“Lo más destacado del festejo fue la decisión de Espartaco. El diestro de Espartinas convenció en Madrid, aún sin dar, ni siquiera, una vuelta al ruedo. Juan Antonio Ruiz es de esos toreros todo corazón, ganas de pelea, afán de llegar, con afición y superación que son las cualidades que faltan en la torería actual”, escribió el recordado José Luis Suárez-Guanes en su crónica de Aplausos.
Espartaco, vestido de blanco y oro, “no dio el menor resquicio para que no se le viera con el capote: verónicas entusiastas a ambos toros, chicuelinas galleando, gaoneras, largas cordobesas y largas cambiadas de saludo (todo esto último en el que cerró plaza). Con la muleta, aunque no cogió la onda pasada de Sevilla, se entregó totalmente en sus dos rivales. Su único pecado fue la largura, por la que llegó un aviso del sexto. Espartaco, por ese camino, a pesar de no lograr muletazos rematados, en general, dejó una gratísima impresión”.
Por su parte, Robles anduvo “corajudo y deseoso” con el quinto. “Se le ve decidido, que es lo importante”, matizaba Suárez-Guanes; mientras que Paquirri, en cambio, “no tuvo su tarde”, refirió el cronista, siendo abroncado con fuerza en su segundo.