TAL DÍA ESTA SEMANA
El Cordobés, corneado por "Impulsivo".El Cordobés, corneado por "Impulsivo".

Oreja y cornada para El Cordobés en su confirmación de alternativa

Redacción APLAUSOS
lunes 24 de mayo de 2010

Este jueves 20 de mayo se cumplen 46 años de la confirmación de alternativa en Las Ventas de Manuel Benítez “El Cordobés”. El país, paralizado con el evento, quedó conmocionado al comprobar cómo el toro de la ceremonia, “Impulsivo”, de Benítez Cubero, hería de gravedad al ídolo de masas de aquel momento. Aun sin matarlo, cortó una oreja. Así lo contó El Ruedo.

“Descargó la tormenta. El ambiente atmosférico, tan cargado como el ambiente social, reventó a las seis de la tarde del día 20 de mayo de 1964. La hora que anunciaba el ‘suceso’ taurino más sonado de nuestra época. ¡La hora de El Cordobés!

Rayos, truenos y relámpagos acompañaron al torero en su primer viaje a la Monumental de Madrid, la olla donde se cocía la expectación apasionada de 23.000 personas de distintas razas y lenguas. Todo Madrid, España entera, pendiente de Manolo Benítez, un tipo, un caso, un mito”.

La crónica es de Santiago Córdoba, que narra perfectamente el ambiente que se respiraba aquella tarde: “En los alrededores de la plaza se habían tomado las oportunas precauciones para evitar que la sicosis del pueblo despeinase al ídolo antes de que se presentase en el ruedo. El coche que lo llevó desde el hotel Wellington atravesó la muralla humana que lo esperaba en la calle, penetró hasta el patio de caballos y aparcó junto a la puerta de la capilla de la plaza. El torero entró a rezar y, para evitar aglomeraciones, pasó a la enfermería por la puerta interior”. En la antesala del ruedo ya estaban preparadas las cuadrillas de Pedrés y Palmeño:

“-¿El estado de ánimo que traes hoy es el mismo de siempre?, inquirí a Pedrés.

  • No. Hoy el ambiente predispone a arrimar el hombro más.
  • ¿Y a ti, Palmeño, qué te parecen estos escándalos que arma tu tocayo y paisano?
  • ¡Uf…!, resopló rendido a la evidencia. Ni los toreros encuentran palabras para explicar este fenómeno social.

El cielo está negro y brama como un toro enloquecido -continúa la crónica de El Ruedo-. El sol se ha escondido de miedo y le arman la guerra las nubes. Se ha desatado la tempestad en las alturas, pero El Cordobés pisa el patio de cuadrillas sonriendo a todo el mundo, desafiando a los elementos, avasallando con su arrolladora personalidad. Esto no es un hombre, esto es un huracán, una fuerza de la Naturaleza.

-¡Manolo…! ¡Manolo…! ¡Manolo…!, ruge la multitud.

  • Manolo, le digo al oído, ¿te has fijado cómo llueve?

Y Manolo, el huracán humano, se arranca contra la tormenta metereológica y replica enérgico:
-¡No importa! Que llueva. Aquí estoy yo. ‘P’alante’ y ‘na’ más.

  • ¿Vienes decidido?
  • ¡Pues no voy a venir ‘decidío’! ¡Y contento! ¡Qué no tenía ganas de verme aquí!

Un trueno del cielo rompe las últimas palabras de este trueno de la tierra que va a doctorarse vestido de violeta y oro.

-¡Eso es bueno para los olivos!, vocea y celebra con una risotada.

  • ¿Vienes confiado a Madrid, Manolo?
  • ¡Vengo ‘sobrao’! Apúntalo.

No hay forma de seguir el diálogo. Se lo comen los fotógrafos y los curiosos. Pisotones, codazos, golpes, sombreros por el aire, cigarros por los suelos. El escándalo va con él. Y cómo se crece en este mar alborotado de las masas. Le brillan los ojos bajo la persiana del famoso flequillo rubio, le brilla la tez trigueña en contraste con la blanca y ancha geografía de su dentadura en constante exposición.

Don Livinio consigue alargarle la mano.
-¿Están los focos preparados?, pregunta el toreo al empresario.
-Claro, hombre.

  • Pues si la gente aguanta, yo no me muevo de aquí.
  • Pero si es el diluvio, Manolo.
  • Me alegro por el campo. Hoy vamos a triunfar todos.

Los altavoces anuncian que se retrasa en un cuarto de hora el comienzo de la corrida. Aplausos. Aplauden los que están a la intemperie y los que aguardan en los pasillos. La gente ha venido a ver a El Cordobés y no se va de la plaza ni a cañonazos.

Pasó el chaparrón. El ruedo está encharcado. Los toreros tienen la palabra. El Cordobés se asoma a la plaza, pisa el barro, se vuelve a los compañeros y grita alborozado:

-¡A torear!

Todo fue muy rápido. La sonrisa del torero se quebró en una mueca de dolor. El ídolo quedó roto en la arena…”.

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