabe que son idiotas” HL. Mencken), populismo, desconocimiento de la Tauromaquia, etc., todo lo cual puedo demostrar, y lo haré a continuación.

La Tauromaquia se reivindica como Cultura porque es Cultura, aunque a Ud. le pese, y para ello le recordaré la definición que hizo la UNESCO en 1996: “Cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. Ello engloba, además de las Artes y Letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. Para la RAE Cultura es “El conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social”. Para referirse a alguien que es culto emplea otra acepción: “El conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”.

La Tauromaquia es una tradición de España, una costumbre, de hace siglos, por tanto, es evidente que es cultura española, que ya se ha extendido a muchos países, como deberá saber. Lo que pasa es que Ud. confunde Cultura con ser culto, craso error, pues todo el mundo tiene una cultura, pertenece a una cultura, aunque sea más o menos culto. Luego, por mucho que le incomode, la Tauromaquia es Cultura.

Dado pues que la Tauromaquia es Cultura, ni el gobierno central, ni los autonómicos, ni los ayuntamientos pueden legislar sobre la continuidad de los toros, es algo que debe decidir el pueblo. Todo el pueblo. Si deja de ir a las plazas de toros acabará desapareciendo esta modalidad, pero los políticos no pueden ni deben, si de verdad son honestos y demócratas, decidir sobre ello. El problema, creo yo, es que Ud. no cree en la democracia, nunca ha creído, porque es comunista, y el comunismo, como todo el mundo sabe, es una ideología totalitaria, que no respeta la libertad de las personas.

También dice que los cambios culturales han de producirse de manera democrática. Vuelve a ensuciar la palabra democracia. Se la oímos pronunciar a Ud. muchas veces y cada vez que lo hace la ensucia, porque, como antes decía, Ud. no es demócrata; utiliza la democracia, entendida solo como concurrir a una elecciones, para estar en política, y vivir, por cierto muy bien, de ella, pero no cree en la misma, como no creían Lenin, Stalin, Fidel Castro, Chávez ni ahora Maduro, por cierto, todos ellos criminales acreditados, a los que Ud. admira y defiende. Al respecto, le pregunto: ¿Le incomodan los crímenes que todos ellos cometieron, y los líderes comunistas actuales siguen cometiendo? Nunca se lo he oído decir. A mí sí me incomodan, y mucho. En cualquier caso, le insisto, los cambios culturales no se votan, simplemente se producen paulatinamente, y se acabó.

Yo acepto que no le guste la Tauromaquia, pero estoy seguro que de ella no sabe nada, absolutamente nada. En esto se parece Ud. a Hitler, a Heinrich Himmler, a Lenin y a Stalin, todos ellos destacados animalistas, que rechazaban la Tauromaquia sin conocerla. Aunque, al mismo tiempo, asesinaban a seres humanos al por mayor. Seguramente sabe que, como dijera Wayne Dyer, gran psicólogo americano, “el nivel más alto de ignorancia es cuando se rechaza algo de lo cual no se sabe nada”. Estoy seguro, o casi seguro, de que si yo le explicara durante una hora lo que es y significa la Tauromaquia, lo que es el toro de lidia, cómo piensan los taurinos, tal vez cambiaría de parecer, porque es una persona inteligente, aunque su inteligencia no siempre la utilice para hacer el bien a la humanidad, según creo.

Y finalmente quiero expresarle, de forma clara y rotunda, que su actuación como político y sus discursos, que desprenden e incitan al odio, según mi parecer, me incomodan. Cuando dice que se emociona viendo patear a un policía, o que le gustaría partir la cara a los fachas, o que España se quitará de en medio a la inmundicia que VOX representa (lo entiendo como amenaza de muerte), o no condena el hashtag #matar a Abascal, o cuando dice que el político debe vivir donde la gente a la que representa y se compra un lujosísimo chalet, o cuando predica que el himno nacional es una cutre pachanga fachosa, o cuando asegura que no puede pronunciar la palabra España, o que no puede aceptar la bandera rojigualda, o cuando justifica los asesinatos de ETA, solo por citar algunas cosas que entiendo incitan al odio entre españoles y que a mí me incomodan muchísimo, me aguanto. Me tengo que aguantar.

En fin, creo sinceramente, y así se lo traslado, que en Ud., como político, todo es una mentira, creo que es un ser que está haciendo muchísimo mal a España y a los españoles, que no se cree lo que dice, que solo pretende vivir bien a costa de la miseria de los demás, pues la ideología que predica solo ha generado en el mundo miseria, hambre, crueldad, tortura y muerte. Y eso no es que lo diga yo, es que ahí está en la historia. Su admirado Papa Francisco dijo, y Ud. lo leería: “La izquierda empobrece a la gente para que luego voten por quienes verdaderamente les hundieron en la pobreza, que es la izquierda”.

Por todo ello Ud. me incomoda sobremanera, por tanto, aunque le incomode un poquito la Tauromaquia, que a mí sí me gusta, aguántese.

POSDATA.– Siéndole franco, vicepresidente, cuando le veo hablar en público, sea en el Congreso o en otro acto, percibo que irradia más odio que nunca había visto en nadie. De hecho, muchos de su partido llevan la palabra odio escrita en los nudillos de la mano (cuatro dedos, cuatro letras), probablemente el odio que Ud. les ha inculcado. Lo que hasta cierto punto es lógico, pues el comunismo es odio. El propio Lenin dijo, como sabe mejor que yo: “Necesitamos odiar. El odio es la base del comunismo. Los niños deben ser enseñados a odiar a los países que no son comunistas”, y Feliks Dzierzynski, comunista polaco, fundador de la Policía Secreta bolchevique (La Checa), dijo en 1917: “La tarea actual es destruir el orden natural. Nosotros no estamos ahí más que para canalizar y dirigir el odio”.

Es más que evidente que el odio está en la esencia de su ideología comunista, y estoy convencido de que uno de los mayores crímenes que pueden cometerse es sembrar el odio y el rencor entre los ciudadanos, pues el odio alimenta los sentimientos más bajos y autodestruye a la persona.

Si me permite una sugerencia: ¡deje de odiar tanto y será más feliz! y sepa que “el odio es la cólera de los débiles”(Alphonse Daudet, escritor francés) y que “cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga (Víctor Hugo, novelista francés).

Desde su puesto puede hacer mucho bien a España y a la humanidad, pero antes ha de desprenderse de tanto odio como alberga en su alma, y de su ideología totalitaria. Ocúpese de ello y deje en paz a la Tauromaquia, un arte grandioso, con muchísima verdad que, tal vez por ello, Ud. no puede comprender.

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