La revolera
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Paciencia y barajar

Paco Mora
domingo 12 de julio de 2020

Es bien cierto que hemos pasado de una sociedad de bienestar a la zozobra del coronavirus, y eso ha sido como un mazazo a nuestras conciencias que nos ha dejado fuera de combate y nos tiene tristes y en muchos casos doloridos por pérdidas irreparables sobre las que no existe consuelo posible. Pero de esta también saldremos. Me he preocupado de investigar siquiera someramente en el historial epidémico de los últimos siglos y la verdad es que España sufrió un lamentable castigo con la masiva pérdida de vidas humanas. Como botón de muestra recordemos la injustamente llamada Gripe Española de 1918 en la que pusimos más muertos que todos los demás países europeos con la entonces recién acabada Gran Guerra.

Fue como si la Historia hubiera querido hacernos pagar el peaje por no haber participado en aquella gran conflagración, auspiciada por los dos grandes bloques de poder político que todavía perduran. Si añadimos las epidemias de viruela, sarampión y hasta la tuberculosis que se enseñorearon de nuestro país por aquel entonces, comprobaremos que tampoco España se salió de rositas de aquellos tiempos convulsos. Ahora, el covid-19 ha hecho tabla rasa y hemos sufrido las consecuencias, en mayor medida que otras naciones de mayor censo y más cercanía al origen de la epidemia.

Y como para el covid-19 no existe todavía tratamiento eficaz y seguro, ni vacuna preventiva alguna, es de temer que la pérdida de la temporada taurina actual es algo que tendremos que aceptar con franciscana resignación. Mucho más cuando nuestros mandatarios políticos están en su mayoría en contra de la fiesta de los toros, pasándose por el forro su multisecular tradición y raigambre, así como su expansión en Francia, Portugal y al otro lado del Atlántico. Si se dan repuntes de la epidemia en cuanto se celebra una boda, una fiesta o cualquier evento en el que se reúnen cien personas, ¿cómo vamos a pensar en plazas con tres o cuatro mil espectadores? Cifra por supuesto insuficiente para sacar adelante económicamente un cartel de toros y toreros que interesen. Hay que echar mano del sentido de la responsabilidad y acorazarnos con una gran dosis de resignación y estar dispuestos a esperar mejores tiempos.

Eso sí, sin bajar la guardia para no consentir que se salgan con la suya los enemigos de la fiesta de los toros, bien sea sumándose al mascotismo imperante o tratando la tauromaquia como una reminiscencia “facha” de un pasado felizmente superado. Y no quiero reincidir en el recuerdo de tanto nombre de políticos, artistas, poetas y escritores de izquierdas que fueron grandes aficionados al arte del toreo, porque son más que conocidos, aunque los enemigos actuales de la tauromaquia pretendan ignorarlos.

Es cierto que existen toreros, ganaderos y empresarios dispuestos a no dejar pasar en blanco esta temporada de 2020. El primero Enrique Ponce, que, bajo el peso de la púrpura está dispuesto a los mayores sacrificios para conseguirlo y eso hay que agradecérselo, porque dice mucho sobre su enorme vocación torera y su sentido de la responsabilidad pero… ¿Con qué dinero se paga ese sacrificio? ¿Están dispuestos los ganaderos a llevar los toros gratis “et amore” a los corrales de las plazas? ¿Y los empresarios a poner dinero de su bolsillo para la organización de corridas de toros sin público suficiente para cubrir gastos? ¿Y el Fisco también renunciará a la parte del león a que está acostumbrado? Es difícil de creer, y en este último caso sería como hablar con Dios y que te contestara…

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