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Pablo Aguado: Sevilla como referente

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Pablo Aguado, naturalidad a campo abierto

A las puertas de su segunda comparecencia en la Feria de Abril el nombre de Pablo Aguado toma vuelo. Su toreo, su nacencia, sus devotos, que los tiene y muchos, ponen en valor un concepto del toreo singular y unos valores que llegada la feria, parece obligado, alcanzan especial vigencia. De todo ello, de Sevilla, de su estilo, del momento de la tauromaquia, de lo divino que puede alcanzar a ser el toreo y de lo humano de lo que no podemos desprendernos, charlamos una mañana. La climatología nada torera no alteró el sosiego de una charla franca y muy esclarecedora sobre quién es Aguado en el toreo.

-Dices Pablo Aguado y rápidamente asocias Sevilla. ¿Crees en las escuelas?... Sevilla, Ronda, Castilla...

-No como algo estanco. Todos los toreros tenemos un estilo propio o debemos tenerlo, otra cosa es que las influencias te lleven a parecerte más a unos u a otros. Pero las clasificaciones estancas no las veo ni se deben buscar, vamos yo no las busco.

-¿Sevilla marca?

-Sí. Sevilla es muy de sus toreros cuando los toreros son de su gusto que no quiere decir necesariamente de un corte artístico concreto. En Sevilla caben toreros de muchos cortes, ahí está la historia.

-Hablemos de Madrid, hay que hablar de Madrid, su trascendencia obliga.

-Me encanta Madrid. Con toda su presión, con su vorágine, con su viento, con su toro, con todas sus cosas que hacen que puedas pensar que tiene que ser un milagro llegar a dominar un toro con tu muleta, pues pese a todo eso me encanta. Me gusta mucho.

-¿Se puede ser torero de Sevilla y de Madrid?

-Claro. Además, los toreros de Sevilla frecuentemente han sido antes de Madrid que de Sevilla. Yo me he sentido querido en Madrid y cuando no he sentido esa sensación es porque no he estado a la altura.

“En todas las artes cuanto menos se sepa mejor. Se disfruta más y es todo más puro. En un estado de inocencia estás menos condicionado”

-A propósito: ¿guerra o paz?... ¿dónde situamos el toreo?

-Hay que ponerle paz a la guerra. El toro sale pidiendo guerra y al final hay que hacer las paces con él.

-¿Prefieres las masas o los devotos?

-Los devotos.

-¿Tienes muchos?

-Está feo que lo diga, pero gracias a Dios cuento con muchos aficionados que creen en mí y eso es un aval interior grande y una gran responsabilidad porque cuando no salen las cosas de lo primero que te acuerdas es de ellos que tienen que aguantar el chaparrón en la taberna de que su torero no vale.

Foto: Arjona

-Pues la pasta parece que esté más en las masas.

-Sí, pero el que tiene devotos acaba teniendo masas.

-¿Qué papel juega el dinero en esta historia tan bonita?

-Es importante porque a todos nos gusta solucionarnos la vida, pero es verdad que es en lo último que piensas cuando vas a torear o cuando cierras una corrida. Siendo una parte importante, es la última parte importante en la que piensas.

-¿En qué piensas antes, en los compañeros del cartel, en los toros, en la categoría, en el escenario…?

-La categoría es la suma de todo eso, pero en lo primero que pienso es en el toro que es la materia prima. Yo toreo para sentir cosas especiales delante de un animal y para eso el toro es lo fundamental. Por eso es en lo primero que pienso.

-¿Qué te enamora de un toro?

-El ritmo en las embestidas. El ritmo y que no suelte la cara. Esos dos matices son fundamentales para poder torear como yo lo siento. Después que humille más o menos que tenga más o menos recorrido también son cosas fundamentales, pero pongo por delante el ritmo y la clase.

“En el toreo se aprende a base de tiempo y de errores. Lo queremos todo para ya sin reparar que en el toro eso es imposible”

-¿Crees en el amor a primera vista... el primer impacto del toro te condiciona mucho?

