La Revolera

Épica y estética

Paco Mora
martes 17 de mayo de 2011

Novillada de examen de reválida la de Flor de Jara. Muy interesante aunque con dificultades, frente a la que sólo valía estar muy puesto o muy dispuesto. La casta de Santa Coloma hizo de la novillada isidril un espectáculo serio y tenso…

Novillada de examen de reválida la de Flor de Jara. Muy interesante aunque con dificultades, frente a la que sólo valía estar muy puesto o muy dispuesto. La casta de Santa Coloma, a cuyo pelaje respondieron varios de los novillos, hizo de la novillada isidril un espectáculo serio y tenso. Ninguno de los utreros dobló una pata, y, aunque con matices, tampoco hubo que convencerlos para que atacaran a los caballos en el tercio de varas. Lo dicho; novillada de prueba que los tres novilleros pasaron con nota cada uno a su manera. Barrio y Jiménez Fortes echaron mano de la épica y se la jugaron a carta cabal. Fortes ingresó en el taller de reparaciones después de pasaportar a su primero, y de allí salió en ambulancia hacia la Clínica de La Fraternidad, dejando tras de sí la impresión de que quiere ser gente en el toreo. Víctor Barrio transitó en su lote el terreno de los valientes, siempre muy dispuesto y entregado. Ambos dejaron en Las Ventas un sabor de novilleros de otros tiempos. De los tiempos en que ser novillero era salir dispuesto, sobre todo en las plazas importantes, a triunfar apostándolo todo en el envite. Larios optó por la estética, y a fe que en el sexto, el más noble del encierro, administró los muletazos más gustosos y mató de un estoconazo hasta la gamuza. Nadie comió pipas ni habló con el de al lado del fracaso escolar de los niños. Gracias a los santacolomeños, se hizo realidad aquello de “oveja que bala, pierde bocado”…

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