Alejandro ha comprobado que el pan de la independencia es muy duro y en ocasiones puede ser hasta escaso. Por eso en esa mesa sólo se sientan a comer hombres muy especiales.
Talavante le ha dado el finiquito a Curro Vázquez. Era de esperar. Cuando el de Linares le ha enseñado a torear con el capote, busca otro apoderado que le ordene un poco las ideas. Porque no se puede repicar e ir en la procesión, que es lo que parece que le gusta al simpático extremeño.
A mí me cae de lujo Alejandro, y cuando decida qué clase de torero quiere ser, puede estar entre los grandes porque tiene valor y lo asimila todo como una esponja. Pero tengo que reconocer que es más raro que un grillo con pijama. Se salió de la casa Choperita porque –lo dijo con todas las letras- no tenía necesidad de que nadie le pusiera en ninguna plaza ni cartel “por ser vos quien sois”. O por llevarte quien te lleva, que no es lo mismo aunque lo parece.
Y con el Curro de mis alegrías de aficionado joven -¡qué pedazo de torero!- se dispuso a luchar por ocupar el sitio que cree merecer. Pero ha comprobado que eso no era tan fácil. Que el pan de la independencia, y no sólo en el toreo, es muy duro y en ocasiones puede ser hasta escaso. Por eso en esa mesa sólo se sientan a comer hombres muy especiales.
Y claro, dado que Talavante sabe que con Manolo Martínez Erice todo le fue más fácil, uniendo cabos ha llegado a la conclusión de que con ese mexicano de oro que se está haciendo poco a poco con las riendas del negocio taurino en “la madre patria”, no va a tener que luchar por la corrida nuestra de cada día. Vamos, que la independencia es muy poética pero que al final se impone la prosa de la realidad. ¡Si por lo menos continúa toreando con el capote tan bien como le enseñó Curro, algo habrá ganado con su aventurero zigzagueo!