-Sí, además suelo intuirlos rápido. Aunque te equivocas con frecuencia como con las personas la primera apariencia te marca mucho. 

-¿De dónde surge esa primera impresión, de la mirada, del movimiento…?

-Es intuición, es una sensación… No se trata de si ha ido al burladero o si ha hecho esto o lo otro, es una sensación. Es algo que te transmite que no sabría explicarte.

Foto: Arjona

Hagamos retrospección. Llegó a la alternativa, reconoce, muy verde y ligero de conocimientos, circunstancias que traen estos tiempos en los que el aterrizaje en la profesión parece chocar con la interesada rigidez del sistema. De eso va a hacer ya ocho años y desde entonces ha sido un aprendizaje continuo y entiendo que continuará siéndolo. “En esto del toro nunca se acaba de saber todo, pero he cambiado mucho…”, dice.

Pausa la charla y todo seguido hace una reserva de lo más interesante.

-Se cambia para bien y para mal.

-¿Para mal, dices?

-Para bien en lo que respecta al conocimiento y para mal en lo que supone de pérdida de la inocencia que te permite pensar solo en ti y no en lo políticamente correcto delante del toro. Yo siempre he defendido que en todas las artes cuanto menos se sepa mejor. Se disfruta más todo y es todo más puro. En un estado de inocencia estás menos condicionado por el qué dirán y por el deseo de que guste tu obra.

Está siendo torero de cocción lenta como parece obligado en determinadas formas de concebir el toreo. A nadie escapa que por mucho que se quiera que las cosas vayan más ligeras hay sueños que precisan de su tiempo. En sus inicios tuvo momentos que le dieron crédito y le sirvieron, cuenta, para seguir adelante y tener el buen ambiente necesario para cubrir su etapa de novillero y se refiere a las nocturnas de Sevilla y al debut con caballos en Olivenza principalmente… pero su explosión fue ya de matador. Valencia fue el primer aldabonazo en los parqués de la cotización profesional y de inmediato llegó Sevilla y su feria donde todo cogió cuerpo y sentido y se dispararon las consideraciones artísticas y se ganó los amores patrios. De marzo a abril, fue como si se hiciese la luz.

-No sé qué me pasó ese invierno, pero se produjo esa conexión. Me decidí a hacerle al toro lo que de salón pensaba que era irreal o que incluso podría caer en lo ridículo porque no estaba al uso. Ese día de Valencia al que te refieres, me sirvió mucho. Me dejé llevar por aquel toro colorado y sin ser una faena excepcional sí hubo cosas que interiormente me permitieron confiar en mí. Otra corrida en Gamarde, con toros de Castillejo de Huebra, también me ayudó mucho a seguir confiando en el concepto que pude sacar luego en la tarde de Sevilla.

“La timidez es enemigo del torero y de cualquier artista. Todos los grandes que han seguido sus ideas han sido cuestionados al principio y hay que superarlo”

-¿La timidez es un enemigo a vencer en esas situaciones?

-Totalmente. Enemigo del torero y de cualquier artista. Ten en cuenta que cualquier artista va a brillar por su personalidad y no por hacer bien lo que es políticamente correcto. Ocurre que es muy difícil romper esa barrera y hay que ser lo suficientemente valiente, muy valiente, para creer en tu aire o en tu concepto. Y en ese trance además hay que saber, hay que ser consciente de que esos caminos siempre van a generar críticas y que tendrás días grises que debes superar. Todos los artistas grandes que han seguido sus ideas han sido cuestionados al principio.

-Y ese, entiendo, que es otro toro que se debe lidiar.

-Es obligado. Hay que ganarle la partida, romper la timidez.

-Ese invierno te convenciste.

-Sí, sí.

-¿Cómo lo recuerdas?

