En ocasiones, igual que existe un “circuito” de plazas de distinta categoría y condición, algo similar podríamos asegurar que acontece con las ganaderías. Los toreros tienen “sus” ganaderías –algunos anhelan siquiera tener donde tentar ocasionalmente-, y raras veces salen de su zona de confort. Quizás por ese motivo hace un tiempo, un matador de toros aún en activo, después de un tentadero en la ganadería de Eugenio Frías, se preguntaba de manera retórica: “Cómo me habré perdido yo este sitio…”
La pregunta -más bien lamentación- venía fundamentada en el encanto verdaderamente especial que rezuma cada rincón de la finca Sabiote, una de las explotaciones de ganado de lidia de mayor raigambre en la provincia de Ciudad Real (se creó en 1979 aunque su trayectoria comenzó antes con la vacada primigenia de José Tomás Frías), enclavada a mitad de camino entre Castellar de Santiago y Torre de Juan Abad, a unos cien kilómetros de la capital manchega dirección sureste, y cuartel general de la vacada antes citada.
Aunque el titular de la ganadería falleció en mayo de 2018, hacía años que era su hijo, Manuel, veterinario de profesión, quien llevaba las riendas de todo lo relacionado con la finca y el ganado bravo, asesorado puntualmente por su padre.
Manuel desarrolla su trabajo en Madrid, aunque todos los fines de semana, tanto él como su esposa y dos hijas, se desplazan hasta Sabiote para estar al tanto de la ganadería brava, la cual, como tantos otros ámbitos, atraviesa un momento complicado. “No cabe duda de que la situación actual de los ganaderos no es la mejor. El ganado de lidia –afirma Manuel Frías- tiene unas características muy particulares en cuanto a manejo, alimentación, sanidad y, también, en el plano, podríamos llamar, comercial. Nosotros, a pesar del confinamiento y de no saber si vamos a lidiar las tres novilladas picadas que teníamos previsto, hemos seguido alimentando a los novillos como si fueran a lidiarse mañana, aunque, desgraciadamente, no sabemos si ello llegará a ocurrir. Pero de este modo, en el caso de que alguna empresa viniera a ver nuestros novillos, comprobaría que están listos para llevarlos a la plaza mañana mismo.”
Historia y tradición
La ganadería de Eugenio Frías se ha adaptado a los tiempos corrientes, con el maldito Covid-19 pululando por todo el mundo, y antes de ello, una situación muy compleja en un sector no menos enredado. No hacerlo habría sido actitud casi suicida. Ya no se dejan varias corridas de toros como antaño ocurría, sino que se ha optado por lidiar novilladas con y sin picadores, aunque para la temporada 2021 sí habrá corrida de toros, la cual se encuentra convenientemente elegida por nota y hechuras, y que pasta de manera independiente en uno de los cerrados de Sabiote.
DÍA DE TENTADERO
Hoy hay tentadero. Los toreros invitados son noveles. Novilleros. Algunos ya debutaron con picadores, como es el caso del valenciano Niño de las Monjas y del mexicano Miguel Aguilar. Aunque no vienen solos. Les acompañan los matadores de toros David Esteve y Juan de Castilla, respectivamente, además de varios alumnos del Centro de Alto Rendimiento de Guadalajara que aún no han debutado con los del castoreño, y que salen a las vacas tras los toreros titulares.
Son vacas lustrosas, como gustan de echar en esta casa. De pelo brillante y astifinos pitones. Toda una prueba para demostrar que de verdad se quiere ser torero. O para darse cuenta de que quizás no es así; que has sido llamado, pero no elegido. De todo hay, y de todo hubo en esta jornada.
Las becerras, todas de pelo negro zaino, acuden a la llamada desde el caballo de picar de Fernando, hijo del mayoral de la casa, de idéntico nombre que su vástago.
Una vez que a las vacas se les ha “dado puerta”, en esta casa los toreros pueden seguir dando alguna tanda más en el corral anexo, el cual habitualmente sirve de lugar de esparcimiento a las gallinas que aquí se crían, en una escena que suma un elemento más de costumbrismo al lugar.
Tres novilladas a la espera
Al lado de la casa, en un corral de tierra arcillosa y breve zona con tejado para proteger a los novillos del ímpetu solar, aguardan tres novilladas de utreros y otras tantas, aproximadamente, de erales. De momento hay vendida una novillada, mientras que el resto de cabezas tendrán que esperar destino; un destino nada claro, que podría desembocar en una plaza de toros, que al fin y al cabo es para lo que se han seleccionado y criado este tipo de reses, o el matadero, con el consiguiente notable perjuicio económico para el ganadero, pues el importe de las carnes no alcanza los 500 euros, mientras que el coste de producción de un toro ronda o supera los 3.000. Por tanto, mal negocio.
El tentadero ha concluido. El ganadero ha aprobado dos de las seis vacas. No es mal porcentaje. Esa pareja de becerras pasarán a engrosar la tropa de 120 vacas de vientre con las que cuenta esta ganadería hoy día, cuya procedencia inicial de Parladé/Gamero Cívico se refrescó con sangre Torrealta a mediados de los 90 del pasado siglo.
Tras la tienta, un pincho, y cada mochuelo a su olivo, excepto el ganadero y su equipo, que tan solo tendrán tiempo de tomar impulso para la afrontar la ajetreada tarde que se avecinaba: curar animales, repasar machos y hembras, atender los imprevistos que casi a diario se surgen…
Y es que ir al campo “de visita” resulta una maravilla. Para otros la visita supone, fundamentalmente, trabajo, quedando el placer –sin llegar a desaparecer- algo difuminado. Pero ahí siguen. Afortunadamente.