Pocas veces se ve embestir un toro con tanta fuerza, pujanza y verdad. Y pocas veces un torero es capaz de estar a la altura de tan bravas y profundas acometidas. Pero hace pocos días sucedió en Jandilla. Andrés Roca Rey y Pastelero, herrado con el número 170, protagonizaron un encuentro “de dulce”, en el que la humillación, entrega y clase del enrazado toro de la famosa estrella maridaron a la perfección con la firmeza, poderío y largura de los muletazos del peruano, que sometió maravillosamente al encastado jandilla, que se ganó con su excelente genética y hechuras el derecho a ejercer de semental en la vacada de Borja Domecq. El toreo y la bravura siempre se abren camino, aunque tenga que ser, por las excepcionales circunstancias actuales, en la intimidad de una tarde de campo para el recuerdo.