-La definiría como una etapa verde de mi carrera, un tiempo bonito. No tienes nada que perder y sí mucho que ganar y en ese sentido no existe tanta presión por no defraudar como tendrás más tarde, tampoco han llegado las críticas negativas que te harán dudar. Es una etapa dura porque no tienes nada y sabes que cada corrida es crucial pero también es muy bonita porque estás libre de complejos y de una presión que podíamos calificar de comercial. Es como te digo una etapa verde de la carrera.

Foto: Arjona

-¿Y la consolidación va a la velocidad que esperabas?

-Por suerte o por desgracia va a un ritmo lógico, poco a poco y con la necesidad de equivocarte mucho para aprender sabiendo que aquella explosión de la que hablamos me llegó muy pronto. Yo mismo era consciente de ello, quizá demasiado y por ahí llegaron muchos fantasmas. Es que no sabía nada. 

-¿No sabías nada?

-En el toreo se aprende a base de tiempo y de errores. Lo queremos todo para ya sin reparar que en el toro eso es imposible. 

-Tú eres un hombre preparado y reflexivo, basta con escucharte en esta entrevista, pero no sé si esa condición ayuda en el toreo.

-Artísticamente sí, se debe ser reflexivo con tu concepto y con tu tauromaquia, pero cabe que eso derive en que te cuestiones demasiado, en que te exijas en exceso y eso te lleve a caer en un perfeccionismo que mal conducido es negativo. Dice un psicólogo amigo que todos los toreros somos obsesivos y que ese es nuestro mayor perjuicio. Yo lo comparto.

-¿Tienes tendencia a suspenderte o a aprobarte?

-Normalmente a suspenderme.

-¿Es justo el sistema contigo?

-Sí. Siempre hay matices, pero sí. Te gustaría que unas cosas fueran mejor, que hubiese una mejor correspondencia. En otras ocasiones eres consciente de que te están dando por encima de lo que mereces, pero creo que el toreo en general es mucho más justo de lo que vendemos. El que está arriba está porque tiene que estar, aunque no triunfe, y el que no lo está por algo será, aunque triunfe todos los días. Es duro, puede sonar fuerte, pero es la realidad del toreo. Cuando hay un torero que interesa, que hace algo que a la gente le llena e incluso si no la hace, pero la gente cree que lo puede hacer, ese ocupará un sitio privilegiado. No es una opinión, es un hecho, a lo largo de la historia se ha visto que es así.

-¿Hablas por ti o por alguien en concreto?

-No, no estoy personificando. Solo digo que alguien que numéricamente se lo merezca si no genera interés no estará en los sitios y puede parecer profesionalmente injusto, pero artísticamente es así. Al final manda la oferta y la demanda.

-Comparto la idea de que el torero debe trascender a los círculos estrictamente taurinos o profesionales.

-Yo creo que el toreo se ha basado demasiado en la meritocracia que se deriva de los números y eso está bien, pero hay que basarse más en la trascendencia de la obra. O de la no obra porque también se puede trascender sin triunfar. El toreo y todas las artes van por ahí. Ya sabes lo de Lola Flores, que ni cantaba ni bailaba, pero nadie se la perdía. Habrá pintores que no tengan la mejor técnica, pero al público le gusta ver su obra, y habrá otros con una técnica mucho más depurada pero no trascienden. ¿Quién merece estar más arriba, el que tiene la técnica o el que trasciende más?...

“La naturalidad no se busca, si la buscas ya no es natural y puedes caer en el ridículo, en una sosería sin profundidad”

-¿El importante es el que trasciende?

-En el toreo como arte, sí. Puede ser injusto con las estadísticas, pero es así. No lo digo por una creencia personal ni porque a mí me interese, lo digo porque en la historia del toreo ha sido siempre así.

-¿Qué es lo que menos te gusta del toreo?

-El toro grande, contesta rápido.

LA MODA DEL ARTE

-Ha habido un momento en el que los toreros digamos de corte artístico han comenzado a revalorizarse tras una época en la que contaban mucho más los números. ¿Has llegado en el momento oportuno?

