La Revolera

Morir en pie o vivir de rodillas

Paco Mora
domingo 19 de julio de 2020

No nos ayudan las circunstancias. La reiniciación de las corridas de toros después del confinamiento por la pandemia del Covid-19 ha coincidido con la primera letra del abecedario. Con la “A” de Ávila. El primer toro de la nueva época lo ha pasaportado Finito de Córdoba, Juan para los amigos y El Fino para todo quisque, y, por supuesto, para la historia del toreo. Ojo al dato. Pero digo que no nos ayudan las circunstancias porque la corrida se ha celebrado envuelta en el runrún de un repunte generalizado de la epidemia en casi toda España y en mayor medida si cabe en buena parte de los países, del uno al otro confín del mundo. Lo que demuestra que si algo se está haciendo mal no es solo en estas Batuecas. Sí, sí; ya es sabido que el mal de muchos es consuelo de tontos, pero la verdad ni teme ni ofende y es más que cierto que el Covid-19 ha vuelto a romper las hostilidades para seguir librando con furia su batalla sin cuartel contra todos los habitantes del globo terráqueo.

Y al toreo no le queda otra que combatir a pecho descubierto al maldito virus, pese a las circunstancias, o rendirse con armas y bagajes. Y esto último no parece que encaje mucho con la idiosincrasia del buen pueblo español, que tiene demostrado a lo largo de su historia que prefiere seguir luchando hasta el último aliento para defender las causas en las que cree. Es muy duro, pero así son “las cosas de las cosas”, que diría Rafael de Paula. Porque para los hombres y mujeres de este país, ya lo dijo Dolores Ibarruri “La Pasionaria”: “Vale más morir en pie que vivir de rodillas”.

El miedo a la crueldad del Covid-19 lo tenemos todos los españoles, ¡qué carajo!… Y algunos -muchos- con profundas razones, pero existe un axioma que dice que “nunca es más firme y duradero un amor que cuando existe la seguridad de que se acaba”, axioma que hemos de hacer nuestro desde la primera autoridad del Estado hasta el último concejal de la aldea más recóndita. Y cuadrar los hombros y seguir luchando hasta el final. Observando a rajatabla todas las indicaciones en cuanto a precauciones, distancias y medidas de higiene, pero en pie y sin un solo pensamiento de rendición. Solo así acabaremos venciendo a nuestro mortal enemigo.

No somos ratas ni conejos que huyen en desbandada ante cualquier enemigo superior a nuestras fuerzas. Somos seres humanos que sufrimos circunstancias parecidas a las que padecieron nuestros antecesores en épocas pasadas, y un día u otro despertaremos y un tratamiento adecuado, o una vacuna de las muchas en las que los científicos de todo el mundo están trabajando incansablemente, nos sacará de este infierno de dudas y temores. Y aquellos que el criminal virus nos arrebató, se sentirán orgullosos de nosotros desde esa otra dimensión que los convierte en recuerdo perenne e imborrable.

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