La página de Manolo Molés

El silencio de las mascarillas

Manolo Molés
martes 26 de mayo de 2020

Lo peor del pesimismo es quedarse vencido y sin alma. El año no es que sea malo, es mucho peor, es una canallada para todo, para la salud, para el trabajo, para tomar el aire, para soñar con el futuro, nunca como ahora hemos visto el pozo de la esperanza más hondo y más seco. Como no tengas arrestos, fondo, capacidad para venirte arriba como hace el toro bravo y el torero valiente, estás más perdido que Carracuca. Es el año más duro que hemos vivido. Si nos hubieran dicho tiempo atrás que llegaría una temporada sin la feria de Castellón, sin Fallas, sin Sevilla, sin San Isidro, sin los sanfermines, sin casi nada, no lo hubiéramos creído. Pero esto es lo que hay. Mucha gente que se ha ido, mucho dolor, mucha ruina, mucho trabajo perdido… los sueños se han convertido en pesadilla.

Ya nada será igual. Tendremos que reconstruir mucho de lo que hemos perdido. Hablaba con gente importante del periodismo y coincidían todos en que “ni los diarios serán ya lo mismo, ni las radios, ni las televisiones, ni el trabajo, ni la vida, cambiarán demasiadas cosas”. La pregunta es: ¿Y la Fiesta? Las pasará canutas pero revivirá, eso seguro. Porque está en el ADN de muchísima gente de este país. Prohibicionistas, antitaurinos indocumentados, políticos sin personalidad, marionetas, siempre habrá un grupo que te quiera tocar las narices, pero no van a poder con la realidad del segundo espectáculo con más gente, con más gasto económico, con más dinero para las arcas del Estado y con una tradición y un futuro muchísimo más arraigado y querido después del fútbol, que es mi segunda pasión tras los toros.

Maximino dará Illescas y quiere solucionar lo de Cuenca; Istres confirma toros para el 18 de octubre; Madrid quiere dar una feria de Otoño en Las Ventas; Juan Bautista quiere salvar Arles; Cascón dice que dará Guijuelo y Béjar; Alberto García va a pelear por que se den Jaén, Corella, Fuengirola y Burgos…

Para conocer bien el toreo, a más de ver corridas de toros y contarlas, pasé muchas horas con maestros a los que hice mil preguntas. Ellos me dieron mil respuestas perfectas. Tengo palabras inolvidables. Llegué a ver al Papa Negro, padre de Antonio y de Ángel Luis, del que más aprendí. Tuve la enorme suerte de beber en estas fuentes: la de Antonio Ordóñez, me contó todo y nunca nos enfadamos, porque nunca acepté comer juntos. Y fue mucho mejor. Fuentes tan dispares y tan complementarias como las de El Cordobés, Paco Camino y Palomo Linares. Dos maestros que me tenían como casi un hijo: Domingo Ortega y, sobre todo, Marcial Lalanda. Él disfrutaba hablando y yo aprendiendo. El Viti, Ruiz Miguel, Paquirri, Yiyo, Ojeda, la última etapa de Manolo Vázquez, Manzanares padre, Espartaco y por consejo de Chenel, bebí la perfección de quien siendo grande muchos le dieron la categoría de casi perfecto. No se podía torear más puro y matar mejor que Rafael Ortega Domínguez -El tesoro de la Isla, como así le llamaron unos pocos aficionados que advirtieron la grandeza callada de este grandioso profesional-.

Hay que animarse dentro del descalabro mundial y del marrajo chino que llaman coronavirus. Cuando escribo ya hay un puñado de empresarios que quieren romper el silencio de las mascarillas. Me llaman y me dicen que quieren dar toros, que un año en blanco es una mancha que no es capaz de borrar ningún detergente. Maximino dará Illescas y quiere solucionar lo de Cuenca, donde el problema es una alegría: tiene allí 5.000 abonados y no sabe si caben con las distancias marcadas. Istres confirma toros para el 18 de octubre. Madrid quiere dar una feria de Otoño en Las Ventas. Rafael García Garrido ya lo ha publicado. Juan Bautista quiere salvar Arles pero espera que se lo permitan. Cascón dice que dará Guijuelo y Béjar. Alberto García va a pelear por que se den Jaén, Corella, Fuengirola y Burgos, y si las cosas se van pacificando se sumarán otras plazas. Y si las cosas van a peor, si hacemos el burro este verano, sin mascarilla, sin orden ni concierto, pues se irá todo al carajo.

Toca sacrificio general. Y si se hace bien, estoy seguro de la fidelidad del público. Cuidemos el futuro, los carteles, los novilleros, las corridas de los pueblos y las ferias grandes. Pero de abajo arriba. No al revés. Hay que arrimar el hombro hasta que nos duela y no podamos más. Toca.

Yo pediría algunas cosas a la buena gente del toro. Todos tenemos que sufrir, sobre todo si queremos volver a los días de vino y rosas. Aunque esa meta está lejos. Hay que entender que todos hemos de mirar por el bien común de la Fiesta. Hay que facilitar las novilladas de septiembre. Ahí está el vivero del futuro. Si hay que apretarse el cinturón, pues se aprieta. Nos lo apretamos todos. Si sale el sol de la tranquilidad, hay que dar toros y no solo figuras, sino toreros dignísimos que no están en el cuadro de honor todavía. Esos necesitan torear. Recuperamos también los pueblos a través de los novilleros. O sea: reconstruyamos lo que ha de venir, la tauromaquia del año 2021. Si cometemos el error de no cuidar las bases, estamos perdidos. Toca sacrificio general. Y si se hace bien, estoy seguro de la fidelidad del público. Cuidemos el futuro, los carteles, los novilleros, las corridas de los pueblos y las ferias grandes. Pero de abajo arriba. No al revés. Hay que arrimar el hombro hasta que nos duela y no podamos más. Toca.

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