-Decir que ha sido una moda podía parecer contradictorio porque la realidad es que ha sido un movimiento de vuelta a lo de siempre. El toreo clásico siempre está vigente, digamos que siempre está de moda. Que los públicos lo valoren ahora más no sé si ha sido por esa vigencia o porque han salido algunos toreros con ese concepto que interesan.

Foto: Arjona

-¿Ahora que lo vives desde dentro, el toreo es como esperabas o te ha decepcionado?

-Decepcionar nooo, al revés. Aunque suene a bienquedismo he de decirte que me he encontrado a gente maravillosa. Y si me he encontrado con alguien que hace cosas que yo no comparta hay que hacer el esfuerzo de entenderlo. Considero que desde la empatía se entiende a todo el mundo. Al final el toreo es un negocio y debes aceptar que no todo se puede llevar por la vía del romanticismo.

-Volvamos a la plaza. ¿Apasionada entrega o graciosa huida?

-Tiene que haber de las dos.

-¿Ser considerado torero de arte da licencia para que te esperen?

-A mí lo de torero de arte me suena cursi y lo evito totalmente.

-¿Dicho de otra forma el concepto de Aguado da licencia para la espera?

-A eso no puedo contestar, sería osado por mi parte. Tengo la suerte de tener devotos como dices que me esperan y hay otros que se impacientan como es lógico, y además tiene que haberlos. Uno mismo como torero hay momentos en los que se impacienta.

-¿Te afectan los impacientes, te condiciona mucho el ambiente de una plaza?

-No mucho. Cuando pasas por tardes malas en las que el clima de tu alrededor te hace parecer que todo se ha acabado y luego lo remontas, te das cuenta de que todo es pasajero. Es igual que cuando triunfas todo es muy bonito y el día siguiente no salen las cosas. Con el tiempo aprendes a relativizar el triunfo y el fracaso.

-¿Por dónde crees que puede llegar la mejora de Aguado?

-Imponiendo mi toreo a más número de toros. No se puede parar un tren con una mano pero hay que intentarlo.

-¿Al toro hay que imponerse o hay que convencerle?

-Convencerle, pero también hay casos en los que hay que poderle. Depende de la clase de embestida. A un toro con pies, primero hay que poderle.

-¿Sometimiento o acompañamiento?

-Sometimiento, sometimiento. Acompañamiento sin sometimiento puede caer en la superficialidad.

SEDUCCIÓN Y NATURALIDAD

-¿Por quién pagarías una entrada para verle torear?...

-Por Pepín Martín Vázquez, sin duda.

Y bajo ese argumento de los toreros de preferencia surgen otros nombres muy del gusto del propio Aguado, Bienvenida, Pepe Luis, tanto padre como hijo, con el que tuvo una excelente amistad y del que solo recordarle le emociona…

-Toreaba como era como persona y como persona era tal como toreaba. Esas formas, sus formas me llenan mucho. Su naturalidad y la de esos toreros que hemos nombrado me seduce, no es que yo la quiera buscar, te hablo como aficionado, y te digo que me seduce. En esa naturalidad veo pureza y la búsqueda de un camino personal. El no querer hacer lo que se suele hacer delante de un toro sino todo lo contrario, para mí tiene una fuerte carga de seducción.

-Y supongo que es cualidad que se tiene o no se tiene.

-La naturalidad no se busca, si la buscas ya no es natural. Incluso cuando tu toreo la tiene de manera innata si buscas incrementarla puedes caer en el ridículo, en una sosería sin profundidad.

-¿La naturalidad tiene profundidad?

-Claro, no tiene por qué no tenerla.

“Soy partidario de la televisión, pero con medida. Creemos que es más salvadora de la tauromaquia de lo que realmente es”

-La naturalidad sin artificios, la que surge natural ante el toro personalmente la valoro como un signo de valor. No sé si estás de acuerdo.

-Totalmente. El miedo lo que hace es tensionarte, que es lo contrario a la naturalidad. Cuando se torea natural se pone natural todo el cuerpo, desaparece la tensión de todo y eso significa valor.

