La Revolera

Un Príncipe para una puerta

Paco Mora
lunes 02 de mayo de 2011

Genial, asombroso, mayestático. Esos tres calificativos son de una pobreza que roza la miseria para describir todo lo que hizo José Mari Manzanares en la Maestranza sevillana la tarde del sábado último de Abril

Genial, asombroso, mayestático. Esos tres calificativos son de una pobreza que roza la miseria para describir todo lo que hizo José Mari Manzanares en la Maestranza sevillana la tarde del sábado último de Abril. Al relojero de la plaza de Sevilla habrá que hacerle un sitio junto al reloj, para que lo vaya poniendo en hora mientras torea Manzanares, porque el temple cadencia, ritmo y lentitud que imprime a su toreo el alicantino clava las manecillas del reloj, y cuando se torea así esos artilugios que sirven para medir el tiempo no tienen nada que hacer.

Es imposible torear más despacio. Ni con más gusto y encajando mejor los riñones y pasándoselos más cerca sin detrimento de la calidad de los pases. Inenarrable el triunfo de José Mari, una locura. Y Sevilla se ha vuelto loca y ha adoptado al de la “terreta” por unánime aclamación. Y eso que allí estaba Morante que desplegó su capotillo en verónicas de ensueño, y hasta un Aparicio que dejó varios retazos de su arte soberano en el albero sevillano. El público de la ciudad del Betis fue testigo de cómo en una sola tarde, con dos toros que no fueron siquiera los mejores de la corrida, aunque indultara uno, se puede encaramar un torero en la cumbre de la Fiesta y arrebatarle el cetro al que lo ostente en ese momento. Porque Manzanares es desde el día de gracia, que para el toreo ha sido el sábado día 30 de abril, el gran caporal del toreo. En sus manos está desde ahora el cetro de la Tauromaquia, y la responsabilidad de honrar y enaltecer con su arte nuestra Fiesta, esa Fiesta que nos quieren quitar un puñado de ignorantes sin sensibilidad.

Y por cierto, ¿han observado que hoy no hemos hablado de los toros? Y conste que no ha salido el toro perfecto, sino el toro de un ganadero trabajador y escrupuloso, con el trapío necesario y con un grado aceptable de casta en la mayoría de los casos. Una corrida con sus lunares pero que sirvió para que los toreros pudieran divertir a los aficionados. Dos de ellos tuvieron la suerte de tocarle en el sorteo al hijo de un tal José María Dolzs Abellán. Maestro, ¿Cómo se le queda a uno el cuerpo habiendo echado al mundo un torerazo como el que ha salido hoy por la Puerta del Príncipe?

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