La charla vira hacia la fotografía como delatora de las buenas maneras del toreo y hacia el vídeo, que es válido como herramienta de mejora técnica para los toreros, pero incapaz de transmitir las emociones del buen toreo. “El toreo es un arte del momento, efímero, nace y muere, surge y se disfruta y ya está”, dice reafirmando la idea sobre las virtudes o no virtudes del vídeo en los toros, en cambio, le argumento, necesitamos la tele.

-Soy partidario de la televisión, pero con medida. Creemos que es más salvadora de la tauromaquia de lo que realmente es. ¿Es importante?... sí, ¿tiene que haber televisión?... sí, pero con medida. Igual hay quien se me tira al cuello, pero es la realidad y hay que decirla. Y cuando decimos esto, y no soy el único que piensa de esa manera, lo decimos a costa de nuestro bolsillo teniendo en cuenta que todos ganaríamos más dinero con la televisión, pero anteponemos el toreo a largo plazo a nuestro bolsillo. Si solo fuese cuestión de bolsillo cuanto más se televisase mejor, pero hay que ser consciente de las consecuencias y buscar un punto de equilibrio en el que sea bueno económicamente para todos sin quemar la imagen del toreo.

-A Curro se le adjudica la frase de que donde había tambores no le gustaba torear.

-A los públicos hay que entenderlos como son, al final cuando hay algo bueno delante del toro, le llega al público sea como sea este, haya tambores o no. Aunque indudablemente hay públicos con los que uno se siente más a gusto o más identificado. Pero ya sabes, en Roma como los romanos.

“El toreo es más justo de lo que vendemos. El que está arriba está porque tiene que estar aunque no triunfe y el que no lo está por algo será aunque triunfe todos los días”

-¿Eres mucho de la preparación física?

-Con medida. Hay que estar bien físicamente, hay que tener fondo, pero tampoco es necesario machacarse. Pasé por ello en mis tiempos de novillero y sobrepasarme solo me aportó embrutecimiento y rigidez y hacía que le restase importancia y tiempo al toreo de salón y a lo necesario que es pensar en el toro. Parecía que cuando te pegabas una paliza física tu entrenamiento ya estaba hecho, era como si tu deber estaba cumplido y muchas veces eso iba en detrimento de la parte realmente importante que es torear de salón y que es pensar en el toro. Muchas veces se entrena más pensando en el toro que toreando. Eso, pensar, es entrenar también.

Es torero y de esos no hay tantos, de los que manejan el capote con atractiva personalidad, cuestión que se cotiza entre los más aficionados que no solo de la muleta vive el toreo. Pablo, meticuloso en el detalle, me va exponiendo su teoría. Los capotes muy lacios, me cuenta, son para los momentos más dulces y los que llevan mayor apresto para cuando el toro embiste con velocidad, cuando pide que se le abra un poco más, cuando se nota la brisa en la plaza… en esos casos, dice, si no tienen apresto vuelan demasiado y el lance pierde profundidad. Así que ni poco ni mucho. Y en la charla aparecen las referencias de Pepe Luis o de Manolo González con aquellos remates de inspiración en los que la tela rosa hacía arabescos al viento y acababan ofreciendo el pecho descubierto al toro en los desplantes últimos.

-Con los capotes actuales es imposible hacerlo. El vuelo que refieres es imposible y ya no te digo los remates en los que le quitaban el capote y le ponían el pecho… Con la casta del toro de hoy día es muy complicado, te diría que imposible.

En las cuestiones más personales se muestra partidario de los vestidos oscuros por convicción, confiesa tener pocas manías, en realidad asegura que se ríe de las manías y de las supersticiones, y que las sensaciones de las vísperas son muy variables, dependen del día, de cómo se haya encontrado en las últimas corridas… y reconoce que últimamente se lo toma con más tranquilidad, con más naturalidad.

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Pablo Aguado: Sevilla como referente

José Luis Benlloch

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